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martes, 20 de octubre de 2009

De patrulla en campo hostil (parte primera)

Un ejército que efectúe patrullas regulares tendrá la iniciativa. El patrullaje permite obtener información, dominar la llamada “tierra de nadie” y destruir o desbaratar fuerzas enemigas cuando se presente la ocasión. En la guerra, un jefe no puede planear una operación con garantías suficientes si no posee una información precisa y reciente; la patrulla es todavía uno de los medios más fiables para conseguirla. Y una vez se ha conseguido dominar el área comprendida entre los dos frentes opuestos, lo más fácil y seguro es que más partidas se muevan por la zona y obtengan más información. Al mismo tiempo, por supuesto, esto dificulta las operaciones enemigas. Hay tres tipos de patrullas:
1- Las de reconocimiento.
2- Las estáticas.
3- Las de combate. Las patrullas de reconocimiento obtienen información por medio de la observación y operando a escondidas, evitando el combate salvo para su defensa o para aprovechar una oportunidad que raramente pueda volverse a producir. Todo esto permite que tales unidades puedan actuar con unos efectivos humanos mínimos, por lo general de un jefe y dos soldados. Las patrullas estáticas tienen como cometido advertir del movimiento enemigo e impedir o desbaratar cualquier infiltración; su tamaño mínimo ha de ser de tres a cuatro hombres. La patrulla de combate, por su parte, está organizada para llevar a cabo una tarea particular con los hombres y el armamento necesarios para trabar combate. Puede montarse una partida hasta a nivel de sección, pero el número de hombres más habitual y manejable es de unos doce. Las patrullas de combate llevan a cabo golpes de mano, emboscadas antipersonal y contracarros y, sobre todo, privan de libertad de acción a las patrullas enemigas. Las patrullas deben planificarse con la suficiente antelación para que su jefe pueda prepararse de manera conveniente. Deberá estudiar mapas, fotografías aéreas e informes de los servicios de inteligencia y, si es posible, llevar a cabo un reconocimiento. Éste puede hacerse desde un punto ventajoso que domine el terreno en el que va a tener lugar la acción. En cualquier caso, lo mejor es que tome parte en una patrulla de reconocimiento antes de mandar la suya de combate. Cuando haga su reconocimiento, el jefe de la partida estudiará el terreno, memorizando la ruta por la que habrá de pasar: buscará obstáculos, referencias, puestos de observación o dispositivos de vigilancia enemigos, terrenos desenfilados y accesos a cubierto, lugares en los que puede esperarse una emboscada o en los que podría tener una, posiciones enemigas y el efecto que la luna y otras fuentes de luz tienen en el terreno. Cuando sepa que va a ser enviado de patrulla, el jefe debe avisar con tiempo a los hombres que van a ir con él. Esto tiene una importancia crucial. Sólo de esta forma los soldados podrán dormir un poco si van faltos de sueño, comer decentemente, prepararse el equipo y buscar cualquier pertrecho que piensen que les puede hacer falta. Ahora el jefe puede hacer la apreciación de combate y el plan. Una vez decidida la finalidad de la operación y los factores que afectan a la misma, revisara las posibilidades que tiene y, tras considerar las ventajas y desventajas de cada una, elegirá la mas conveniente. Lo que viene a continuación es la formulación de las órdenes. Cualquier operación militar depende de unas órdenes claras y concisas, por más brillante que sea un plan, no funcionara a menos que aquellos que deban llevarlo a término hayan entendido hasta el ultimo detalle. Esto debe aplicarse con especial énfasis a las patrullas, en las que cada miembro de las mismas tiene propias responsabilidades.

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