El centro de la estructura social y las tradiciones del pueblo zulú era la aldea. La producción de alimentos, ropas, herramientas y prácticamente todas las demás necesidades, estaba concentrada en los círculos de chozas que formaban la aldea, donde se cuidaba el ganado dentro de un corral, hecho con zarzas y erigido en el centro. La choza del marido siempre se erguía en el lado opuesto a la entrada del cerco. Y la choza de sus esposas estaba dispuesta a los lados, según su importancia. Las chozas tenían forma de colmenas, con una entrada en forma de arco, y una puerta desmontable hecha de ramas. Se ventilaban mediante el aire que entraba por la puerta y se filtraba por el techo de paja; el humo del fogón cóncavo en el piso escapaba del mismo modo. Una capa de hollín en el techo ahuyentaba a los insectos. El piso estaba recubierto con una mezcla de lodo –hecho generalmente con la tierra de un hormiguero- y estiércol de vaca. A veces se añadía grasa animal a la mezcla para darle lustre. El amueblado era austero. Los zulúes se sentaban sobre alfombras de piel de cabra y dormían en esteras de juncos o bajo frazadas de piel de animales. La comida típica era el mijo –o el maíz, cuando las cosechas anuales eran buenas- guisado de varias formas. Luego de molerlo en una piedra cóncava, hacían un puchero granuloso que comían con las manos. Bebían una leche agria llamada amasi. Pero algunas costumbres los obligaban a renunciar a este manjar en especial. Algunas circunstancias, como la menstruación o el contacto con la muerte eran consideradas formas de contaminación que requerían ciertos procedimientos para asegurar la purificación, y uno de ellos era abstenerse del amasi. Acostumbraban asearse en sus casas, o al aire libre en el caso de los niños, y se lavaban los dientes con cenizas. La bien organizada sociedad zulú asignaba a hombres y mujeres cargos muy definidos. Las mujeres zulúes aceptaban su posición de inferioridad desde la primera infancia. Alrededor de los cinco o seis años, las niñas pasaban por un ritual en el que se les perforaban las orejas, y luego de esto eran instruidas en lo que se consideraba “deberes de la mujer”: trabajar en losa campos y realizar diversas labores domesticas. Por su parte, los niños cuidaban del ganado. Los muchachos que experimentaban rituales de la pubertad, los brujos y todo aquel que se dispusiera a cazar debían evitar cualquier trato con las mujeres. El matrimonio zulú estaba sujeto a la autoridad absoluta del rey, quien casi nunca lo autorizaban a sus soldados ante de que tuvieran treinta años. Para casarse escogían mujeres diez o quince años más jóvenes. Cuando un zulú se casaba, abandonaba la aldea paterna y formaba su propia familia, que aumentaba con más esposas e hijos. El numero de consortes que podía tomar un hombre estaba determinado por el numero de cabezas de ganado que podía ofrecer en la lobola, o precio de la novia, sistema que surgió como compensación de la perdida de hombres que las cacerías y las guerras ocasionaban. Al controlar los matrimonios en el reino, el rey determinaba el número de hijos y quines lo podían tener. El marido era el único árbitro y dispensador de favores en los hogares zulúes, y su facultad para determinar el rango de las esposas le permitía discriminarlas a favor de una esposa sumisa. Sin embargo, las mujeres disfrutaban de algunos derechos. Los padres estaban obligados a mantener a las hijas solteras, los esposos debían cuidar de sus esposas y los hijos eran responsables del bienestar de las madres cuando enviudaban. Las ancianas ejercían gran influencia en los hogares de sus hijos, y en el caso del linaje real, las esposas o las parientas cercanas eran a veces nombradas para ejercer posiciones importantes como jefas de los hogares.
En su lucha por la supremacía, Shaka elimino a todo aquel que amenazara el trono, pero paso por alto a su hermanastro Dingane, un hombre astuto y taimado. En septiembre de 1828, Dingane acuchillo a Shaka con ayuda de otro hermanastro, Mhlangane. El asesinato produjo consecuencias cruciales para el pueblo zulú. Dingane era tan despiadado como su hermanastro, y un incompetente estratega militar. A diferencia de su hermano que era un innovador para su raza. Derrotado por los Borres en la batalla de Río Sangre, en diciembre de 1838 huyo de territorio Zulú y murió en el exilio. Tras la derrota de Dingane, los blancos fundaron en el sur una pequeña colonia, llamada Natalia, que bajo el mandato Boer y, luego, el ingles, creció y amenazo al imperio Zulú. Apoyado por los boers, Mpande, otro medio hermano de Shaka, se convirtió en rey Zulú, y hubo paz por algún tiempo. Pero durante el ascenso al trono de Cetshwayo, hijo de Mpande, se inicio un nuevo conflicto, esta vez con los ingleses. En la guerra de 1879 el propósito del nuevo rey de revivir el poderío zulú acarreo la caída de su nación como potencia militar.
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