Una vez terminadas las flechas, los infantes de seguro se acercaban al enemigo a una distancia prudencial y atacaban con una descarga de venablos y jabalinas antes de acometer cuerpo a cuerpo.
Los nobles con armaduras, sobre los caballos más grandes, dominaban esa fase del combate. Frente a oponentes poderosos, los escitas se retiraban a la estepa, hostigando a los invasores y escogiendo el mejor momento para el contraataque (guerra de guerrillas).
Día y noche la línea de suministros de los persa era acosada y derrotada su caballería. Lo único que salvo a Darío fue su infantería, armada principalmente con arcos compuestos, y sus mulas y burros, que, desconcertaban a los caballos escitas por sus ruidos y aspecto extraño para ellos. Al final, Darío tuvo que iniciar una vergonzosa retirada, para que su ejército no muriera de hambre.
Mas tarde los escitas destruyeron un ejército macedonio enviado por Alejandro Magno para sojuzgarlos, aunque antes habían sido ellos derrotados en los Balcanes por Alejandro y sus falanges. 
Desde finales del siglo IV a.C., otros nómadas de las estepas, los sármatas, invadieron los territorios escitas provenientes desde el este y terminaron por expulsarlos. Un motivo de este resultado pudo estar relacionado con los caballos de los nobles sármatas.
Mientras que la raza sármata común era pequeña y veloz, las carcasas y esqueletos de caballos encontrados en el yacimiento de Pazyryk, Asia Central, revelan que estos animales alcanzaron una alzada de 152 cm o más. Normalmente de color pardo o castaño, a veces bayo, con cascos oscuros (que, como se sabe, son menos propensos a romperse o desgastarse que los claros), los machos estaban castrados, una respuesta a la notable obstinación de la raza, que era difícil de manejar.
Con estos animales, los sármatas podían contar con una caballería pesada, de hombres y caballos vestidos de armadura, aunque no de metal sino de escamas de cascos de caballo o cuero ligero y resistente. Los hombres llevaban largas lanzas con ambas manos y cargaban a un galope suicida.Apoyados por sus propios arqueros a caballo, debieron disfrutar de una gran ventaja sobre la caballería escita, más ligera.






















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