El general Bartolomé Mitre narra de la siguiente manera el comienzo de la operación: “La división de Soler se interno silenciosamente en los tortuosos desfiladeros de la derecha, cubierta por una larga cerrillada. La división de la izquierda trepo la cuesta, formada en columna. Una guerrilla del numero 8, con su correspondiente reserva, cubria su flanco izquierdo por un sendero paralelo separado por una quebrada, con el doble objeto de llamar la atención y reconocer la posición enemiga a la vez que precaverse de un ataque de flanco. Un piquete de caballería exploraba los rodeos del camino, a fin de levantar las emboscadas en los recodos y descubrir si se habían construido fortificaciones. La guerrilla flanqueadora se posesiono de unas breñas inmediatas a la cumbre y rompió el fuego, que fue contestado por otra guerrilla que salio a su encuentro; pero apenas había cambiado algunos tiros, cuando inopinadamente aparecio la cabeza de la columna de O’Higgins dando la vuelta a un recodo a tiro de fusil, tocando los tambores a la carga. La vanguardia realista, que no esperaba el ataque, y que había visto la columna de la derecha argentina asomar por su flanco izquierdo al termino de la cerrillada que hasta entonces la enmascaraba, y que a la vez se veia acometida por el flanco y la retaguardia, abandono precipitadamente las posiciones sin pretender hacer resistencia. La cumbre fue coronada por los atacantes con las primeras luces del alba al son de marchas militares, y desde su altura pudieron divisar la vanguardia que se retiraba en formación cuesta abajo, y al pie de ella el ejercito enemigo formado en la planicie de Chacabuco. El primer obstaculo estaba vencido, y la batalla se daría punto por punto, con algunas variantes según las previsiones de San Martin”. El rechazo de sus tropas de seguridad obligo a Maroto a cambiar su plan original. Desplegó su ejército en las alturas al norte de la hacienda, entre el cerro Guanaco y el morro del Chingue, bordeando la ladera del cerro Quemado. Su posición estaba parcialmente protegida por tapiales y cercos de espinas. Su dispositivo era el siguiente: el ala derecha estaba formada por el batallón Talavera, que se apoyaba en el cerro Guanaco y tenia a su izquierda y algo a retaguardia el batallón Chiloé. Ambas unidades adoptaron formaciones cerradas. Al mando de esta ala estaba el coronel Elorreaga quien, según el historiador Bartolomé Mitre, fue el verdadero general en jefe. Entre los dos batallones se emplazaron tres piezas de artillería, mientras las dos restantes tomaron posición en el extremo derecho. En el centro del dispositivo se ubicaban los carabineros formados en columnas de compañías (el terreno no permitía una formación mas amplia), cubriendo el camino de la Cuesta Vieja. El ala izquierda quedaba constituida por el batallón Valdivia sobre el morro del Chingue. Los dragones u húsares formaban detrás de ella. Este dispositivo cerraba el camino de la Cuesta Vieja, pero quedaba expuesto a un ataque a su flanco oeste desde el camino de la Cuesta Nueva, riesgo que se acrecentaba ante la ausencia de exploración y seguridad en ese sector.
Tras el rechazo de la fracción de seguridad, San Martín comprobó desde la cumbre de la serranía cual era el emplazamiento real de la posición enemiga. Pudo observar el repliegue precipitado del destacamento enemigo y el grueso de su ejército ocupando sus posiciones. Entonces modifico inmediatamente su plan de ataque, ordenando a O’Higgins que persiguiera a los realistas que retrocedían para luego efectuar un ataque de aferramiento por el camino de la Cuesta Vieja y a Soler un ataque sobre el flanco y la retaguardia enemigos por el camino de la Cuesta Nueva. Además reforzó la división del general chileno con el 3er escuadrón de Granaderos a Caballo.
En sus órdenes, San Martín imponía a O’Higgins efectuar su ataque sin comprometerse, dando tiempo a la división Soler, que tenía mayor distancia a recorrer, para caer sobre el enemigo y en ese momento atacar a fondo.
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