El infortunado conquistador había sido herido en batalla y luego apresado. Primero le echaron tierra mezclada con polvo de oro en la boca y lo baquetearon como a un arcabuz, para que se hartara de aquello que con tanta inmisericordia buscaban los llegados desde allende los mares. Luego se lo fueron comiendo de a bocados, minuciosamente, manteniéndolo vivo durante tres días. No es de extrañar que Rodrigo Quiroga, gobernador de Chile tiempo después de Valdivia, al caer enfermo durante una de sus campañas contra los araucanos, rogaba “que en algún arroyo de los que por allí había le hiciese enterrar, apartando el agua, y volviéndola a echar después por encima del cuerpo, porque los indios no le pudiesen hallar, ni le llevasen”. Su postrer precaución es explicada por Aguado de los Musos: “(...) porque esta malvada ente es tan caníbal, o a lo menos lo era en este tiempo, que por comer de un español cavaban todo un campo donde presumieran estaba enterrado, sólo por haberles dado a la imaginación que comiendo ellos carne de españoles habían de ser valientes y animosos guerreros”. Ante la desaparición del jefe español, sus lugartenientes francisco de Aguirre y Francisco de Villagra se disputaron la jefatura del gobierno de Chile, pero, finalmente, la audiencia de Lima reconoció a Francisco de Villagra. Los araucanos dividieron sus fuerzas en dos contingentes: uno al mando de Caupolicán operaba en el sur y el otro, a cuyo frente se hallaba Lautaro, tenía la intención de atacar Santiago. Villagra venció a este ultimo en las cercanías del río Mataquito (1557); Lautaro murió en la lucha.
En tanto proseguía la guerra araucana, fue nombrado nuevo gobernador de Chile, García Hurtado de Mendoza, hijo del virrey del Perú. El nuevo funcionario se dirigió hacia el sur: repobló Concepción y fundo la ciudad de Cañete y en 1558 llego frente al archipiélago de Chiloé con la intención de dar una investida final a las victoriosas fuerzas de Caupolicän. El jefe araucano intento destruir la nueva población de Cañete, pero cayo prisionero victima de una emboscada. Posteriormente, fue ejecutado en medio de torturas similares a las impuestas a Valdivia. La muerte de Caupolicán desalentó la resistencia araucana; los indígenas sin ser totalmente derrotados se refugiaron en el sur. Alonso de Ercilla, uno de los oficiales del nuevo gobernador, canto en su famoso poema, La Araucana las alternativas de las conquistas de Chile, no ahorrando elogios a la bravura de los araucanos. Hurtado de Mendoza consolido la dominación española en Chile y por su orden fue colonizada la región de cuyo que culminaría con la fundación de las ciudades de Mendoza, San Juan y San Luís.
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