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sábado, 25 de octubre de 2008

Rugiero II, "el Pacificador" y los años previos a la tercer cruzada

Unificados los dominios normandos, Rugiero II (1128-1154) se dispuso a la gigantesca obra de crear casi de la nada el estado. Se trataba de dar un régimen unitario a poblaciones étnicamente de lo más dispares a causa de la gran variedad de dominaciones que se habían sucedido sobre el territorio, de conciliar influencias latinas, bizantinas, árabes, longobardas. Rugiero II las dejo convivir a todas en un clima de tolerancia, sirviéndose sin prejuicios de técnicas, funcionarios y hombres de cultura, griegos y árabes, ingleses y longobardos, y cristianos. Para armonizar y adaptar elementos tan heterogéneos no había mas remedio que hacer de la monarquía el supremo órgano regulador, es decir, centralizar el poder limitando toda tendencia autonomista. Feudatarios, eclesiásticos y representantes de las ciudades patrimoniales se reunieron en una especie de parlamento subdividido precisamente en tres brazos con competencias muy restringidas. El aparato burocrático del estado dependía directamente del soberano, que así disponía de un ingreso fiscal regular, con el que podía mantener a sus directas órdenes el ejército y la flota. Con el rey de Inglaterra, el soberano normando es así el único en Europa que no depende de la feudalidad para la administración y la defensa. Pero en las relaciones con la clase feudal esta mucho menos ligado y condicionado que su colega ingles: no sin razón Rugiero II es señalado como el primer monarca de tipo moderno, es decir capaz de ejercer sin restricciones las funciones ligadas al poder soberano. En esa época, el libre desarrollo de las instituciones en las ciudades marineras fueron cortadas de un golpe, (no así el económico que siguió siendo considerable); pero fueron sobre todo los barones los que se resistieron de este giro; contra ellos tuvo que luchar duramente el sucesor de Rugiero II, Guillermo I (1154-66), llamado “el Malo” por la crueldad con que llevo a cabo la represión. Su hijo Guillermo II (1166-89), llamado “el Bueno” por el motivo opuesto al padre, llevo después a buen puerto la obra de pacificación.
Con el se extinguió la línea masculina de los Altavilla, y el reino paso a Enrique VI de Suabia (hijo de Federico Barbarroja), que se había casado en 1186 con Constanza, hija de Rugiero II. Prosiguiendo con la política de expansión por el Mediterráneo iniciada por Guiscardo, y necesaria para dar empuje económico al reino, Rugiero II instalo una base normanda en el Magreb (1133-54); al Oriente, por el contrario, entro en lo vivo de las relaciones de amistad-enemistad que corrían entre Bizancio y Venecia. Juan II Comneno (1118-43) trataba de someter a serbios y dálmatas, amenazando a Venecia; esta, aunque tenía interés en debilitar a Bizancio, no podía tolerar competencias en el Adriático: así cuando Rugiero II ocupo CORFO y puso pie en Albania, intervino junto a los bizantinos. A continuación Manuel I Comneno, aprovechando la revuelta de los barones meridionales que habían pedido su intervencion y la del papa, intento restaurar el dominio bizantino en Italia. Pareció que también Federico Barbarroja, que se encontraba en Italia, estuviera a punto de intervenir, entonces el papa Adriano IV (1154-59), alarmado por la perspectiva de un asentamiento alemán en el sur, pacto con Guillermo I “el Malo” (acuerdos de Benevento, 1156). Este se reconoció su feudatario y recibió la investidura también para Capua y Nápoles, todavía autónomas, además del privilegio de la “legacia” (es decir, las funciones de legado pontificio del reino) que le hacia prácticamente arbitro del clero meridional. A los bizantinos, vencidos, la expedición les corto el desangramiento de las finanzas, pero hacia 1160 controlaban Croacia, Bosnia y Dalmacia. Esto impulso a Venecia a hacer una liga con Guillermo II “el Bueno” (1175) contra Manuel I, que también fue vencido por los selyúcidas en Misiocéfalos (1176). En el 1185 los normandos se adueñaban de Tesalonica

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