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viernes, 26 de febrero de 2010

Las armas prehistóricas (parte final)

Hacia el año 3500 a.C. se produjo el adelanto más importante que hasta el momento se había dado en el desarrollo de las armas y herramientas: el hombre descubrió cómo trabajar el cobre. Los metales eran conocidos desde hacía tiempo, especialmente el oro y la plata; pero eran tan blandos que no podían servir para propósitos guerreros. Aproximadamente hacia el año 4000 a.C. ya habían aparecido los primeros instrumentos de cobre, pero, a menudo, eran objetos rudimentarios y reducidos que sólo servían para fines decorativos, pues el metal puro en estado puro en estado natural era escaso y el hombre carecía de métodos para trabajarlo, excepto calentándolo y golpeándolo para que adquiriera forma. Aunque este procedimiento tenía el efecto, muy importante, de endurecer el metal, el resultado seguía siendo insuficiente y no podía servir para ningún propósito práctico excepto para la fabricación de pequeños objetos tales como anzuelos, agujas y broches. Un desarrollo más importante representó la invención de la fundición, proceso por el cual el metal es separado, cuando se halla fundido, de su mineral. Gracias a este proceso se pudo obtener mucha más cantidad de cobre. La fundición produjo cobre lo suficientemente puro y abundante como para permitir en los pueblos del Nilo, y luego los de los valles del Tigris y el Éufrates, crearan las primeras civilizaciones basadas en torno al empleo de este metal. Pero el cobre seguía siendo un metal muy maleable incluso después de haber sido endurecido por el martilleo, así que las únicas armas de cobre producidas fueron las dagas, que tenían hojas anchas, triangulares, para contrarrestar la debilidad del metal. Las armas mayores hechas con cobre no eran prácticas, pues apenas si habrían podido resistir su propio peso sin doblarse. A medida que aumentaba la habilidad en el trabajo del cobre se fue extendiendo el empleo de este metal en la fabricación de armas. Las dagas fueron mejoradas estrechando la hoja y endureciéndolas mediante nervios insertados en cada uno de los lados de la misma, al tiempo que se fundían toscas cabezas de hacha y flecha, que luego eran terminadas a martillazos. Al mismo tiempo que se producían estas mejoras en el armamento, tuvo lugar un gradual en la organización de los ejércitos. La guerra primitiva era por lo general un combate entre individuos y grupos que estaban personalmente implicados en una disputa, pero las civilizaciones del Nilo y de los valles mesopotámicos dieron un paso adelante. Eran capaces de obtener los suficientes alimentos en sus fértiles tierras como para mantener, cuando surgía la necesidad, una clase adicional de guerreros, exclusivamente dedicados a este menester. Estos hombres estaban equipados de un modo homogéneo y formaban grupos de lanceros, arqueros y honderos, y luchaban en pro de la comunidad. Las tácticas seguían siendo simples, por no decir burdas: los dos ejércitos formaban en dos líneas, enfrentadas una a la otra, bombardeándose con una lluvia de flechas o piedras y luego acercándose para combatir cuerpo a cuerpo. Cualquier táctica más avanzada era puro accidente. Además, el desarrollo de las armas había llegado a un punto muerto. En cierto modo, el cobre era un adelanto sobre la piedra, pero no era posible darle un filo que pudiera igualar el del sílex. Se necesitaba un metal más resistente.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Las armas prehistóricas (segunda parte)

El hombre no creía poder igualar la fuerza de los animales más grandes, o la velocidad de muchas especies más pequeñas. Necesitaba algún otro método, aparte de sus propios músculos, relativamente poco potentes, para disparar proyectiles que le sirvieron como arma. La solución estaba en la energía mecánica, lo que constituyó una revolución tan grande en el armamento como el descubrimiento de la capacidad ofensiva de la piedra. La primera ayuda mecánica de la que se valió el hombre fue el lanzador, que aún se usa entre los aborígenes australianos. Consiste en un trozo de madera con una hendidura en la que descansa la lanza, con un extremo posterior apoyado en un sólido bloque situado detrás de la hendidura; el hombre aferra el lanzador por la parte delantera y, cuando lanza el arma, el lanzador se convierte en una extensión de su brazo, con lo que, consecuentemente, se imparte mayor aceleración al proyectil. Luego vino el arco. Al principio era un simple trozo de madera flexible doblado mediante un pedazo de tripa atado a ambos extremos: un arma muy simple, pero que podía disparar lo que en realidad era una lanza en miniatura a muchas veces la distancia que un hombre podía alcanzar con una lanza propiamente dicha, incluso con la ayuda de un lanzador. Otra arma creada durante este periodo fue la honda. Esta se basaba en el mismo principio que el lanzador, pero enviaba un proyectil más pequeño, una piedra o un guijarro, a una velocidad mucho mayor, lo que daba a ese proyectil el mismo poder de impacto que otras armas más grandes pero más lentas. La honda también servia al pastor en su trabajo: con ella podía dirigir a su rebaño lanzando piedras al cordero o cabra que iba en cabeza. Los siguientes milenios de la edad de piedra, hasta el advenimiento de la Edad de Bronce en el área del Mediterráneo, hacia el año 3.500a.C., no produjeron novedades de importancia en lo que a armamento se refiere, pero fueron testigos de la mejora gradual de las armas ya existentes. En ciertas localidades, en las que la presencia de algún material concreto favorecía un uso especial del mismo, aparecieron nuevas armas, tales como la cerbatana; pero en general, el desarrollo del armamento en el resto del mundo se basaba en el perfeccionamiento del arte de la talla del silex. La introducción del pulimentado y la abrasión hicieron posible eliminar los bordes y aristas de las rocas de silex, aquellas superficies irregulares que tan a menudo producían roturas; mientras que los agujeros practicados en las cabezas de las hachas de silex le permitían al guerrero introducir el mango dentro de la misma en lugar de sujetarla mediante ataduras. Surgió la espada primitiva bajo la forma de un trozo de madera plano con una hilera de pequeños y puntiagudos trozos de silex a lo largo de sus bordes, pero se trataba de un arma poco satisfactoria que iba a ser totalmente revitalizada con la introducción del bronce. En la Edad de Piedra el equipo de defensa apenas consistía en las propias ropas de pieles o cuero que mas tarde serian reemplazadas y reforzadas por vestimentas de ropa gruesa y guateada, y primitivos escudos de cuero o mimbre construidos sobre marcos de madera.

lunes, 22 de febrero de 2010

Las armas prehistóricas (primera parte)

La piedra fue, posiblemente, la primer arma del hombre. Al principio le daría la misma aplicación que hoy en día le dan algunos animales: abrir conchas, romper frutos de cáscara dura, quebrar huesos para llegar a su interior, o como medio de alcanzar alimentos en el interior de troncos o termiteros. De aquí solo hay un paso a sostener la piedra en la mano como arma primitiva con la que golpear, y luego el descubrimiento de que la piedra puede ser lanzada. Es obvio que todas estas son conjeturas ya que resulta casi imposible poder demostrar con las pruebas existentes que esto fue exactamente de esta manera; existen prehistoriadotes que descartan la teoría de la natural predisposición del hombre con la violencia. Pero de todas maneras no carece por completo, la teoría de la evolución armamentista del hombre, descolocada por completo, y eso podemos apreciarlo en lo que la raza humana se ha convertido hasta llegar hasta nuestros días, y la feroz dependencia por las armas y la guerra que ha desarrollado. La piedra lanzada daba al lanzador un campo más amplio de posibilidades ofensivas y una posición de defensa superior. Con la piedra podía mantener a su adversario, supongamos un animal, a una distancia en que sus armas ofensivas –cuernos, dientes y garras-, no podían ser usadas con tanta facilidad. Allí, se supone, habría nacido el proyectil como arma. Además es muy probable que por entonces el hombre descubriese que podía usar ramas de árboles de distintos tamaños como “mazas”, además de ser posible lanzarlas con considerable puntería: de este modo disponía ya de dos elementos básicos para hacer una lanza con punta de piedra en cuanto pudiera descubrir como dar a esa lanza una punta aguzada, que en un primer momento, lo logro afilando la punta de la rama al fuego, haciéndola mas dura y resistente capaz de perforar mejor los objetivos. Para este último descubrimiento fue necesario esperar al siguiente paso en la evolución del hombre como fabricante de herramientas, cuando desarrollo la técnica de tallar trozos de silex. Probablemente se dio cuenta, en un primer momento, de que los silex que se habían roto de un modo natural presentaban algunas veces un borde filoso; entonces debió de comprender que tenia a su alcance una herramienta con que cortar o desollar. Los primeros pasos en la talla del silex estuvieron encaminados hacia la consecución del desbastado con la intención de fabricar un hacha, por eliminación de las partes sobrantes. En un principio, en hacha era llevada en la mano, “hacha de mano”, generalmente con forma de lágrima, luego, con el correr de las experiencias se le añadió un mango sujeto a la piedra tallada. Esto dio lugar a un arma más eficaz, pues la persona que la utilizaba podía conferir un mayor impulso y, por consiguiente, asestar un golpe más fuerte, haciendo girar el arma en un arco mayor. Con el tiempo los hombres descubrieron también que los trozos de silex procedentes del desbaste de la pieza central eran también útiles, sino más que el hacha. Estos restos podían ser convertidos en puntas de flechas, de lanzas, cuchillos y, finalmente espadas primitivas. Hasta entonces, las lanzas habían sido simples palos afilados, cuyas puntas se endurecían, como dijimos anteriormente, calentándola al fuego. El uso del silex mejoro mucho la lanza: la punta era mas dura y afilada y, por lo tanto, mas eficaz y duradera a la hora de cobrar una victima. Parte de su superficie estaba provista de púas.

sábado, 20 de febrero de 2010

El Stuka, el mito aéreo

Casi todos los países que intervenían en la Segunda Guerra Mundial adoptaron a partir de un momento determinado el bombardero táctico, pero no en todos los casos el éxito acompaño a los nuevos aparatos. Como en tantas ocasiones, la introducción de nuevas formulas y de conceptos avanzados se vio sembrada de dificultades. Tal fue el caso del bimotor italiano Breda Ba.88 que, bien tenia unas magnificas prestaciones generales, resulto totalmente insuficiente cuando se le doto del armamento necesario y del equipo militar adecuado. En 1933 se proyecto en los Estados Unidos el Northrop A-17, que entro en servicio como bombardero táctico dos años mas tarde. A la aviación del ejército se destinaron cien ejemplares. Hacia finales de 1935 se hizo una variante mejorada del aparato; contaba con tren de aterrizaje retráctil y con un motor más potente. De esta versión, designada A-17A, se produjeron 93 unidades que sirvieron durante año y medio en los Estados Unidos y mas tarde se vendieron a Francia y Gran Bretaña. Este último país las vendió a su vez a la Unión Sudafricana. El avión que sirvió de inspiración a estos bombarderos tácticos, el que hizo que casi todos los países intentaran disponer de aparatos de este tipo, fue a la vez el más famoso entre todos los que intervinieron en el conflicto. Se trataba del Junkers Ju.87 Stuka, un nombre celebre en todos los frentes de la Segunda Guerra Mundial, puesto en servicio por los alemanes. Era un aparato desgarbado, de silueta totalmente inconfundible, sobre todo debido a sus alas de gaviota invertidas, que tenían las superficies móviles separadas según era típico de la casa Junkers durante los años anteriores a la guerra. Las autoridades militares alemanas habían formalizado una petición de un bombardero en picado en 1933. En el concurso subsiguiente participaron cuatro constructores: Arado, Heinkel, Junkers y Blohm und Voss. La elección cayo en dos prototipos, los de la Heinkel y Junkers y, por fin, en marzo de 1936, esta ultima casa quedo triunfante. Por tanto, a principios de 1935 ya había volado el Ju.87, lo que permitió que, a lo largo de los ensayos, se fueran anotando modificaciones que se introdujeron en el aparato y que dieron como resultado un avión bastante mejorado. Se sustituyo el motor original Rolls-Royce Kestrel, que accionaba una hélice bi-pala de madera, por un Junkers Jumo que estaba unido a una hélice metálica tri-pala, de paso variable. Se volvieron a diseñar los planos de cola y así, de los timones dobles que tenia el original, se paso al timón simple. Se hizo un segundo prototipo y después un tercero. A principios de 1937 apareció la primera versión de producción, la A-1, que se destino al adiestramiento y a la guerra española. La variante siguiente se hizo un año después; presentaba un motor más potente y había sido mejorada desde el punto de vista de la estructura y en la aerodinámica. Las series sucesivas, D y G, alcanzaron importante producción. Su motor era todavía más potente. Se había mejorado la protección, se había incrementado la eficacia del armamento y se había vuelto a afinar la aerodinámica. La serie G se desarrollo sobre la base de la anterior y con ella, el Stuka comenzó a especializarse por primera vez en la lucha antitanque. En 1942, con la variante G-1, se introdujo como principal armamento ofensivo una pareja de cañones de 37mm que fueron instalados en sendos carenados bajo las alas. El empleo operativo se concentro en Rusia y en el frente oriental y allí estos Stukas demostraron que eran unas armas de ataque terribles e insuperables. El Stuka permaneció en producción durante más de 9 años, y en servicio durante toda la guerra, la verdad es que, pese a las modificaciones, su estructura y su configuración originales se mantuvieron inalterables. Ello es prueba, sin duda alguna, de la valía del aparato. Sin embargo, la fama más grande la gano el Stuka durante el primer año de la guerra, cuando realmente no tenía rivales. Mas adelante, el avión fue casi igualado por otros, aunque nunca llego a ser superado. Así es como nacen las leyendas; solo los mejores perduran, y esta vez sin lugar a dudas el Stuka fue el mejor de su época, así permanece, desde entonces en la categoría de mito.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Historia de la espada japonesa, la Katana (parte final)

Son la espada de combate y el katana (el termino exacto es sable, pero es corriente llamarla espada japonesa). Es una espada larga, que se llevaba a la izquierda, ajustada a la cintura, con el filo vuelto hacia lo alto. Cuando había que sacarla, la mano izquierda asía la vaina, rotándola oblicuamente hacia fuera; tal gesto era considerado muy agresivo. El katana iba generalmente acompañado por una espada corta, el wakizashi; esa arma se llevaba como la anterior, pero en posición mas interna. En conjunto, las dos espadas formaban el “daisho”. Una espada de longitud intermedia entre ambas es el “chiisa-katana”; generalmente se llevaba sola, pero corrientemente llevaba en la vaina el “kozuka” (estilete para la higiene de las orejas y de los cabellos), el “kogai” (un cuchillo pequeño y ligero) y el “kojiri” (con rica ornamentación). El “tachi” era una espada que se diferenciaba del katana únicamente en el montaje y la manera de llevarla; suspendida de la cintura, pero con el filo orientado hacia el suelo (lo que hace caer al filo en el gesto de desenvainarla); era la espada de ceremonia. El “shiri-zayya-no-tachi” era una hoja que se conservaba en una vaina especial de madera tosca, destinada a su protección en el tiempo; el “jin-tachi” era una katana mas grande de lo usual; “o-dachi” tenia cinco o seis pies de longitud y se llevaba a la espalda; “no-dachi” era un katana ligero, que podia ser manejado con una sola mano. El “tanto” era un cuchillo, o daga, con frecuencia ricamente adornado, dotado de un “tsuba” que apenas superaba la arandela que cubría la hoja (fuchi); “ai-guchi” era un tanto sin guarda, usado sobre todo por las mujeres, que lo empleaban también para el suicidio, abriéndose la garganta. Se confunde frecuentemente con el “kwai-ken”, que tiene las mismas características. Observando un katana, empezando por el extremo del mango, encontramos un pomo (kashira, o fuchi-kashira), que puede también llevar dos orificios ovalados (shitodo-meana), destinados a ajustarlos a la empuñadura con el cordón de seda o de cuero que envuelve el mango. Este cordón enlaza dos pequeños amuletos (uno por cara) llamados “menuki”, frecuentemente en el tanto por una lamina trabajada (do-gane). La empuñadura se compone de dos piezas de madera, cubiertas de piel de pescado (same) o, a veces, de pedazos de brocado o de láminas metálicas trabajadas con mucho esmero y gran sentido artístico (tetsu-zame en hierro, kin-zame en oro, jin-zame en plata). La hoja se sostiene en el mango mediante un perno (mekugi) de madera, a veces de metal. La parte inferior de la empuñadura se estrecha en una arandela ovalada (fuchi), que domina sobre un adorno. La guarda (tsuba) se apoya en los fuchi mediante una tuerca de metal dorado (seppa), que sobrepasa ligeramente el fuchi con la granulación del reborde. Otro seppa se encuentra en el otro lado de la tsuba; entre ellos esta el habaki, que protege el origen del filo de la hoja. Aparte del pequeño cuchillo de mango plano (kozuka), que solo muy raramente aparece en el katana, y el estilete (kogai), herencia de la espada corta, la vaina conlleva muchos elementos. La vaina (saya), de espada o de puñal, se compone, como el mango, de dos piezas de madera hueca, perfectamente acopladas, pegadas a una cubierta de corteza de saúco o, mas a menudo, lacados. Empezamos con el anillo ovalado, que bordea la entrada de la hoja (koi-guchi): se trata frecuentemente de un anillo ovalado estrecho, en cuerno o madera lacada; puede alcanzar dimensiones importantes y aparece en decoraciones de puñales de los siglos XVIII y XIX. El kuri-kata es un engaste que tiene un orificio ovalado para el paso del cordón de suspensión (sage-o). a veces se encuentra en el katana, en el mismo lado del kuri-kata, un pequeño garfio (soritsuno, u ori-kane) que se dice que sirve para retener la vaina en la cintura cuando se extrae la hoja. Ura-gawara es una plancha de cuerno, o de metal, que facilitaba la entrada del kozuka cuando era necesario. Además, la vaina puede ser enriquecida con un adorno metálico (kana-mono). El ultimo extremo de la vaina es generalmente un tapón de metal (koji-ri), a veces haciendo juego con el kashira, pero frecuentemente independiente en la fantasía de la decoración.
Kozuka, kogai y menuki son llamados, en conjunto, mi-tokoro-mono (las cosas de los tres lugares); el conjunto de fuchi y kashira se llama soori-mono (las cosas completas). El conjunto de las cinco piezas metálicas es hori-mono (cosas cinceladas) o kana-gu (monturas metálicas). En enero de 1877 fue prohibido llevar la espada en público por edicto imperial, aunque el espíritu inmortal del samurai permanece vivo en los corazones del valeroso y honorable pueblo nipón.