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martes, 7 de octubre de 2008

La Fuerza Aérea Naval en la guerra por nuestras Malvinas

El 4 de mayo de 1982 tuvo lugar el primero de los tres ataques llevados a cabo durante la guerra por nuestra Aviación Naval con el binomio Súper Etendard-Exoceet. La operación culmino con un rotundo y espectacular éxito, y mereció una amplia difusión internacional que habría de provocar particular inquietud, (y alarma), en los ambientes navales de las primeras potencias del mundo: un misil aire-superficie, lanzado por un solo avión, había bastado para destruir, y posteriormente hundir, un costoso y modernizado destructor clase cuarenta y dos. Todo había comenzado semanas atrás, cuando nuestros aviadores navales iniciaron los ejercicios y ensayos de comprobación para establecer las curvas de detección de los radares de defensa de los buques y las características de los misiles superficie-aire Sea Dart.
Se utilizaron para eso los destructores argentinos clase cuarenta y dos Hércules y Santísima Trinidad, y se pudo llegara a la conclusión de que era posible aproximarse hasta la distancia suficiente para el lanzamiento del exocet, volando a muy baja altura y sin ser detectados por los radares de los buques. El alejamiento inmediato de los Súper Etendard después de lanzados los misiles eliminaba por completo el riesgo de los Sea Dart del buque atacado. Solo subsistía un problema. Los buques ingleses, bombardeados por los aviones de la Fuerza Aérea el 1º de mayo, habían aprendido la lección y se mantenían a prudente distancia de las costas de las Malvinas y, en lo posible, hacia el este de las islas.
La distancia desde el continente hasta la incierta posición de los blancos seria demasiado grande tal vez, y los Super Etendard podían no tener la autonomía suficiente para el vuelo de ida y regreso. Sin el concurso de un avión reabastecedor de combustible en vuelo seria problemático realizar el ataque. Los marinos solicitaron a la Fuerza Aérea el apoyo de un avión Hércules KC-130 y de inmediato iniciaron las prácticas de reaprovisionamiento, volando en proximidades del continente.
Además de las dificultades propias de esta técnica se presentaban otras como consecuencia de efectuarse el procedimiento por primera vez con la participación de pilotos y tripulantes pertenecientes a distintas fuerzas armadas y, además, de la necesidad de hacerlo manteniendo un absoluto silencio de radio, es decir, imposibilitados de comunicarse entre ellos.
Vencidos todos los inconvenientes y alistados ya los aviones en Río Grande, solo faltaba la información sobre la presencia de buques enemigos en una posición confirmada. El 4 de mayo, en horas de la mañana, llego la tan esperada información. Los dos aviones Dassault-Breguet Super Etendard despegaron llevando bajo sus planos derechos un misil cada uno. Eran los Aerospatiale AM 39 Exocet, de seiscientos kilos de peso total, impulsados por un motor cohete de dos etapas, a combustible solidó y con un alcance de cincuenta a sesenta kilómetros, según la altura del lanzamiento.
Con anterioridad había despegado el avión tanque: un Hércules KC-130 de la Fuerza Aérea, comandado por el vicecomodoro Pessana y otros siete tripulantes, dos aviones Dagger M-V, tripulados por los capitanes Robles y Cimatti, dieron escolta al KC-130.
El reabastecimiento de combustible se efectuó sin problemas y los dos Súper Etendard continuaron el vuelo de aproximación hacia el objetivo. En el ultimo tramo lo hicieron a muy baja altura, guiados por su sistema de navegación inercial, su radio-altímetro TRT y su radar Thomson, esperando detectar el blanco. Las condiciones meteorológicas eran malas, con techos de nubes muy bajos, lloviznas aisladas y eventuales bancos de niebla. La visibilidad se reducía por momentos a menos de mil metros.
Cuando los cálculos de navegación y las indicaciones del instrumental determinaron el instante oportuno, los dos aviones tomaron cierta altura para efectuar una comprobación en sus radares. Las pantallas de sus equipos mostraron la presencia, al frente, de dos ecos perfectamente diferenciados: un buque de mediano tamaño y otro mas grande.
Los aviones descendieron en el acto para recuperar su nivel de vuelo rasante y continuar la aproximación hasta la distancia prefijada. Minutos mas tarde, a unos treinta kilómetros del blanco, ambas maquinas lanzaron sus misiles y viraron de inmediato para regresar a máxima velocidad a su base.
Mientras los Súper Etendard volaban hacia el continente, los dos Exocet se desplazaban muy cerca de las olas, mantenidos a muy pocos metros de altura por sus radio-altímetros y guiados inicialmente por el sistema automático precomputado desde los aviones. Su vuelo podía durar casi tres minutos, a una velocidad cercana a la del sonido, Mach 0,93. Su cabeza auto buscadora iba a encontrar los blancos a una distancia de doce kilómetros aproximadamente.
Cuarenta segundos mas tarde, uno de los Exocet hizo impacto en el buque. El otro misil, de no haber existido contra-medidas electrónicas por parte de las naves inglesas, lo que es problemático dada la improbable detección del ataque por la distancia y altura del lanzamiento, es de suponer que se haya perdido en el mar por fallas en sus mecanismos. El buque impactado resulto ser un destructor clase cuarenta y dos, el Sheffield, de cuatro mil cien toneladas, recientemente modernizado y una de las principales naves de la Task Force. Estaba equipado con un cañón de cuatro pulgadas y media, dos cañones antiaéreos de veinte milímetros, lanzadores duales de misiles SAM Sea Dart y un helicóptero Lynx en su cubierta de popa.
El Exocet provoco en el acto un incendio que pronto alcanzo al combustible del buque y se propago sin que fuera posible extinguirlo. El humo acre y denso invadió el interior de la nave, las llamas consumieron rápidamente los paneles interiores sintéticos y de aluminio y todas las superficies de metal livianos empezaron a fundirse. La abundancia de poliuretano empleado en aislaciones y rellenos contribuyo a agravar los incendios. Según fuentes británicas, veinte hombres de su dotación murieron instantáneamente y otros veinticuatro resultaron gravemente heridos. Sin embargo, la intensidad del fuego desatado y la imposibilidad de controlarlo hasta que su comandante, el capitán James SALT ordeno abandonar la nave, permiten deducir que el número de bajas puede haber sido mucho mayor, a pesar del rápido auxilio recibido. La fragata Arroz se encontraba en las cercanías e intento combatir el incendio con sus propias líneas de mangueras situándose a escasos metros de la nave atacada.
El Sheffield, totalmente inutilizado como sistema de armas, se mantuvo a flote durante varios días hasta que finalmente, cuando era remolcado por otro buque, se hundió a las profundidades del Atlántico Sur en medio de una tormenta.
la perdida de esa nave, aceptada y declarada de inmediato por los británicos, tuvo enorme repercusión al conocerse. Para los argentinos significo una considerable contribución al fortalecimiento de la moral nacional, gravemente herida dos días antes por el hundimiento del crucero ARA General Belgrano.
Los mandos responsables de la conducción de las operaciones tuvieron el primer reconocimiento enemigo de la destrucción de un buque y, con el, la primera comprobación de la capacidad del medio aéreo propio para atacar con éxito y lograr la eliminación de un moderno navío de guerra, integrante de una de las primeras flotas del mundo y conducido y tripulado por experimentados hombres de prestigio histórico en el dominio del mar. Gran Bretaña sufrió un tremendo golpe ante la perdida de esta nave, el “Shiny Sheff”, como cariñosamente lo llamaban, que parecía ser todo un símbolo en la Armada Real.
El almirante Woodward, a su vez, comandante de la Task Force, debió efectuar nuevos análisis y corregir sus apreciaciones ante la confirmación de las capacidades argentinas.
El almirante canadiense Robert Falls, presidente del Comité Militar de la NATO, declaro que el organismo se vería obligado a revisar completamente sus tácticas navales después de este ataque.
Para nuestras fuerzas armadas fue una operación históricamente valiosa, en la que quedo demostrada la innegable idoneidad profesional de nuestros aviadores navales y la posibilidad de lograr trascendentes resultados cuando se logra combinar con eficacia los medios de la Armada con los de la Fuerza Aérea. La guerra termino hace 26 años, nuestras Islas Malvinas siguen usurpadas por el invasor ingles. Todo el pueblo pide a gritos la devolución de nuestro querido territorio profanado, vejado por las inmundas manos del tirano sajón. En aquella ocasión los aguerridos pájaros argentinos hicieron temblar a mas de un capitán enemigo, arrastrando al fondo del océano su ilimitada codicia.
La hora de volver aun no ha llegado, pero día a día esta mas cerca ese momento, el momento en que por fin toda nuestra Nación este poblada por argentinos y de una vez y para siempre nuestras queridas Islas Malvinas vuelvan a ser portadoras de nuestro glorioso pabellón nacional.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

buen resumen!
que hay de eso de que los europeos
quieren apoderarse del atlantico ?
pueden exponer mas informacion?

Anónimo dijo...

www.maximilianoarte.blogspot.com