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domingo, 29 de noviembre de 2009

Kublai Khan a sangre y fuego somete Birmania

Durante la campaña de Nangchao de Kublai en 1253-1255 los mongoles observaron que la porosa frontera sudoeste de China suponía un problema especial para la seguridad de su imperio en expansión. Esto era especialmente cierto en cuanto a Birmania, donde el poderoso y agresivo reino militar de Pegu dominaba totalmente la parte norte del país y había alcanzado un enorme tamaño bajo su último gran rey, Narapatisithu (reinando de 1173-1211). Cuando los mongoles conquistaron Yunnan establecieron una serie de estados tapón entre esta rica provincia y el reino Pagan. Los mongoles derrotaron un ejercito Pagan en Nagasaaunggyan dejando la tarea de vengar este revés al brutal y jactancioso rey Narathihapate (1254-1287). Kublai confío la tarea de negociar con los paganos al virrey de Yunnan un capaz comandante y oficial musulmán llamado Nazir Ud-Din. Ud-Din intento primero la diplomacia con escasa esperanza de éxito. Un choque de civilizaciones tuvo lugar cuando los enviados mongoles con sus botas de montar de cuero se presentaron ante el rey. Los nómadas, como todos los mongoles, llevaban sus botas de montar en los interiores, pero esto fue un grave insulto para los birmanos, y sobre todo en presencia de un rey orgulloso e irritable. Los enviados fueron ejecutados al momento. Narathihapate entonces invadió el estado fronterizo Yuan del Diente Dorado (Kaungai) agravando su insulto anterior al honor imperial de Yuan. Kublai infravaloro tanto los grandes problemas de hacer una campaña en Birmania como el enemigo al que se enfrentaban sus mongoles. El emperador estaba seguro de que Ud-Din podria aplastar a los paganos con el ejercito local “tamma” de la provincia de Yunnan sin refuerzos del norte. Ud-Din no compartía esta opinión optimista del emperador. Solo tenia un “tumen” de caballería para cruzar algunos de los tramos mas montañosos, salvajes y atroces climáticamente de toda Indochina antes de enfrentarse a un Ejercito birmano de 400.000 hombres y 2.000 elefantes fuertemente armados. Cada bestia llevaba de 12 a 16 hombres, la mayoría arqueros, pero también infantería montada. La fuerza de la caballera birmana es desconocida. Ud-Din cruzo estas montañas, pasos y ríos para entrar en la provincia pagana de Bhamo, donde sus oponentes, los generales Anantpaccaya y Randhapaccagya, habían construido un campamento fortificado para albergar a su enorme Ejercito. Este ejercito podía ser impresionante sobre el papel, pero estaba escasamente equipado, mal entrenado y su infantería de campesinos sin motivación se enfrentaba a la mas perfecta maquina de guerra del mundo dirigida por un comandante experimentado e implacable. Tal era la situación cuando la caballería de Ud-Din apareció en las llanuras del rio Irawady. La sorpresa de encontrar al enemigo fur probablemente mutua. Los birmanos ya sabían el formidable enemigo que eran los mongoles, mientras que los jinetes mongoles y sus caballos estaban aterrorizados ante la presencia de los elefantes de guerra. Para tranquilizar a sus hombres ante la monstruosa aparición, Ud-Din ordeno desmontar a sus hombres y atar los caballos detrás de la línea de combate y luchar desmontados. Los elefantes de guerra birmanos avanzaban en un frente amplio, por lo que su única oportunidad era disparar incesantemente sobre las bestias. Los elefantes empezaron a titubear en su avance, se detuvieron y entonces se dieron la vuelta y huyeron hacia las filas masivas de tropas birmanas que se encontraban detrás de ellos. En ese momento Ud-Din ordeno montar a sus hombres y cargar contra el enemigo confundido. No obstante la batalla fue muy feroz con los birmanos luchando con resolución. Después de una lucha sumamente sangrienta, finalmente se impusieron los mongoles. En el botín de guerra enviado de vuelta a Beijing había 200 elefantes de guerra que serian el núcleo inicial del Cuerpo Imperial de Elefantes de Guerra. Con este ejemplo queda demostrado una vez mas que la calidad de soldado, y la experiencia del comandante siempre es destacable por sobre la cantidad.

jueves, 26 de noviembre de 2009

El choque da caballería

La infantería, entrenada con nervios de acero, podía cambiar la posición a formación cuadrada para recibir una carga de caballería. Si se organizaban adecuadamente, estos cuadrados de infantería se presentaban a los jinetes que cargaban como una especie de erizo del tamaño de un batallón cuyas cerdas eran las bayonetas, resultando casi inmunes al ataque de la caballería. Este es el motivo por el que un ataque de la caballería, como cualquier maniobra táctica de éxito en un campo de batalla napoleónico, requería una esmerada coordinación de todas las armas combatientes de infantería, caballería y artillería trabajando en combinación. Napoleón insistía en que era imperativo que los asaltos de caballería estuvieran apoyados por la artillería, ya que los jinetes, armados exclusivamente con armas blancas, no podían generar potencia de fuego. Por consiguiente las baterías de artillería estaban vinculadas directamente a divisiones de caballería. Conocidas como artillería a caballo, estas unidades habían montado servidores de una pieza que les permitía estar con la caballería. La artillería a caballo se destino a formar parte integral de cada división de caballería en el Ejército francés. Estas baterías estaban equipadas de cañones ligeros que disparaban balas de 4 o 6 libras (1,8 Kg. o 2,7 Kg.) y proporcionaban el mayor apoyo de fuego a un ataque de caballería. Aunque los proyectiles que disparaban sus cañones eran pequeños comparados con los de la artillería a pie, la artillería a caballo se solía presentar ante objetivos vulnerables, ya que la infantería formaría en cuadrados compactos para resistir un ataque de caballería. Estas formaciones multiplicaban la eficacia de los cañones, que podían evitar su disparo a través de estos grupos compactos de soldados. La habilidad que tenían los artilleros a caballo para moverse con más rapidez que sus homólogos de a pie también permitía que los cañones más ligeros se desplegaran rápidamente en alcances bastante cortos. Si iban a entrar en combate, las baterías de la artillería a caballo también podían hacer ejercicios de precalentamiento y maniobrar alejados de sus atacantes de un modo mucho más rápido que la artillería a pie. Como se ha mencionado antes, los jinetes de caballería, especialmente de la ligera, llevaban pistolas, mosquetones o carabinas en algunas ocasiones. No obstante, su arma principal seguía siendo el sable. La caballería pesada blandía una espada larga, fuerte, de hoja recta, diseñada para empujar. La caballería ligera empleaba un arma más pequeña, con una hoja un poco curvada, diseñada para acuchillar a un oponente. Hubo un gran debate durante toda esta época sobre el modo más eficaz de utilizar una hoja a lomos de un caballo, pero la mayoría estaba de acuerdo con los franceses: de los dos tipos de golpe, el empuje era mucho más letal. En una lucha contra jinetes enemigos, a medida que la carga se iba intensificando y se aproximaba su objetivo, los jinetes ponían sus hojas en horizontal en vez de en vertical, de ese modo la espada se deslizaría con más facilidad entre las costillas de adversario y disminuiría la probabilidad de que el arma se quedara clavada en el cuerpo. El impacto de un jinete a la carga era suficiente para perder la hoja, por eso los soldados de caballería se entrenaban para empezar a sacar su arma tan pronto como hubiera penetrado, y después dar un segundo golpe para acabar con su oponente u ocuparse de un nuevo adversario si el primero había caído o se había rendido. Para acuchillar, el jinete se entrenaba dirigiendo su impulso hacia abajo; de ese modo, aunque su oponente se agachara en la silla (maniobra defensiva reflexiva común), la hoja todavía daría en alguna parte de su cuerpo.

martes, 24 de noviembre de 2009

Adelantos bélicos en la época de Federico el Grande

A mediados de 1700 se había adoptado universalmente el uso de cartuchos de papel para el mosquete de cañón liso. La pólvora, la bala y el relleno se introducían en un único estuche. En 1738, todas las naciones habían provisto a su infantería de cartuchos. Ello no sólo aumentó la velocidad de las recargas y la rapidez de fuego; también hizo posible que los soldados de infantería llevaran más munición al campo de batalla. La mayoría de estos soldados tenían durante el período munición para 60 cargas. Otra innovación tecnológica importante en este período fue la introducción de la baqueta metálica por la parte de Leopoldo de Anhalt-Dessau en 1718. Hasta ese momento, las baquetas habían sido de madera. La variedad de las baquetas adolecía de algunos problemas serios, sobre todo su tendencia a romperse en medio de la batalla. Aunque la baqueta metálica suponía una mejora sustancial con respecto a la madera, no carecía tampoco de sus propios inconvenientes. El problema principal era encontrar la composición adecuada para el metal utilizado. Si éste era demasiado blando, la baqueta se doblaba y se dificultaba su inserción y retirada del cañón. Por otra parte, si el metal era excesivamente duro, se hacía quebradizo y propenso a romperse, como la variedad de madera. Pero una vez encontrado el temple justo, la baqueta metálica permitió a los mosqueteros disparar con mucha mayor rapidez. Por otra parte, los estados de este período eran lo suficientemente centralizados para crear mosquetes y municiones estándar. El ejemplo más célebre fue el de la “Brown Bess” inglesa. En 1730, el cañón se ajustó a 1067 mm (42 pulgadas), con un calibre de 19 mm y una munición de calibre 18 mm. El menor diámetro de una munición suponía que se producía un cierto grado de movimiento en espiral conforme la bala avanzaba por el cañón, lo que reducía la precisión. Este problema se compensaba ampliamente con la facilidad con la que se introducía la bala en el cañón, y la mayor velocidad de carga del arma que ello suponía. La Brown Bess tuvo tal éxito que siguió fabricándose durante más de 125 años, tiempo durante el cual se hicieron unos 7.800.000 de estas armas. Los nuevos métodos de disparo y los adelantos tecnológicos en las armas de fuego hicieron que los mosqueteros bien entrenados pudieran disparar hasta cinco cargas por minuto. Esta prestación era perfecta en formación ordenada, pero en batalla las cosas eran bastante diferentes, con la consiguiente merma de en la velocidad de fuego a más de la mitad. Los factores que contribuyeron a la reducción en esta velocidad fueron varios. En primer lugar, los soldados llevaban más arreos en batalla, como mochilas, cantimploras y otros, que durante la instrucción. En segundo lugar, la compleja naturaleza de los sistemas de disparo de los pelotones solía acusar el fuego y el estruendo característicos de los cambios de batalla del siglo XVIII. El ruido y el humo hacían difícil escuchar las órdenes utilizadas en estas descargas. Ello dejaba a los soldados a su albedrío, de forma que disparaban individualmente. En la confusión de la refriega, los soldados abandonaban incluso el uso de la baqueta, vertiendo el contenido del cartucho desde fuera del cañón y luego golpeando el extremo del mosquete contra el suelo para completar el proceso de carga. Esta forma individual de disparo era tan común en 1756 que la instrucción francesa la incluía junto con las descargas en pelotón y en filas como un método aceptable. Leopoldo de Anhalt-Dessau fue artífice asimismo de otra innovación en las técnicas de adiestramiento que tuvo notables implicaciones tácticas. Algo después de 1730, Leopoldo introdujo la marcha rítmica en las unidades prusianas. Con esta novedad, las tropas prusianas avanzaban al unísono, cada soldado al ritmo de sus compañeros y al son de los tambores. Esta forma de marcha solo era posible en tropas muy disciplinadas y, entre todos los ejércitos de Europa, la prusiana era la que mas fama merecía por su disciplinado comportamiento. Este se mantenía, sin embargo, mediante duros castigos corporales. El uso de la marcha rítmica permitió a los prusianos mejorar significativamente su capacidad de maniobra tanto en el campo de batalla como en el transito. Por ejemplo, los ejércitos que no utilizaban esta marcha aplicaban una columna abierta como formación básica de avance en batalla. La formación se llamaba columna abierta por los intervalos bastante amplios que se dejaban entre las filas, a veces de hasta 3 metros. Esta distancia era necesaria para evitar que la unidad perdiera la cohesión, dado que las tropas avanzaban sin un paso regulado. Ello obligaba a que, al avanzar en columna abierta por el campo de batalla, el paso del batallón a la formación en línea fuera un proceso complejo, pues las compañías de la columna no solo debían formar la línea, sino también estrechar las filas.
Los prusianos, usando el sistema rítmico de la marcha, formaban columnas más densas y aplicaban una diversidad de maniobras para formar la línea con mayor rapidez y eficacia. Otra ventaja de la marcha rítmica era la velocidad con que se permitía el desplazamiento lineal en la batalla. Los ejércitos que no llevaban una marcha rítmica debían detenerse con frecuencia para reubicar las líneas, con los oficiales y los suboficiales moviéndose por la vanguardia y la retaguardia de la unidad empujando a los hombres a las posiciones correctas. Un batallón prusiano en una línea que avanzaba en marcha rítmica podía mantener más juntos a sus hombres, a menudo al alcance de un codo, y con ello conservaba mejor la formación lineal lo que, a su vez, obligaba a menos detenciones para rectificar la posición. El ejército prusiano forjado por Leopoldo de Anhalt-Dessau y entregado a Federico el Grande era una institución impresionante: altamente disciplinado, bien equipado, capaz de inmensos volúmenes de potencia de fuego contra los enemigos y altamente manejable en el campo de batalla. Pese al acento puesto en la potencia de fuego por Leopoldo de Anhalt-Dessau, que era partidario de disponerla en dos filas de infantería en vez de en tres o cuatro, Federico el Grande opto inicialmente por usar la maniobrabilidad y la disciplina de esta infantería para llevar a sus batallones a la lucha cuerpo a cuerpo con el enemigo. Así se sumo a la tendencia vigente del pensamiento militar, que realzaba las virtudes de la bayoneta y el combate cercano. Pero pronto quedo claro que con las mejoras en las armas y los sistemas de disparo no era prudente marchar al contacto con el enemigo sin usar la propia potencia de los mosqueteros. Federico permitió así a sus tropas que lanzaran descargas desde corta distancia antes de usar el empuje de la bayoneta. En tiempos de la batalla de Leuthen (diciembre de 1757), las tropas prusianas se basaban de tal medida en la potencia de fuego, que las unidades necesitaban reponer su munición, al haber gastado las 60 tandas que llevaban a la batalla. Al fin de la Guerra de los Siete Años parecía claro que el ejército prusiano era el mejor exponente de lo que podía lograrse con las armas y las formaciones de la época de la guerra en línea. También se vio que Federico el Grande era quizá la persona que mejor había entendido las posibilidades y los limites del arte bélico de su tiempo.

domingo, 22 de noviembre de 2009

La guerra en líneas (1715-1763)

Las décadas que siguieron a la Guerra de Sucesión española (1701-1713), asistieron a una serie de cambios que permitieron el desarrollo de la guerra en línea hasta su máxima expresión. Se produjeron, por ejemplo, modificaciones en la táctica y los métodos de disparo que incrementaron la potencia de fuego y la letalidad de la infantería en el campo de batalla. Hubo también cambios graduales en la tecnología del mosquete de cañón liso, que llevo esta arma casi a su mayor potencial. La centralización de la autoridad en manos del estado se mantuvo, lo que permitió a su vez la imposición de niveles crecientes de uniformidad de los ejércitos del periodo, incluida la de normas estrictas de instrucción y disciplina. Finalmente, el periodo estuvo repleto de grandes contiendas, entre ellas la Guerra de Sucesión polaca (1733-1735) y la de Sucesión austriaca (1740-1748), así como la Guerra de los Siete Años (1756-1763), que se libro en tres continentes. Una de las consecuencias fue el aumento de la literatura y el estudio de la “ciencia de la guerra” durante el periodo. Los escritores se repartían entre quienes buscaban discernir los principios universales de la guerra y los autores de obras más didácticas destinadas a educar la conducta de los oficiales en los conflictos bélicos. En la estela de la Guerra de Sucesión española, la mayor parte de los ejércitos habían adoptado algún tipo de técnica de disparo en pelotón, como el sistema holandés, que fuera introducido durante ese conflicto. La formación normal para un batallón de infantería a partir de 1720 era el despliegue de formaciones de tres o cuatro en fondo, siendo mas frecuente la segunda. En la mayoría de los países, a mediados del siglo se adoptaron variantes de la división de la unidad en tres “grupos de disparo”. Los británicos mantuvieron un método de descarga basado en la división del batallón en tres filas de disparo, según el antiguo sistema holandés. La infantería prusiana, desarrollada bajo la tutela del príncipe Leopoldo de Anhalt-Dessau, empleo un sistema que hacia que los ocho pelotones de cada batallón dispararan por separado, uno tras otro. Empezaba el pelotón de un flanco del batallón (probablemente, el más veterano, situado a la derecha), seguido de inmediato por el otro flanco. El pelotón siguiente al que había disparado primero lanzaba una descarga, que se seguía de otra del grupo correspondiente en el lado opuesto de la unidad. Así se seguía hasta llegar al centro, con lo cual disparaban los ocho pelotones. El proceso duraba en total entre 15 y 20 segundos, al menos en terreno de marcha, y una vez que habían abierto fuego los ocho pelotones el primero había recargado las armas y estaba presto para continuar. Entre todos los grandes ejércitos, solamente el francés mantuvo el método de disparo por filas (formadas ahora por cuatro en fondo) hasta mediados del siglo, cuando termino por adoptar la técnica de los pelotones. El capitán Robert Parker, testigo de muchas de las campañas de Marlborough, ofrece una de las crónicas mas interesantes sobre esta practica, al comentar la batalla de Malplaquet de 1709: “A las ordenes del coronel Kane, que estaba entonces al mando del Regimiento, formamos para el combate en pelotones y avanzamos lentamente hacia ellos, con seis pelotones listos para abrir fuego. Una vez recorrido un centenar de pasos, recibimos una descarga desde una de sus filas: entonces nos detuvimos y les devolvimos el fuego con nuestros seis pelotones a la vez; y de inmediato preparamos los pelotones para una segunda descarga y avanzamos contra ellos. Nos llego una andanada de otra de sus filas, y devolvimos el fuego por segunda vez, obligándolos a retroceder; sin embargo, una tercera de sus filas disparo contra nosotros de una forma bastante dispersa, y después se retiro a los bosques en gran desorden: entonces les lanzamos nuestra tercera descarga, y no volvimos a verlos”.