El fundíbulo
Decadencia del arma de percusión
El advenimiento de las armas de fuego selló el final del uso de las armas de percusión en los campos de batalla, pero continuaron todavía en uso como distintivo de grado: había arraigado la costumbre de proveer de mazas a algunos miembros del séquito del señor feudal o de los magistrados. La maza se encuentra todavía en nuestros días en las manos de los maceros adscritos a la presentación de dignatarios ante las Cortes o a acompañar una procesión o una banda de música. Se la puede ver también en las manos de un celador o de un agente encargado de regular el tráfico o de sofocar un motín; la maza ha vuelto a ser empleada por los cuerpos paramilitares en su forma primigenia: el garrote. Las armas de percusión en Oriente
Oriente elaboró técnicas de percusión interpuesta, siguiendo en general una técnica mucho más refinada que la europea; por tal motivo las mazas orientales no tuvieron casi nunca el aspecto terrorífico de las de los países de cultura occidental. La más representativa de ellas podría ser tomada, sin más, por un juguete o un objeto inocuo, pero se trata de un arma mortal.
El kongo o vajra
El kongo o vajra es una pequeña maza, ligada a la tradición budista, formada por una corta empuñadura (poco más larga que la anchura de una mano) que termina, entre ambas extremidades, con dos refuerzos esféricos o semiesféricos. Puede ser de madera, con una elaboración muy simple, o de metal enriquecido con oro y piedras preciosas. La ventaja de este arma consiste en su ligereza y manejabilidad, que permite golpes rapidísimos y en sucesión veloz; el secreto de su gran eficacia es que no se emplea indiscriminadamente contra el cuerpo del adversario, sino contra bien definidos plexos nerviosos, permitiendo a quien domine las técnicas de empleo graduar el efecto, causando clara y deliberadamente dolor, parálisis temporal, pérdida de conocimiento o muerte. Existen algunas formas arcaicas del kongo acabando con puntas o elementos puntiagudos en forma de garfio o corola de tulipán. Los garrotes de madera (bo) y los de hierro (tetsu-bo)
El garrote, llamado en las islas del Japón bo, fue objeto de profundas investigaciones. Tanto largos como cortos tuvieron sus escuelas, que estudiaron y perfeccionaron su técnica hasta obtener resultados sorprendentes. Las sofisticada evolución que experimentaron estas armas de madera se debe al hecho de que solo llevaban armadura en la batalla los samurais de alto rango; además era notablemente incomoda en un país montañoso, muy húmedo y caluroso (por lo menos, en lo que se refiere a su parte central y meridional). Se emplearon también garrotes de hierro (tetsu-bo) o de madera reforzada, destinados a ser usados con las mismas técnicas de sus homólogos más ligeros.
El mundo rural japonés proporciono algunas armas, procedentes de instrumentos agrícolas, que tuvieron una cierta relevancia en el Japón feudal. Dos de estas gozan de una cierta popularidad gracias a la difusión de las artes marciales. Aunque, en la realidad histórica no tuvieron la importancia que hoy se tiende a atribuirles, el tonfa y el nunchaku merecen ser, sin embargo, recordados. Nacidos para la trilla y la moledura de los cereales y las legumbres, ambos fueron adoptados como armas cuando la división en clases del pueblo japonés se hizo fija e impenetrable (época Tokugawa) y el derecho a llevar armas quedo reservado únicamente a la clase de los samurais. Entonces, estos instrumentos agrícolas, no perseguidos por los decretos del Shogun, fueron objeto de un profundo estudio tendiente a poner en evidencia sus capacidades ofensivas.
El tonfa se compone de un batiente de madera dura, de unos 40cm de largo y de 7 a 10 cm de ancho, grueso y pesado (a veces presenta márgenes laterales convergentes), al cual va fijado, poco antes de una extremidad, un mango de madera, de sección circular, formando con el anterior elemento un ángulo recto. Empuñado, el tonfa apoya la parte larga del batiente contra la cara dorsal del antebrazo, formando una defensa que puede servir para detener un hachazo; mas allá de la mano sobresale la parte restante del batiente, útil para asestar golpes directos. Una rápida rotación del pulso lanza hacia delante el batiente que, debido a la velocidad y a su peso, puede golpear con sorprendente fuerza. Estas armas se utilizaban preferentemente a pares, una por mano.
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