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viernes, 31 de julio de 2009

El combate de choque montado

Seria un error pensar que solo porque la caballería de la Edad Media y de la Antigüedad no poseían estribos, no era capaz de luchar de forma efectiva. La guerra a caballo llevaba existiendo mas de un milenio antes de la proliferación de los estribos en Europa, el mundo musulmán o el este de Asia. Quienes luchaban a caballo debieron ser capaces de blandir sus armas (lanzas, espadas y arcos) de forma efectiva, utilizando sus fuertes rodillas y piernas para sujetarse bien al caballo. Al mismo tiempo que se volvían algo habitual, los estribos hicieron que quienes los utilizaban se olvidaran de las antiguas técnicas para blandir las armas cuando no se tenía los apoyos de los pies. Si a esto le sumamos otras innovaciones tecnológicas, tenemos que la caballería de los siglos VI y VII no pudo haber igualado las habilidades de sus equivalentes de comienzos de la Edad Media. En otras palabras, que un caballero normando no habría sido capaz de luchar como un soldado de caballería visigodo o huno, porque sus estilos de lucha eran por completo diferentes. (Por otra parte, los guerreros de comienzos de la Edad Media pueden haber sido perfectamente capaces de adaptarse con facilidad a las nuevas tecnologías.) Evidentemente, los estribos mejoran la capacidad de la caballería para luchar al sumarle a su capacidad de combate la posibilidad de realizar un choque montado, pero ¿la carga con lanza apareció al mismo tiempo que los estribos? De no ser así ¿Cuándo se adopto esta táctica?
La respuesta a la primera pregunta es no; al menos no existen pruebas definitivas que sugieran que la táctica y la tecnología fueron concurrentes. Esto ha hecho que los historiadores intenten buscar una fecha mas concreta para la carga con lanzas y la adopción del combate de choque montado. Durante muchos siglos se asumió que la táctica fue desarrollada a comienzos de la Edad Media, quizás tan temprano como en la batalla de Adrianópolis (378). No obstante, este punto de vista fue desmontado de forma efectiva en 1951, cuando D. J. Ross, sostuvo que los primeros combates con cargas de lanzas no son anteriores a la creación de los primeros cantares de gesta, que fecho entre el 1050 y el 1100. A su vez, esta tesis fue rebatida en 1962 por Lynn White Jr. En su libro Medieval Technology and Social Change. Él afirmaba que el combate de choque a caballo se conocía desde mucho antes que la fecha establecida por Ross, posiblemente tan temprano como el siglo VIII, la misma centuria en que Lynn creía que habían desarrollado los estribos y donde situaba el origen del ejército con predominio de la caballería pesada. La fecha de White para el origen del combate de choque montado no permaneció mucho tiempo sin criticas. Antes de que transcurriera un año, Ross había defendido su tesis de 1951 utilizando, no solo los cantares de gesta, sino también el Tapiz de Bayeux como pruebas. Durante los siguientes dos décadas se publicaron varios artículos apoyándolo, todos los cuales situaron la fecha de la introducción del combate de choque montado en algún momento entre c 1050 y c 1150. En 1965, François Buttin utilizo una abundante cantidad de fuentes narrativas originales para sostener que la fecha se situaba a mediados del siglo VII. En 1980, David C. Nicolle afirmo que la fecha se situaba a principios del siglo VII basándose en la influencia de las cargas con lanza de los cruzados contra los musulmanes. En 1985 S. Bachrach en “Animals and Warfare in early medieval Europe” sostuvo que la fecha de aparición era el siglo VII, basándose en el desarrollo de la silla de montar con pomo y borrén trasero. Este mismo año Victoria Cirlot utilizo fuentes artísticas y diplomáticas catalanas para situar la fecha en c 1140 y en 1988 Jean Flori sugirió la fecha de c 1100 basándose en narraciones, poemas épicos y documentos ilustrados cristianos y musulmanes. Cualquiera que pueda haber sido la fecha original, parece indudable que para mediados del siglo VII la lanza para carga había comenzado a dominar los campos de batalla y que desde entonces hasta el final de la Edad Media el combate de choque montado fue el uso básico, sino único, de la lanza a caballo. También era una táctica empleada de forma universal por toda la Europa occidental, como se aprecia claramente en el número de fuentes artísticas procedentes de todos los reinos europeos que representan lanzas de caballería en posición baja. Las crónicas contemporáneas hablan de que la lanza fue la principal arma ofensiva de los cruzados en Tierra Santa, donde el primer ataque siempre era una carga de combate de choque montado. En Inglaterra, el Assize de Arms de 1181 decretado por Enrique II especifica que la lanza era la única arma requerida para los jinetes que combatían. Un requerimiento similar fue promulgado para todos los soldados de caballería en Florencia en el 1260, y en España, Alemania y Francia, también se practicaba el combate de choque montado. Sea cual haya sido la fecha del empleo de esta poderosa táctica de choque montada, lo cierto es que el estruendoso arrebato de un centenar de jinetes envueltos en sus destellantes armaduras y empuñando la lanza firme hacia el enemigo habrá sido un espectáculo asombroso.

miércoles, 29 de julio de 2009

El brutal pueblo Escita

Acostumbrados a una vida dedicada a proteger sus ganados y apoderarse de los ajenos, los escitas fueron un pueblo sumamente belicoso. Lamentablemente no se conservan datos concretos y detallados sobre sus tácticas de batallas, pero, a juzgar por las acciones de pueblos con mucho en común, sus enfrentamientos se iniciaban con seguridad con una mortífera lluvia de flechas a gran distancia, seguidos de ataques y retiradas fingidas para atraer al enemigo a posiciones vulnerables. Una vez terminadas las flechas, los infantes de seguro se acercaban al enemigo a una distancia prudencial y atacaban con una descarga de venablos y jabalinas antes de acometer cuerpo a cuerpo. Los nobles con armaduras, sobre los caballos más grandes, dominaban esa fase del combate. Frente a oponentes poderosos, los escitas se retiraban a la estepa, hostigando a los invasores y escogiendo el mejor momento para el contraataque (guerra de guerrillas). Emplearon estas tácticas contra la monarquía persa aquemenida de Darío I cuando invadió Escitia en el año 512 a.C. se retiraron ante el avance de las tropas persas, para luego regresar, de improviso para acosarlos y volver a desaparecer, repitiendo esta maniobra hasta agotar al ejército persa que nunca encontraba un frente de batalla. Día y noche la línea de suministros de los persa era acosada y derrotada su caballería. Lo único que salvo a Darío fue su infantería, armada principalmente con arcos compuestos, y sus mulas y burros, que, desconcertaban a los caballos escitas por sus ruidos y aspecto extraño para ellos. Al final, Darío tuvo que iniciar una vergonzosa retirada, para que su ejército no muriera de hambre. Mas tarde los escitas destruyeron un ejército macedonio enviado por Alejandro Magno para sojuzgarlos, aunque antes habían sido ellos derrotados en los Balcanes por Alejandro y sus falanges.
Desde finales del siglo IV a.C., otros nómadas de las estepas, los sármatas, invadieron los territorios escitas provenientes desde el este y terminaron por expulsarlos. Un motivo de este resultado pudo estar relacionado con los caballos de los nobles sármatas. Mientras que la raza sármata común era pequeña y veloz, las carcasas y esqueletos de caballos encontrados en el yacimiento de Pazyryk, Asia Central, revelan que estos animales alcanzaron una alzada de 152 cm o más. Normalmente de color pardo o castaño, a veces bayo, con cascos oscuros (que, como se sabe, son menos propensos a romperse o desgastarse que los claros), los machos estaban castrados, una respuesta a la notable obstinación de la raza, que era difícil de manejar. Con estos animales, los sármatas podían contar con una caballería pesada, de hombres y caballos vestidos de armadura, aunque no de metal sino de escamas de cascos de caballo o cuero ligero y resistente. Los hombres llevaban largas lanzas con ambas manos y cargaban a un galope suicida.
Apoyados por sus propios arqueros a caballo, debieron disfrutar de una gran ventaja sobre la caballería escita, más ligera.

martes, 28 de julio de 2009

Mercenarios en el Congo (parte final)

Una vez asegurada Kindu, el 5º Comando estaba en condiciones de lanzar su asalto principal contra la capital rebelde, Stanleyville, situada al norte del Congo y a orillas del río que da nombre al país. Poco antes del crepúsculo del 23 de noviembre, el 5º Comando partió de Kindu a toda velocidad y se dirigió al norte como vanguardia de Lima Uno, una columna que combinaba todas las fuerzas del gobierno. Horae tenía como norma no desplazarse nunca de noche, pero los simbas amenazaban con masacrar a sus rehenes y la velocidad era esencial. Alastair Wicks describió esa noche como la experiencia mas enervante que jamás había padecido. De cuando en cuando la columna sufría alguna emboscada. El teniente Hans Von Lieres resulto herido dos veces y varios “voluntarios” murieron. Lima Uno alcanzo Stanleyville al día siguiente y descubrió que la ciudad había sido controlada ya por 600 paracaidistas belgas que habían sido especialmente transportados a la zona para rescatar a los rehenes. El caudillo de los simbas había amenazado varias veces con que estaban a punto de hacer fetiches con los corazones de sus cautivos belgas y norteamericanos, y vestidos con sus pieles. En la práctica los rebeldes asesinaron a 29 rehenes y después abandonaron la ciudad. El 5º Comando tomo a su cargo la ciudad “libero” algunas entidades bancarias y después se solazo con actividades menos justificables. Uno de sus mercenarios no solo violo a una joven negra, sino que después la llevo a la orilla del río y la asesino. A pesar de los intentos de Horae de controlar a sus hombres estos no creían que el pillaje y la violación fuesen faltas excesivamente graves: en el fondo, la disciplina de una unidad mercenaria depende del acuerdo general y no de unas estrictas ordenanzas. Sin embargo, el asesinato a sangre fría era harina de otro costal. Se formo consejo de guerra y el mercenario fue declarado culpable. Pese a las presiones ejercidas para que se cumpliera la sentencia, Horae se vio incapaz de ejecutar a su soldado. Pero como ese hombre era futbolista profesional, Horae en persona le corto los dedos pulgares de los pies, un acto que un oficial británico describió como “ortopédicamente injustificable”.
En enero de 1965 expiro el contrato de seis meses de los mercenarios y prácticamente todos los integrantes del 5º Comando habían abandonado ya la unidad. Durante esos seis meses habían suprimido el peligro de los simbas que amenazaban con imponerse en el resto del país, y recapturaron la capital simba. Era sin dudas un logro extraordinario. Horae recluto 150 nuevos mercenarios, sobre todo en Johannesburgo. Durante los seis meses siguientes, él y sus comandos, estacionados en las provincias nororientales, fueron de uno a otro reducto rebelde, liberaron pueblos y ciudades y rescataron rehenes blancos, en especial monjas y misioneros, de las garras de los vengativos simbas. Mientras tanto, egipcios y argelinos suministraron a los simbas armas mas modernas, principalmente a través de Sudan, e incluso circularon rumores de que las fuerzas rebeldes eran dirigidas por asesores chinos. Las tácticas de los simbas habían mejorado, pero Watsa en la provincia de Kivi, fue liberada en marzo; con Watsa los rebeldes perdían su principal fuente de riquezas, las minas de oro de Kilo-Moto.
Ahora quedaban aun un reducto rebelde, la salvaje región de Fizi-Baraka, situada al sur de la provincia de Kivi y habitada principalmente por la tribu Bahembi. Los segundos contratos de seis meses vencieron antes de que Horae pudiese romper esa dura nuez. Fizi-Baraka era una meseta montañosa, cuyo único acceso por carretera pasaba por fuerza por el escarpe de Lulimba y daba a los rebeldes una posición muy segura. Por fin, tras algunas dificultades, se completaron los efectivos de los comandos (Horae llego a considerar la posibilidad de “pedir prestadas” fuerzas regulares sudafricanas). El 27 de septiembre de 1965 se lanzo una “operación combinada” de ataques terrestres y lacustre con apoyo aéreo. Wicks mando el ataque de una fuerza de 100 hombres contra la fortaleza montañosa de Lulimbay consiguió que los simbas concentraran en él su atención y no advirtieran un ataque principal contra Baraka, junto al lago Tanganika. Tras fuertes combates y graves perdidas la ciudad cayo y la fuerza avanzo rápidamente hacia Fizi y para unirse a Wicks en una maniobra envolvente sobre Lulimba. Después de ello solo quedaron pequeños reductos rebeldes a orillas del lago y hacia octubre de 1965 la revuelta simba estaba virtualmente sofocada. Un mes mas tarde, el 25 de noviembre, el general Mobuto Seseseko tomo el poder en el Congo e inmediatamente ceso a Horae y Wicks, que consideraba peligrosamente leales al régimen anterior.
De cualquier modo ambos hombres habían terminado su tarea. En 18 meses, con solo un puñado de mercenarios, habían sojuzgado la mayor rebelión registrada en el que era el país más extenso del África Negra y habían conseguido que el 5º Comando se inscribiera en los anales de la historia militar moderna.

domingo, 26 de julio de 2009

Mercenarios en el Congo (parte segunda)

La siguientes actuación del 5.º Comando, a cargo del 51.º Comando del teniente Gary Wilson, fue un éxito rotundo, pues vengó el fracaso anterior y recapturó Albertville. Era una victoria importante en sí misma –Albertville era una ciudad considerable y quien ostentase su control podía amenazar tanto la provincia de Kananga, en el sur, como los simbas habían hecho, como la Provincia Oriental, en el norte, como el 5.º Comando se disponía a hacer–, pero sobre todo esa victoria reforzó la moral del 5.º Comando: había demostrado su superioridad respecto de los simbas y sentó las bases para que sus hombres se ganasen la reputación de “gigantes blancos”. Las tácticas desarrolladas por el 5.º Comando eran, si se quiere, poco convencionales, pues se basaban únicamente en la velocidad y la potencia de fuego. El 5.º Comando no realizaba laboriosas aproximaciones por “saltos” ni avances de infantes desplegados en guerrilla a través del bosque. Simplemente se lanzaba a toda velocidad contra la posición o localidad enemiga y abría fuego con todas las armas de que disponía. No existían preavisos de los ataques del 5.º Comando, tales como bombardeos artilleros preliminares o incursiones aéreas, por la sencilla razón de que no contaba con artillería ni con apoyo aéreo. Confiaba exclusivamente en la sorpresa, la velocidad y el ruido para confundir al enemigo. Por supuesto, puede aducirse que ese enemigo lo era todo menos sofisticado, peor los simbas eran guerreros fanáticos, a veces equipados con armas automáticas y siempre agrupados en gran número de hombres, drogados con marihuana y dawa, un preparado que esperaban que les protegiese de las balas. Incluso cuando los mercenarios podían utilizar un par de ametralladoras tirando a bocajarro, los simbas cargaban blandiendo sus fusiles y lanzas. Enfrentados a un enemigo tan implacable, los mercenarios sufrieron numerosas bajas.
El teniente Jeremy Spencer mandó su unidad, el 56.º Comando, en dirección al norte a finales de octubre. El 4 de noviembre se encontraron con:
“un autoametralladora rebelde que se nos acercaba abriendo fuego con su ametralladora Browning del doce setenta contra nuestro vehículo Ferret de cabeza. Un fuego devastador anunció que el infierno se había puesto en marcha. Un sinfín de trazadoras volaban por todas partes sin, por suerte, causarnos daños, y finalmente conseguimos silenciar el autoametralladora rebelde y volvió la paz.” Al día siguiente llegamos a la ciudad rebelde de Kindu, donde:
“organizamos un tremendo tiroteo contra nada en particular, simplemente disparábamos mientras atravesábamos el centrote la ciudad. Después llagamos al embarcadero, donde el voluntario Patience (los mercenarios eran, a título oficial, “voluntarios”) mató al general Olenga. Conseguimos también hundir una barcaza con 50 rebeldes a bordo.”
El viernes 13 de noviembre Spencer escribía en su diario: “Una mañana tensa para alguien supersticioso como yo. Habíamos oído que nueve camiones habían salido de Stanleyville tres días antes para atacarnos y nosotros esperábamos cualquier tipo de ataque rebelde, pero como ya era usual no sucedió nada.” Sin embargo, la página correspondiente al 14 de noviembre recogía un testimonio diferente: “Esta mañana, a las 07,00 horas, el teniente Spencer ha muerto a consecuencia del fuego enemigo del que hemos sido objeto a las 05,35 horas. Jeremy fue alcanzado en la cabeza y murió sin haber recuperado el conocimiento; hemos perdido un oficial y un amigo.” Hoare, por entonces en Léopoldville, recibió la noticia de la primera baja entre sus oficiales con gran disgusto. Su esposa, Phyllis, acababa de dar a luz en Natal y él le cablegrafió que bautizara al niño con el nombre de Jeremy.

viernes, 24 de julio de 2009

Mercenarios en el Congo (parte primera)

Mike Hoare llego a Léopoldville, la capital del Congo, en julio de 1964. Su tarea era crear una fuerza de mercenarios blancos que pudiesen hacer frente y sofocar la rebelión Simba que imperaba en la mitad oriental de ese vasto país.
Pero Hoare triunfo mas allá de sus propias expectativas y de las de sus subordinados, por lo que gano el apodo de Mad Mike (Mike el loco) y una reputación como el mejor líder mercenario de la época moderna. La unidad que recluto, conformo, entreno y dirigió fue esa fuerza mercenaria de elite conocida como 5º Comando. Una de las características más extraordinarias de este 5º Comando, que derroto a literalmente miles de rebeldes simbas armados, fue que sus efectivos en ningún momento superaron la cifra total de tres centenares de hombres. Para Moise Tshombe, llegado al poder como primer ministro del Congo en julio de 1964, era del todo obvia la elección de una fuerza mercenaria para suprimir al ejército simba. Como presidente de la provincia de Kananga había empleado ya mercenarios franceses, a las órdenes del coronel Roger Faulques y su lugarteniente Bob Denard, para expulsar de su territorio a las fuerzas de la ONU. Estaba convencido de que una fuerza mercenaria podría actuar como punta de lanza del Armée Nationale Congolaise (ANC), entrenado por los belgas, que ahora tenían a su disposición. Tshombe mando llamar a Hoare, quien había sido uno de sus mercenarios en Kananga y que ahora residía en Durban. Hoare era el clásico oficial y caballero. Menudo, gallardo y de buenas maneras, habia servido como oficial durante la II Guerra Mundial, primero en el London Irish y después en el estado mayor de Earl Mountbatten durante la campaña de Birmania, a cuyo termino poseía ya el empleo de mayor (comandante). Después emigro a Sudáfrica pero retuvo tanto su nacionalidad irlandesa como su romántica adscripción a uno de los mas famosos mercenarios de todos los tiempos, los “Wild Geese” (gansos salvajes), esos irlandeses que midieron sus aceros por toda Europa durante el siglo XVIII. El lugarteniente de Hoare en el 5º Comando, Alastair Wicks, era un Old Harrovian que confería –en palabras de un periodista occidental- “cierto toque de elegancia a sus a veces sangrientos procedimientos”. Los dos tenientes favoritos de Hoare eran Jeremy Spencer, un Old Etonian que había realizado su servicio militar en los Coldstream Guards, y Gary Wilson, un sudafricano que había servido en la Household Cavalry. Sin embargo, los primeros hombres que Hoare recluto en Sudáfrica, África Sudoccidental y Rodesia eran muy diferentes de estos expertos soldados. Muchos de ellos eran jóvenes blancos que respondieron a los anuncios publicados en la prensa y en los que se ofrecía trabajo para “hombres jóvenes” y que firmaron un contrato por seis meses con unos ingresos de 140 libras esterlinas mensuales. Esta “materia prima” debía ser entrenada y ello era precisamente la misión del sargento primero regimental de Hoare, Jack Carton-Barber. De gran estatura y adornado de un espeso mostacho, Carton-Barber era casi una caricatura del clásico sargento primero, pero su programa de instrucción, centralizado en la base Katangueña de Kamina, se basaba por completo en principios del ejercito británico. El primer grupo de mercenarios que llego a la base de Kamina hubo de entrenar en acción inmediatamente. Eran solo 38 hombres, muchos de ellos alemanes del África Sudoccidental (que había sido colonia alemana hasta la I Guerra Mundial) y nueve partieron inmediatamente. Hoare explico a los 29 restantes la desesperada necesidad que había de rescatar los muchos rehenes que había ahora en manos de los rebeldes simbas. Puso a Siegfried Mueller, un prusiano, al mando de estos hombres y los envió a realizar un ataque lacustre contra Albertville, en poder de los simbas. Pero ese asalto fue un fracaso y desemboco en las dos primeras muertes, que fueron las de otros tantos mercenarios, Nestler y Kohlert. Los simbas se fotografiaron, con aspecto triunfante, con sus lanzas y flechas clavadas en los cuerpos de los dos hombres blancos que yacían sin vida a sus pies. Mueller, primer oficial de Hoare, lucia la Cruz de Hierro que había ganado combatiendo en la Wehrmacht en el frente del Este durante la Segunda Guerra Mundial. En los primeros días del conflicto, cuando el 5º comando empezaba a estructurarse, Mueller fue puesto al frente de una de las subunidades que consistían en 30 hombres y dos oficiales y que se denominaban 51º Comando, 52º Comando, etcétera. Estas subunidades tendían a operar por separado, equipadas con jeeps, camiones y, siempre que era posible, con auto ametralladoras ligeros como los Ferret y Dingo.

miércoles, 22 de julio de 2009

El silenciador (parte final)

Otra arma británica es el fusil de francotirador S-S producido por la firma londinense Field Arms. Éste utiliza el sistema de cerrojo fabricado por la compañía finlandesa Sako, unido a un cañón Field Arms de 400mm y rodeado por un silenciador aportado por otra empresa finlandesa, Oy Vaimennin Metalli AB, también conocida como Vaime. Para el fusil S-S existe una munición subsónica especial de 7,62mm X 51, desarrollada también por Sako; en caso de emergencia, cuando no se disponga de cartuchos subsónicos, el fusil puede disparar también munición estándar de la OTAN. La Royal Ordnance produce silenciadores diversos que son aplicables a la mayoría de fusiles y subfusiles, y a muchas pistolas. Existen dos tipos de silenciosos: uno que reduce el estampido de los gases para fines de entrenamiento, y otro, bastante más complejo, que atenúa mucho más los ruidos y esta pensado para tareas antiterroristas. Steyr-Mannlicher ha anunciado hace algunos años la aparición de silenciadores para su subfusil AUG de 9 mm y el fusil de precisión SSG69. En ambos casos se trata de un aparato integral con un cañón nuevo y modificado, y que se instala quitando simplemente el cañón original del arma y sustituyéndolo por el nuevo conjunto atenuador. Steyr fabrica asimismo un equipo cañón/silenciador sustituible pensado para el subfusil MPi69. Vaime, la compañía finlandesa figura entre las mas expertas del mundo en la supresión de ruidos y produce diversos silenciadores y supresores para casi cualquier arma que podamos imaginar. También fabrica el llamado Super Silenced Sniper Rifle Mark 1, cuyo estilo es muy parecido al del arma de Field Arms, utilizando el cierre de Sako unido a un cañón y silenciador Vaime pensados para la munición subsónica Sako de 7,62 mm X 51.La diferencia, empero, resulta bastante sustancial: la munición estándar de 7,62 mm fabricada por Sako tiene una velocidad inicial de 820 m/segundo; la subsónica es de apenas 320 m/segundo, y puede imaginarse fácilmente la forma en que esto afecta a la trayectoria de la bala. Vaime afirma que el alcance eficaz es de 200 metros, y que a esa distancia las balas subsónicas consiguen agrupaciones en 75 mm. El fusil silencioso de francotirador Vaime MK 3 en calibre 0,22 es casi inaudible, pero su alcance eficaz es de apenas 100 metros. Estados Unidos tiene varias compañías que dicen saber todo lo sabido acerca de la supresión de sonidos, y se remiten a misteriosas actividades en Vietnam y otras partes del mundo. Una de las más conocidas es la de Jonathan Ciener, de Titusville (Florida), que produce armas silenciosas: se trata de pistolas, subfusiles y fusiles que Ciener reconstruye sustituyendo su cañón cuando es necesario e instalándole uno nuevo dotado de silenciador. Su modificación del M16 es utilizada por los Rangers del US Army y por muchas fuerzas policiales norteamericanas, y sus supresores instalados en fusiles deportivos comerciales han sido diseñados para sustituir al cañón de serie, por lo que no parece otra cosa que un cañón mas pesado, de modo que a primera vista parecen armas normales, es decir, “ruidosas”.