Estando yo en la tierra de Kutmuki, me llevaron esta noticia: “La ciudad de Suru de Bit-Halupe se ha rebelado, han asesinado a Hamatai, su gobernador, y colocado como rey a Ahiababa, hijo de un nadie, a quien trajeron de Bit-Adini.” Con la ayuda de Adad y de los grandes dioses, que han hecho grande mi reino, movilicé mis carros y ejércitos y marché por la orilla del Habur… Me acerqué a la ciudad de Suru de Bit-Halupe, y el terror del esplendor de Azur, mi señor, los abrumó. Los principales y los mayores de la ciudad, para salvar sus vidas, llegaron a mi presencia y, abrazándome los pies, me dijeron: “¡Si tú lo quieres, mátanos, si lo quieres, déjanos vivir! ¡Haz lo que tu corazón desee!” A Ahiababa, hijo de un nadie, al que habían llevado desde Bit-Adini, prendí. Con el brío de mi corazón y la furia de mis armas asalté la ciudad. Cogieron a todos los rebeldes y los entregaron… Nombré gobernador de ellos a Azi-ilu. Construí un pilar contra la puerta de su ciudad, y arranqué la piel de todos los principales que se habían sublevado, y cubrí el pilar con sus pieles; emparedé a parte de ellos dentro del pilar, empalé otro grupo con estacas sobre él y a un tercero lo até a estacas a su alrededor; desollé a muchos dentro de las fronteras de mi propia tierra y extendí sus pieles sobre las murallas; y corté los miembros a los funcionarios reales que se habían revelado. A Ahiababa me lo llevé a Nínive y allí le arranqué la piel y la extendí sobre la muralla de la ciudad…. Podemos encontrar un paralelismo en este documento si lo comparamos con las atrocidades cometidas por los comunistas en la ex URSS o las masacres cometidas por los norteamericanos en los países invadidos por ellos. No deja de ser importante observar que los jefes de la rebelión de la ciudad de Suru se rindieron sin lucha a la llegada del rey y de su ejército a las afueras de la ciudad, a pesar de lo cual Assurnasirpal no se apiadó de ellos ni de la ciudad. La rendición, aun incondicional, no suavizaba el castigo por rebelión contra Asiria. Si este documento parece extraordinariamente vívido y cruel, no es tanto por aquel hecho excepcional o atípico. El mismo arte pictórico de Asiria ilustra de un modo excesivamente desagradable la inutilidad de la resistencia a los ejércitos asirios. Sus representaciones de ciudades en llamas, de mujeres y niños capturados por guerreros asirios, de la huida y muerte de los enemigos vencidos y de pilas de cabezas humanas es parte, también, de la gran estrategia del Imperio Asirio: mantener sometidas las poblaciones conquistadas anunciando y aplicando el terrorismo. Junto con el uso de la fuerza militar y de la propaganda del terror es bien conocida la práctica de las deportaciones en masa de los jefes de una a otra región del imperio. Un ejemplo famoso de ello es la cautividad de los israelitas y su deportación a Mesopotamia. Los reyes asirios fueron mucho más violentos que los gobernantes de Babilonia o los faraones de Egipto en el uso del simbolismo terrorista y de la psicología para afirmar su gran estrategia. Pero el elemento esencial de la gran estrategia asiria fue la increíble eficacia de su ejército, que barrió todos los obstáculos que se le oponían y plantó sus estandartes en Anatolia, Levante, Egipto y Babilonia. Desgraciadamente, no hay ningún estudio moderno de importancia sobre el ejército asirio, aunque existen datos suficientes para escribir uno, y no nos queda más que esperar que los asiriólogos llenen pronto el vacío. Sin embargo, se pueden trazar las líneas generales de su organización y despliegue, y en unos cuantos puntos, sobre los que se han hecho estudios sistemáticos hace poco, es posible demostrar la complejidad y sutileza tácticas del estamento militar asirio. El ejército con el que los asirios pusieron en obra su gran estrategia era una fuerza integrada de infantería pesada y ligera que consistía en lanceros, arqueros, honderos, tropas de asalto e ingenieros. Los asirios fueron la primera gran potencia que usó unidades regulares de caballería, pero los carros de guerra continuaron siendo la fuerza de choque escogida de su ejército. Aunque había un ejército central permanente, se imponía el reclutamiento obligatorio en todas las provincias, y para las guerras más importantes podía ser requerida la milicia provincial. Los relieves esculpidos asirios demuestran que el ejército actuaba bien lo mismo en terreno montañoso que en llano, algo que incluso en los tiempos modernos sólo pueden hacer unas fuerzas realmente capacitadas. Los jefes militares asirios eran conscientes de la necesidad de mantener una fuerza con suficiente flexibilidad táctica para satisfacer demandas estratégicas de lucha en las muy distintas circunstancias geográficas del triángulo asirio. Además los asirios dominaban el arte de la guerra de asedio con una eficacia no igualada hasta la innovación de las catapultas y las campañas de Alejandro Magno. No se sabe cuál fue el tamaño del ejército asirio, pero las estimaciones más recientes se suponen que estaba integrado por unos 100.000 a 200.000 hombres. Si estos supuestos son excesivos, es cierto, al menos, que los reyes asirios movilizaron los ejércitos más grandes jamás vistos en el Próximo Oriente.
lunes, 22 de junio de 2009
Señores del terror, los implacables asirios (parte final)
Aunque los asirios tuvieron que enfrentarse con serias dificultades para unificar el Próximo Oriente, todavía hoy las grandes narraciones de las represalias asirias, puestas en lugares públicos prominentes para que todos las vieran, nos hacen sentir escalofríos. Un ejemplo famoso, inscrito a la entrada de un templo de la residencia real de Assurnasirpal II, describe la pavorosa venganza del rey contra la ciudad rebelde de Suru y nos hace comprender, como pretendió Assurnasirpal, el error de cualquier rebelión:
Estando yo en la tierra de Kutmuki, me llevaron esta noticia: “La ciudad de Suru de Bit-Halupe se ha rebelado, han asesinado a Hamatai, su gobernador, y colocado como rey a Ahiababa, hijo de un nadie, a quien trajeron de Bit-Adini.” Con la ayuda de Adad y de los grandes dioses, que han hecho grande mi reino, movilicé mis carros y ejércitos y marché por la orilla del Habur… Me acerqué a la ciudad de Suru de Bit-Halupe, y el terror del esplendor de Azur, mi señor, los abrumó. Los principales y los mayores de la ciudad, para salvar sus vidas, llegaron a mi presencia y, abrazándome los pies, me dijeron: “¡Si tú lo quieres, mátanos, si lo quieres, déjanos vivir! ¡Haz lo que tu corazón desee!” A Ahiababa, hijo de un nadie, al que habían llevado desde Bit-Adini, prendí. Con el brío de mi corazón y la furia de mis armas asalté la ciudad. Cogieron a todos los rebeldes y los entregaron… Nombré gobernador de ellos a Azi-ilu. Construí un pilar contra la puerta de su ciudad, y arranqué la piel de todos los principales que se habían sublevado, y cubrí el pilar con sus pieles; emparedé a parte de ellos dentro del pilar, empalé otro grupo con estacas sobre él y a un tercero lo até a estacas a su alrededor; desollé a muchos dentro de las fronteras de mi propia tierra y extendí sus pieles sobre las murallas; y corté los miembros a los funcionarios reales que se habían revelado. A Ahiababa me lo llevé a Nínive y allí le arranqué la piel y la extendí sobre la muralla de la ciudad…. Podemos encontrar un paralelismo en este documento si lo comparamos con las atrocidades cometidas por los comunistas en la ex URSS o las masacres cometidas por los norteamericanos en los países invadidos por ellos. No deja de ser importante observar que los jefes de la rebelión de la ciudad de Suru se rindieron sin lucha a la llegada del rey y de su ejército a las afueras de la ciudad, a pesar de lo cual Assurnasirpal no se apiadó de ellos ni de la ciudad. La rendición, aun incondicional, no suavizaba el castigo por rebelión contra Asiria. Si este documento parece extraordinariamente vívido y cruel, no es tanto por aquel hecho excepcional o atípico. El mismo arte pictórico de Asiria ilustra de un modo excesivamente desagradable la inutilidad de la resistencia a los ejércitos asirios. Sus representaciones de ciudades en llamas, de mujeres y niños capturados por guerreros asirios, de la huida y muerte de los enemigos vencidos y de pilas de cabezas humanas es parte, también, de la gran estrategia del Imperio Asirio: mantener sometidas las poblaciones conquistadas anunciando y aplicando el terrorismo. Junto con el uso de la fuerza militar y de la propaganda del terror es bien conocida la práctica de las deportaciones en masa de los jefes de una a otra región del imperio. Un ejemplo famoso de ello es la cautividad de los israelitas y su deportación a Mesopotamia. Los reyes asirios fueron mucho más violentos que los gobernantes de Babilonia o los faraones de Egipto en el uso del simbolismo terrorista y de la psicología para afirmar su gran estrategia. Pero el elemento esencial de la gran estrategia asiria fue la increíble eficacia de su ejército, que barrió todos los obstáculos que se le oponían y plantó sus estandartes en Anatolia, Levante, Egipto y Babilonia. Desgraciadamente, no hay ningún estudio moderno de importancia sobre el ejército asirio, aunque existen datos suficientes para escribir uno, y no nos queda más que esperar que los asiriólogos llenen pronto el vacío. Sin embargo, se pueden trazar las líneas generales de su organización y despliegue, y en unos cuantos puntos, sobre los que se han hecho estudios sistemáticos hace poco, es posible demostrar la complejidad y sutileza tácticas del estamento militar asirio. El ejército con el que los asirios pusieron en obra su gran estrategia era una fuerza integrada de infantería pesada y ligera que consistía en lanceros, arqueros, honderos, tropas de asalto e ingenieros. Los asirios fueron la primera gran potencia que usó unidades regulares de caballería, pero los carros de guerra continuaron siendo la fuerza de choque escogida de su ejército. Aunque había un ejército central permanente, se imponía el reclutamiento obligatorio en todas las provincias, y para las guerras más importantes podía ser requerida la milicia provincial. Los relieves esculpidos asirios demuestran que el ejército actuaba bien lo mismo en terreno montañoso que en llano, algo que incluso en los tiempos modernos sólo pueden hacer unas fuerzas realmente capacitadas. Los jefes militares asirios eran conscientes de la necesidad de mantener una fuerza con suficiente flexibilidad táctica para satisfacer demandas estratégicas de lucha en las muy distintas circunstancias geográficas del triángulo asirio. Además los asirios dominaban el arte de la guerra de asedio con una eficacia no igualada hasta la innovación de las catapultas y las campañas de Alejandro Magno. No se sabe cuál fue el tamaño del ejército asirio, pero las estimaciones más recientes se suponen que estaba integrado por unos 100.000 a 200.000 hombres. Si estos supuestos son excesivos, es cierto, al menos, que los reyes asirios movilizaron los ejércitos más grandes jamás vistos en el Próximo Oriente.
Estando yo en la tierra de Kutmuki, me llevaron esta noticia: “La ciudad de Suru de Bit-Halupe se ha rebelado, han asesinado a Hamatai, su gobernador, y colocado como rey a Ahiababa, hijo de un nadie, a quien trajeron de Bit-Adini.” Con la ayuda de Adad y de los grandes dioses, que han hecho grande mi reino, movilicé mis carros y ejércitos y marché por la orilla del Habur… Me acerqué a la ciudad de Suru de Bit-Halupe, y el terror del esplendor de Azur, mi señor, los abrumó. Los principales y los mayores de la ciudad, para salvar sus vidas, llegaron a mi presencia y, abrazándome los pies, me dijeron: “¡Si tú lo quieres, mátanos, si lo quieres, déjanos vivir! ¡Haz lo que tu corazón desee!” A Ahiababa, hijo de un nadie, al que habían llevado desde Bit-Adini, prendí. Con el brío de mi corazón y la furia de mis armas asalté la ciudad. Cogieron a todos los rebeldes y los entregaron… Nombré gobernador de ellos a Azi-ilu. Construí un pilar contra la puerta de su ciudad, y arranqué la piel de todos los principales que se habían sublevado, y cubrí el pilar con sus pieles; emparedé a parte de ellos dentro del pilar, empalé otro grupo con estacas sobre él y a un tercero lo até a estacas a su alrededor; desollé a muchos dentro de las fronteras de mi propia tierra y extendí sus pieles sobre las murallas; y corté los miembros a los funcionarios reales que se habían revelado. A Ahiababa me lo llevé a Nínive y allí le arranqué la piel y la extendí sobre la muralla de la ciudad…. Podemos encontrar un paralelismo en este documento si lo comparamos con las atrocidades cometidas por los comunistas en la ex URSS o las masacres cometidas por los norteamericanos en los países invadidos por ellos. No deja de ser importante observar que los jefes de la rebelión de la ciudad de Suru se rindieron sin lucha a la llegada del rey y de su ejército a las afueras de la ciudad, a pesar de lo cual Assurnasirpal no se apiadó de ellos ni de la ciudad. La rendición, aun incondicional, no suavizaba el castigo por rebelión contra Asiria. Si este documento parece extraordinariamente vívido y cruel, no es tanto por aquel hecho excepcional o atípico. El mismo arte pictórico de Asiria ilustra de un modo excesivamente desagradable la inutilidad de la resistencia a los ejércitos asirios. Sus representaciones de ciudades en llamas, de mujeres y niños capturados por guerreros asirios, de la huida y muerte de los enemigos vencidos y de pilas de cabezas humanas es parte, también, de la gran estrategia del Imperio Asirio: mantener sometidas las poblaciones conquistadas anunciando y aplicando el terrorismo. Junto con el uso de la fuerza militar y de la propaganda del terror es bien conocida la práctica de las deportaciones en masa de los jefes de una a otra región del imperio. Un ejemplo famoso de ello es la cautividad de los israelitas y su deportación a Mesopotamia. Los reyes asirios fueron mucho más violentos que los gobernantes de Babilonia o los faraones de Egipto en el uso del simbolismo terrorista y de la psicología para afirmar su gran estrategia. Pero el elemento esencial de la gran estrategia asiria fue la increíble eficacia de su ejército, que barrió todos los obstáculos que se le oponían y plantó sus estandartes en Anatolia, Levante, Egipto y Babilonia. Desgraciadamente, no hay ningún estudio moderno de importancia sobre el ejército asirio, aunque existen datos suficientes para escribir uno, y no nos queda más que esperar que los asiriólogos llenen pronto el vacío. Sin embargo, se pueden trazar las líneas generales de su organización y despliegue, y en unos cuantos puntos, sobre los que se han hecho estudios sistemáticos hace poco, es posible demostrar la complejidad y sutileza tácticas del estamento militar asirio. El ejército con el que los asirios pusieron en obra su gran estrategia era una fuerza integrada de infantería pesada y ligera que consistía en lanceros, arqueros, honderos, tropas de asalto e ingenieros. Los asirios fueron la primera gran potencia que usó unidades regulares de caballería, pero los carros de guerra continuaron siendo la fuerza de choque escogida de su ejército. Aunque había un ejército central permanente, se imponía el reclutamiento obligatorio en todas las provincias, y para las guerras más importantes podía ser requerida la milicia provincial. Los relieves esculpidos asirios demuestran que el ejército actuaba bien lo mismo en terreno montañoso que en llano, algo que incluso en los tiempos modernos sólo pueden hacer unas fuerzas realmente capacitadas. Los jefes militares asirios eran conscientes de la necesidad de mantener una fuerza con suficiente flexibilidad táctica para satisfacer demandas estratégicas de lucha en las muy distintas circunstancias geográficas del triángulo asirio. Además los asirios dominaban el arte de la guerra de asedio con una eficacia no igualada hasta la innovación de las catapultas y las campañas de Alejandro Magno. No se sabe cuál fue el tamaño del ejército asirio, pero las estimaciones más recientes se suponen que estaba integrado por unos 100.000 a 200.000 hombres. Si estos supuestos son excesivos, es cierto, al menos, que los reyes asirios movilizaron los ejércitos más grandes jamás vistos en el Próximo Oriente.
Publicado por Proletario en 6/22/2009 10:28:00 p. m.
Etiquetas: Culturas ancestrales, Guerreros legendarios, Historia antigua, Historia de Oriente, Historia universal
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2 comentarios:
Es un poco fuerte comparar las atrocidades de los asirios con "las masacres cometidas por los norteamericanos en los países invadidos por ellos". ¿Qué atrocidades son esas? Danos algún ejemplo.
Gracias por el comentario Pelayo. Con referencia al mismo puedo decirte que basta solo un ejemplo para demostrar las atrocidades cometidas en el pasado y que se siguen cometiendo en la actualidad por los yankis, ni hace falta nombrar Centro America, ni Irak, entre otros muchos, pero si te voy a dar este ejemplo grafico de la barbarie norteamericana. en la SGM cuando Japon ya se habia rendido, para que estos no lo hagan a los rusos y quedaran bajo su esfera economica, los yankis arrojan las dos conocidas bombas atomicas, masacrando a miles y miles de civiles inocentes, ya que las mismas no fueron dirigidas a instalaciones militares, sino como es sabido a ciudades civiles inocentes. Creo que con ese solo ejemplo basta para poder descubrir la verdadera intencion de los yankis.
Saludos Don Pelayo y gracias por participar..-
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