El nuevo gobernador que era hijo de Helena, una humilde mujer cristiana, se inclino desde el principio hacia esa religión, a pesar de no practicar las enseñanzas de Cristo.
Al año siguiente de ocupar el trono promulgo, junto con Licinio, el emperador de oriente, el edicto de Milán (313), que estableció la libertad de cultos y puso fin a las persecuciones contra los cristianos. Estos abrieron sus templos y pudieron ocupar, junto con los paganos, los diversos cargos del estado.
Constantino sabia que los paganos eran muy numerosos dentro del imperio y que enfrentarlos significaría el fin de su gobierno. Por esto siguió ocupando el sumo pontificado del paganismo y no quito atribuciones a sus sacerdotes.
Cierta vez los cristianos le solicitaron que condenara a los paganos, y Constantino les respondió: “la religión quiere que se sufra la muerte por ella, no que se le de a nadie”.
Mientras Constantino protegía a los cristianos y contaba con su apoyo, en Oriente el emperador Licinio comenzó a perseguirlos, pues cerró las iglesias y apreso a los obispos. Por esta causa no tardo en producirse una guerra entre ambos gobernantes, conflicto que termino con el triunfo de Constantino, quien desde ese momento fue único emperador (323).
A pesar de su victoria, los cristianos debieron afrontar nuevas luchas internas, esta vez contra los herejes que negaban principios fundamentales del dogma.
Los arrianos, discípulos de Arrio (sacerdote de Alejandría) no creían en la divinidad de Jesucristo, pues afirmaban que era inferior a su padre. Además, sostenían la existencia de un ser intermedio, llamado el verbo, creado por Dios para transmitir su acción.
A pesar de que estos herejes fueron excomulgados por San Atanasio, obispo de Alejandría, su doctrina se extendió rápidamente por el mundo antiguo.
Temerosos de los incidentes que pudieran originar estas disensiones, Constantino convoco en Nicea una asamblea de obispos o Concilio para que resolviera el problema bajo la autoridad del Papa (año 325).
La asamblea ecuménica (universal) condeno el arrianismo y estableció que Jesucristo “era Hijo único de Dios, eterno como el Padre”. Los obispos redactaron el símbolo de Nicea o Credo, compendio de fe que contiene los principios esenciales del dogma católico.
Constantino aplico con fuerza de ley las disposiciones del concilio, ordeno el destierro de Arrio, castigo con multas a sus adeptos y quemo sus libros.
Desde la época de Diocleciano, que traslado la capital a Nicomedia, Roma perdió su gran prestigio dentro del mundo antiguo. Constantino prefirió no establecer su gobierno en ella, y resolvió fundar una nueva capital en Oriente en un lugar que sirviera, a su vez, de baluarte contra los ataques de los bárbaros.
Eligio la pequeña población de Bizancio, ubicada estratégicamente a orillas del Bósforo, en un sitio obligado para el trafico con Europa y, además, con magnifico puerto natural que podía ser defendido de un ataque enemigo por medio de una cadena de 250 metros.
Los trabajos comenzaron en el año 326 y cuatro años mas tarde se inauguro la nueva rival de Roma y capital del imperio llamada Constantinopla (ciudad de Constantino).
La antigua ciudad de Bizancio, fundada en el año 657 (a.C.) por los colonizadores griegos, fue totalmente transformada. El recinto fue rodeado por una gruesa muralla; se construyeron grandiosos edificios, entre ellos un palacio y la iglesia cristiana de los Santos Apóstoles. Además se levantaron circos, pórticos, acueductos y en diversos lugares públicos se colocaron hermosas estatuas llevadas especialmente desde Grecia y Roma. Para aumentar la población, Constantino ordeno concentrar en la ciudad a los habitantes de las comarcas vecinas.
Constantino la llamo “Nueva Roma”, pero luego se impuso el termino Constantinopolis (ciudad de Constantino), de donde deriva la voz Constantinopla.
Constantino completo la obra de Diocleciano que procuraba obtener un gobierno centralizado y absoluto. Dividió el imperio en cuatro grandes regiones llamadas prefecturas, administradas por prefectos. A su vez, estas circunscripciones se subdividían en diócesis, gobernadas por vicarios. Cada diócesis comprendía varias provincias a las ordenes de rectores. El imperio contó en total con 117 provincias.
Constantino habitaba en el palacio, rodeado de una corte fastuosa. Ceñía una corona y vestía de púrpura; sus súbditos se arrodillaban ante su presencia y lo consideraban un personaje divinizado. Sus cinco ministros formaban el Consistorio Sagrado, que gobernaba bajo la total dependencia del emperador.
Antes de morir, Constantino dividió el imperio entre sus tres hijos y dos sobrinos (año 337). Desaparecido el Emperador, se inicio una serie de luchas entre los sucesores, hasta que Constancio (uno de los hijos) quedo solo al frente del gobierno.
Persiguió a los paganos, pero también tuvo incidentes con los cristianos porque favoreció la herejía arriana. Encomendó a su primo Juliano para que al frente del ejército de la Galia, rechazara una invasión de los Germanos. El nuevo jefe termino victoriosamente la campaña en el año 357. regreso a Francia y en la pequeña ciudad de Lutecia (próxima a Paris) los soldados lo proclamaron emperador. Al frente de sus tropas, Juliano marcho a Oriente para derrocar a Constancio, pero en el camino enteróse de su muerte, dejando el camino libre para su coronación.
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