En 1916, el jefe del alto estado mayor alemán, Erich von Falkenhayn, se propuso ganar la guerra de una forma indirecta. Atacando al ejército destacado en Verdún, su intención no era conseguir un avance sino desangrar despiadadamente al ejército francés.
Esta fue una guerra de agotamiento con tintes de venganzas, que dejo el campo de batalla cubierto con los cuerpos de mas de medio millón de soldados.
Ni antes ni después ha habido jamás una demostración tan sangrienta de la resolución determinante de los dirigentes, tanto políticos como militares, en cuanto a sus acciones. El comandante francés, Joffre, no se tomo muy en serio la amenaza de un ataque alemán a Verdún.
De hecho, justo antes de que fuera lanzado el ataque, sus defensas fueron desmanteladas y vueltas a organizar. Su respuesta a aquellos que se preocupaban sobre las mermadas defensas era: “Solo pido una cosa, y es que los alemanes me ataquen, y si me atacan, que lo hagan en Verdún” Falkenhayn le complació.
En el primer día del ataque, el 21 de febrero de 1916, cayeron más de un millón de bombas en los puestos franceses, agrupados alrededor de una serie de fuertes en ambas orillas del río Mosa.
El 25 de febrero cayó Fort Douaumont. Al día siguiente, la defensa de la ciudad fue confiada al comandante del segundo ejército, Philippe Pétain.
La defensa de Verdún se llegaría a convertir en un emblema del poder militar francés. Poder retenerla se convirtió en un símbolo del deseo de todo el país francés; de esa forma fue como nació un poderoso mito nacional.
La propia ciudad no tenía una gran importancia estratégica, pero perderla hubiera sido una catástrofe de orden político. Por esta razón, el primer ministro francés, Aristide Briand, insistió en retenerla. <
>, dijo a Joffre y al estado mayor, <> Los franceses no abandonaron Verdún, sino que la defendieron a toda costa: con un total de 259 de los 330 regimientos de infantería del ejército francés. Esto era precisamente lo que había esperado Falkenhayn. Pero la batalla, una vez que comenzó, tomó un ímpetu propio. Cuanto más resistían los franceses, mayor era la importancia concedida por Alemania a tomar Verdún, y de esta forma la batalla se convirtió gradualmente en un matadero incluso para el ejército alemán. Durante toda la primavera se intensificaron los ataques y los bombardeos.
A finales de primavera y principios de verano, la sed se añadió a las penurias de ambos bandos, especialmente para los defensores franceses atrincherados. Otro símbolo de la resistencia, Fort Vaux, se rindió a los alemanes el 7 de junio. Las historias sobre el fantástico valor se multiplicaron, siendo muchas de ellas verdaderas. Otras fueron simples montajes que tenían como objeto la creación de mitos. Una de estas historias fue la de <>, cerca de Fort Thaiumont, al noreste de Verdún. Aquí fue eliminada la 3ª compañía del 137º regimiento de infantería francés a principios de junio. Una vez que hubo terminado la batalla, se comprobó que la trinchera que habían ocupado estaba totalmente enterrada. Saliendo de la tierra a intervalos regulares había 15 bayonetas, bajo las cuales estaban los restos de los hombres que habían formado parte de esta unidad. El mito dice que se habían quedado en sus puestos hasta ser enterrados vivos; el sentido común sugiere que fueron enterrados por los hombres que tomaron por asalto su trinchera.
Los alemanes casi rompieron las líneas francesas el 23 de junio, pero después ya no consiguieron ningún progreso más. Pasaron los seis meses siguientes a la defensiva, repeliendo los contraataques franceses. En octubre y en noviembre, los franceses eliminaron el grueso del centro de las líneas alemanas. Se retomo el fuerte Douaumont y el fuerte Vaux el 24 de octubre y el 2 de noviembre, respectivamente. Entre aquellos que se distinguieron en el combate de Verdún de encontraba Robert Nivelle, que posteriormente estaría al mando de la malograda ofensiva de 1917, y el joven Charles de Gaulle. A mediados de diciembre, termino la batalla. Los franceses habían retenido Verdún.
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