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jueves, 1 de diciembre de 2011

La cruzada contra los Cátaros, la avaricia católica llega al clímax.

Con la relativa victoria de la IV cruzada, Inocencio aprovecha para asestar un ataque a fondo contra las corrientes heréticas que se han ido formando desde hace mucho tiempo y ya minan la unidad y la autonomía de la iglesia. Son movimientos surgidos de la misma matriz que las corrientes de pobreza, como la de los patarinos italianos, que en el siglo XI apoyaron la obra de los papas reformadores.
Pero en el interim la iglesia ha defraudado profundamente sus expectativas: el alto clero nuevamente se ha secularizado, las ordenes surgidas del impulso renovador de Cluny están ahora absorbidas por la administración de sus inmensas posesiones. Quienes predican el retorno de la iglesia a la primitiva pobreza encuentran terreno favorable tanto entre la plebe campesina como, y mucho mas entre la población de las ciudades, donde la critica al fasto de la liturgia, el desdén por la corrupción prelaticia y la instancia religiosa se funden con la firme resistencia de las clases medias a la ingerencia política del obispo.
El movimiento de reforma se vuelve ahora contra la misma iglesia, se extiende el campo disciplinar y dogmático. Es común de hecho a todos estos movimientos el rechazo a la iglesia oficial (edificio jerárquico y potencia terrenal) y la aspiración a una iglesia entendida como comunidad de los creyentes. Los joaquinitas, seguidores del fraile calabres Joaquin da Fiore (1130-1201 aprox.), viven en la espera del reino del Espíritu Santo y de una iglesia sin mas clero ni sacramentos. Así también los Humillados y los Pobres Lombardos. Los Valdenses o Pobres de Lyon, seguidores del liones Pedro Valdo (muerto en 1217), anticipando uno de los puntos fundamentales de la doctrina luterana, sostienen que cada uno tiene derecho a interpretar las Escrituras, haciendo vano así el magisterio de la iglesia.
Los Cátaros (del griego katharos= puro), un movimiento surgido en el siglo XI, llevando a las ultimas consecuencias postulados agustinianos y maniqueos, sostienen que dos son los principios divinos que se disputan el mundo: el del bien y el del mal. Del primero procede el espíritu, del segundo la materia. Todo lo que es materia es mal: quien quiere salvarse debe por tanto rechazar todo halago mundano, mortificar la carne y el instinto de violencia, y practicar una vida rigurosamente ascética.
La iglesia con su pompa y sus jerarquías, la vida asociada y el estado que imponen leyes y obligan a derramar la sangre, aunque sea con un fin defensivo, son creaciones del mal y como tales se rechazan. De este modo, del campo religioso la rebelión afecta al orden político y social. Por tanto no es difícil a los pontífices la obtención de apoyo de los poderes públicos en la lucha contra los herejes. Lucio III ya lo había obtenido de Barbarroja en 1184.
Un órgano especial había sido creado (probablemente por el mismo Lucio III) para la búsqueda (del latín inquisitio) y la represión de los herejes, el tribunal de la Inquisición: ahora Inocencio III lo potencia, fija sus procedimientos, establece las penas y pide la colaboración de la autoridad laica, que se convierte en el "brazo secular" de la iglesia.
Contra los Cátaros de Francia meridional (llamados Albigenses por la ciudad de Albi donde son
numerosos y están protegidos por Raimundo IV de Tolosa) Inocencio III anuncia en 1209 una nueva cruzada. Una marea de nobles y de aventureros famélicos al mando de Simón de Montfort se arroja entonces sobre la región, devastando y robando, asesinando indiscriminadamente a viejos, mujeres y niños, herejes y católicos. En el plazo de cuatro años (1209-1213) aquella tierra floreciente y desarrollada se ha reducido a la extrema miseria, En 1215 Simón de Montfort en premio se convierte en conde de Toulouse.
Este fue el saldo de esta bestial cruzada; cruzada orquestada por la riqueza y el poder.

viernes, 13 de agosto de 2010

La Abwehr, los legendarios comandos del Führer (parte final)

Impresionados por estos éxitos, el Alto Mando Alemán decidió ampliar y desarrollar las fuerzas especiales; a finales de 1939, los distintos comandos, que hasta entonces habían operado con poca relacion entre ellos, se reunieron para entrenarse en Brandenburg-am-Havel. Desde ese momento se les conoció como Brandenburgers. Aumentaron entonces hasta ser un batallón –pronto alcanzaron rango de regimiento- y fueron sometidos al mas riguroso entrenamiento. De semi-aficionados, se convirtieron en profesionales de elevada técnica. Beneficiados por la organización y el entrenamiento, los Brandenburgers estaban listos para su siguiente campaña importante, la invasión de los Países Bajos: Holanda, Bélgica, Luxemburgo.

Holanda aparecía como un difícil reto para los comandos. Con sus innumerables puentes sobre canales y ríos, debería ser impracticable para las tácticas de la Blitzkrieg, a menos que los Brandenburgers pudieran hacer su trabajo. Una vez más, entraron en acción desde el mismo inicio. La ofensiva alemana estaba prevista para el alba del 10 de mayo de 1940; los Brandenburgers se infiltraron en la noche del 9 al 10 de mayo.

El Alférez Walther tenía órdenes de tomar el puente ferroviario principal en Gennap, sobre el Mosa, entre la provincia alemana de Westfalia y la provincia holandesa de Brabante. Aunque holanda era un país neutral, esperaba cualquier día un ataque alemán. Había que emplear una sutil estratagema si se quería tomar y conservar el puente hasta la llegada del grueso de la tropa.

Esta vez los heroicos Brandenburgers decidieron vestir uniforme alemán, como parte de una estratagema más compleja. Su plan era hacerse pasar por prisioneros alemanes. Avanzaron hacia el puente, con sus armas cuidadosamente ocultas, escoltados por cómplices con uniformes de la gendarmería real holandesa, de hecho, seguidores holandeses del Führer, que, al igual que otros miles de Europa seguían la ideología del líder NS.

El grupo de siete prisioneros y dos guardias se presentaron en el puesto de guardia del puente, diez minutos antes del previo ataque alemán. A una señal de Walther, los “prisioneros” atacaron el puesto de guardia y escaparon disparando. Fueron heridos tres de los Brandenburgers, pero aun eran necesarios para tomar el segundo puesto de guardia y el otro extremo del puente.

Walther solo tenia a su disposición dos Brandenburgers y los dos aliados holandeses; pero en la confusión del momento, la genial estratagema siguió funcionando a la perfección, gracias también en parte al dominio y el autocontrol de los comandos alemanes, para esa época los mejores del mundo. Los guardias restantes no sabían como reaccionar, viendo que había hombres con su propio uniforme en el grupo que avanzaba y mientras titubeaban, Walther lanzo una granada en su dirección y tomo rápidamente el control del detonador instalado para garantizar la destrucción del puente.

Justo en ese momento llego el primer Panzer y comenzó a rodar sobre el puente. Walther corrió hacia ellos, pero los tanguistas desconociendo la misión que se había llevado a cabo, ya que esta era ultra secreta, los tomaron por soldados holandeses; Walther fue herido de gravedad por una ráfaga de MG-42, su compromiso y lealtad llegaba hasta ese limite, siendo capaz de sacrificarse siempre en beneficio de su misión. Por suerte Walther logro sobrevivir y recibió la Cruz de Hierro por su decidida acción en la mision.

Naturalmente el trabajo de los Brandenburgers no termino al comenzar la invasión principal. Había mucho mas trabajo para ellos, el avance por los Países Bajos. El Alférez Gräbert tuvo pronta ocasión de compensar su error de la noche de la invasión cuando el 27 de mayo, recibió la misión de e3vitar la apertura de compuertas en Nieuport.

El 27 de mayo, las fuerzas alemanas estaban cerca de Ostende y los belgas, al borde de la rendición. Disfrazados con uniformes belgas, Gräbert y una docena de hombres se infiltraron en la caótica masa de civiles y soldados en huída en los alrededores de Ostende, conduciendo un autobús del Ejército belga capturado. Con mucha dificultad se aproximaron finalmente al puente, al atardecer. La orilla sur estaba controlada por un destacamento de tropas británicas, y habían minado el puente con cargas explosivas. Cuando el autobús se acercó al puente, los británicos abrieron fuego. Los hombres de Gräbert bajaron, se pusieron a cubierto y vistieron su uniforme alemán.

Cuando cayó la oscuridad, Gräbert y un suboficial, cuerpo a tierra, avanzaron por el puente, con ráfagas de ametralladora rozando sus cabezas. Avanzando lentamente, buscaron a tientas los cables de las cargas destructoras y los cortaron a su paso. Tan pronto como llegaron al otro lado, los dos hombres abrieron fuego: era la señal para que el resto cruzara el puente a la carrera para el ataque. Utilizando subfusiles y granadas de mano, los alemanes pronto eliminaron los pequeños grupos de defensores. Las casas de bombeo y el puente cayeron intactos en sus manos.

Con la victoria alemana en Occidente, en el verano de 1940, terminó la primera fase de operaciones de los Brandenburgers. Sus programas de entrenamiento se organizaron de cara a su participación en la invasión de Inglaterra. Su siguiente entrada en acción fue en la primavera de 1941 cuando iban a pasar su prueba mas dura durante la Operación Barbaroja.


lunes, 26 de julio de 2010

La Abwehr, los legendarios comandos del Führer (segunda parte)

Las fuerzas alemanas que invadieron Polonia querían que el nudo ferroviario de Katowice cayera intacto. Para este fin, 80 hombres encabezados por el Alférez Gräbert, se infiltraron en Polonia. Estaban disfrazados de trabajadores del ferrocarril polaco y por consiguiente, podían moverse libremente por la red ferroviaria, sin atraer la atención de las tropas polacas. Llegados a Katowice poco antes del inicio de la invasión, sacaron rápidamente sus armas ocultas e hicieron fuego sobre los atónitos polacos. El engaño fue tan completo que algunos hombres, hablando un polaco perfecto, persuadieron a una compañía que atacaba a sus colegas para que se subiera a un tren que dirigieron entonces a una distante vía muerta. Cuando las tropas del General von Rundstedt llegaron a Katowice, el ferrocarril y sus almacenes de material inmóvil cayeron en sus manos en perfecto estado. Sin embargo, no todas las operaciones que acompañaron la invasión de Polonia fueron tan perfectas. Otras unidades fracasaron en su intento de evitar que los polacos destruyeran los puentes sobre el Vístula en Dirschau y Graudenz y sus colegas encargados de controlar el túnel de Jablunda tuvieron incluso peor suerte. Su jefe, el Alférez Herzner, nunca recibió una orden para retrasar la operación y abrió fuego horas antes del inicio de la invasión principal. Aislado, el grupo se vio obligado a retroceder perseguido por las tropas polacas.

Puesto que aún no se había declarado la guerra y los alemanes querían conservar cierta respetabilidad diplomática, el gobierno de Hitler emitió una declaración arguyendo que los hombres implicados eran irregulares polacos.

Pronto se olvidaron estos fallos, sin embargo, cuando las fuerzas especiales consiguieron ejecutar la tarea, imposible en apariencia, de evitar la voladura del puente de ferrocarril de Demblin, indispensable para continuar el avance de las fuerzas alemanas tras una semana de victoriosos combates. Ahora, la guerra abierta y encarnizada había cambiado las condiciones para las operaciones clandestinas. El primer requisito fue infiltrarse en las líneas del frente. Todos los hombres seleccionados para la operación de Demblin eran de Alta Silesia, hablando si acaso con más fluidez el polaco que el alemán y todos fueron equipados minuciosamente con uniformes polacos. Desplazándose a través de la zona de combate, se mezclaron con una columna de soldados y civiles que huían del avance alemán. No hubo intentos de ocultarse; más bien, al contrario. Marchando en orden de desfile a veces a los compases de una marcha del ejército polaco, estos casi impecables infantes de Marina deberían haber atraído toda la atención por el contraste con el llamativo caos circundante.

Encabezados por un suboficial llamado Kodon, la columna alcanzó el puente el 10 de septiembre. Abriéndose paso entre la multitud de refugiados aterrorizados, Kodon localizó al comandante de los zapadores polacos encargados de volar el puente. Algo sorprendido por la llegada de esta unidad de refresco, el comandante de los zapadores intentó “llamar a su cuartel general”, pero los alemanes habían cortado las líneas. En este momento, una incursión Stuka en la zona circundante al puente dio a Kodon la ocasión de sugerir a sus “colegas” que le entregasen el control del puente. Aceptaron agradecidos la oferta y los hombres de Kodon se encontraron como único comando del puente, a través del cual huían en gran número soldados y civiles. Durante cinco largas horas esperaron Kodon y sus hombres la aparición de los primeros Panzers. Inmediatamente, Kodon provocó una reacción de pánico en la multitud para limpiar el puente y todo terminó. Los hombres del comando no tenían que hacer nada más, salvo volver a ponerse el uniforme alemán y prepararse para la siguiente misión.


martes, 13 de julio de 2010

La Abwehr, los legendarios comandos del Führer (parte primera)

Jefe del Servicio Secreto alemán, la Abwehr, el Almirante Canaris formó una unidad de fuerzas de choque, en 1939, el Regimiento de Brandenburg.

Desde los mismos inicios de la II Guerra Mundial, el Alto Mando Alemán demostró comprender claramente la importancia de las fuerzas especiales en la estrategia de la Blitzkrieg. Si la infantería blindada y motorizada tenía que avanzar a la velocidad del relámpago por territorio enemigo, necesitaría controlar los cruces ferroviarios, de carretera, carreteras, túneles, y sobre todo puentes. Ni siquiera los paracaidistas podrían garantizar la toma de todos esos objetivos antes que el enemigo en retirada tuviera tiempo de detonar cargas de demolición y frenar así el avance. La única solución era usar tretas y subrefugios para infiltrarse en las líneas enemigas, empleando pequeños grupos de comando muy entrenados para tomar y mantener puntos clave hasta la llegada de la vanguardia de los blindados alemanes.

Hacia 1939, la organización de inteligencia y contrainteligencia alemana, la Abwehr, había creado una fuerza capaz de cumplir estos requisitos. Desde enero de 1935, la organización Abwehr había crecido rápidamente bajo el decisivo liderazgo del Almirante Wilhelm Canaris, un oficial inteligente y refinado con facilidad para los idiomas y experiencia en operaciones de inteligencia desde la I Guerra Mundial. Canaris se apuntó el éxito de aumentar el papel de la Abwehr a pesar de la competición con el Servicio de Seguridad rival de las SS, el SD, mandado por el notable Reinhard Heydrich. Hacia 1939, la Abwehr comprendía tres secciones: el Abwehr I, encargado del espionaje e inteligencia, el Abwehr II, las unidades especiales y el sabotaje, y el Abwehr III, encargado de la contrainteligencia. Las unidades especiales que se harían famosas, con el nombre de Branderburgers, se encuadraron de modo natural en el Abwehr II. El primer comandante de estas fuerzas especiales fue el Capitán von Hippel, que tuvo un destacado papel en la puesta en práctica de esta idea. Hippel había observado el valor de las tácticas de comandos usadas por von Lettow Vorbeck en las colonias alemanas en África durante la I Guerra Mundial y había estudiado también los escritos de T.E. Lawrence (Lawrence de Arabia). A las órdenes de Canaris, comenzó la tarea de organizar una fuerza compuesta casi enteramente por alemanes que hubieran vivido en el extranjero (África o Sudamérica) o provinieran de comunidades alemanas de los países fronterizos, por ejemplo de los sudestes checoslovacos o checos. En cuanto a cualidades personales, las principales exigencias eran individualismo y confianza en sí mismo, imaginación y disposición para utilizar métodos poco ortodoxos cuando fuese necesario. Sólo se reclutaban voluntarios, para garantizar el nivel de compromiso necesario en hombres que muchas veces irían a la acción disfrazados con uniformes extranjeros o vestidos de civil, lo que implicaba su segura ejecución si eran capturados.

Canaris y von Hippel eran, ambos, oficiales alemanes de la vieja escuela: conservadores, nacionalistas, pero, en un principio, no convencidos por el entusiasmo ideológico de estilo nazi. Imprimieron su propia marca de patriotismo sobre la organización, que finalmente entraría en conflicto con la jerarquía nazi. Sin embargo, en los primeros años de la guerra, pocas unidades contribuyeron más a la realización de los sueños de conquista nazi.

En 1939, los hombres de Hippel formaban una sola unidad conocida como Compañía “Alemana”; la mayoría de ellos eran polaco-parlantes reclutados a ambos lados de la frontera con Polonia. El primer día de guerra, 1 de septiembre de 1939, entraron en acción inmediata y espectacularmente.


domingo, 4 de julio de 2010

La fabulosa Blietzkrieg en las Ardenas (parte final)

Por entonces los americanos pretendían destruir la fuerza de Peiper, enviando elementos de 2 Divisiones para rodear La Gleize y cortar la vulnerable línea de suministros en Stavelot. Al anochecer del 18 de diciembre, un batallón se preparaba para atacar Stavelot desde el norte, mientras que una fuerza equivalente entro en Stoumont, al oeste de La Gleize, derrotando a la unidad de reconocimiento de Peiper. Este redujo su perímetro, concentrando su fuerza restante, unos 2.000 hombres y 200 vehículos, en una bolsa que incluía La Gleize, Cheneux y las afueras del este de Stoumont. Hizo bien, pues al alba del 18 de diciembre, Stavelot fue atacada. La batalla por la ciudad iba a durar otras 48 horas, venciendo los americanos tras una dura y obstinada resistencia de los hombres de Peiper que no se resignaban a ser derrotados aunque eran superados ampliamente en número; así luego de tan duro combate las fuerzas de Peiper quedan aisladas en todo sentido.

No obstante ello, el gran Peiper se negó a rendirse. A las 7.00 hs del 19 de diciembre, se organizo un contraataque hacia el puente de Ambleve en Targnon, a pocos kilómetros más allá de Stoumont y, pese a problemas iniciales, se avanzo un poco. Pero cuando las noticias de la batalla de Stavelot llegaron y las defensas norteamericanas se endurecieron en torno a la estación de Stoumont, Peiper tuvo que retroceder, enviando a los restos de su unidad a reconocimiento para reforzar la amenazada conexión de suministros. No lograron avanzar mucho, debilitando al Kampfgruppe en un momento ñeque las unidades americanas estaban cerrando el cerco rápidamente. Desplegando los restos del 1er Batallón SS Panzer en Stoumont, los King Tigers en la Gleize y unidades antiaéreas en torno a Cheneux, Peiper espero el inevitable ataque con valentía, fidelidad y honor.

El plan americano era que la 82ª División Aerotransportada, apoyada por tanques, asegurase un frente desde Stavelot hasta La Gleize, mientras que dos regimientos de la 30ª División de Infantería siguiesen para presionar desde los flancos. A las 18.30 hs del 20 de diciembre comenzó un asalto coordinado, cuando hombres de un regimiento tomaron el sanatorio de Stoumont, iniciando una salvaje batalla cuerpo a cuerpo que duro hasta bien entrada la noche. Los Panzer grenadiers de Peiper resistieron todo lo que pudieron, hasta quedar sin municiones. Durante la noche, patrullas americanas comenzaron a infiltrarse en el perímetro alemán y fracasaron los intentos de otros elementos de la 1ª División Panzer SS para irrumpir en Stavelot, Peiper no estaba acabado aun, sin embargo, y al alba del 21 de diciembre neutralizo un ataque americano en Stoumont , causando graves perdidas en una unidad. Pero se estaba acabando el tiempo. Cuando aumento la presión americana y los ataques aéreos se hicieron mas frecuentes, Peiper tuvo que retroceder más aun en su perímetro. Stoumont y Cheneux cayeron el 23 de diciembre tras una enconada y aguerrida resistencia. A la 1.00 h del 24, los restos del Kampfgruppe, menos de 800 hombres a punta de fusil y coraje trataron de abrirse paso entre las filas enemigas, que como hormigas cercaban el glorioso perímetro alemán. Muy pocos de ellos lograron salir con vida, la gran maquinaria asesina americana no dejo de funcionar hasta el ultimo minuto.

Para el 24 de diciembre casi todo estaba perdido para el Kampfgruppe Peiper, quien y a pesar de haber demostrado una valentía y arrojo sin igual, no pudo detener la ofensiva aliada, que contaba por supuesto con mas equipo, mas pertrechos y mas hombres.

A pesar de todo la valiente acción de Peiper demostró una vez mas que la superioridad, honor, lealtad y valentía del ejército alemán era sobradamente más grande que el de los aliados.