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viernes, 30 de enero de 2009

La importancia de la artillería en la primer gran guerra.

En 1914, el arma principal de la artillería era el cañón ligero de campaña, diseñado para las ofensivas móviles. Los principales ejércitos combatientes estaban equipados con cañones de campaña inspirados en el cañón francés de 75mm. Esta arma era capaz de disparar hasta veinte granadas por minuto, con bastante precisión, y desempeñó un papel importante en la guerra de movimiento de 1914, pero después de la “carrera hacia el mar” se produjo un bloqueo a lo largo de los 750km de frente y, de hecho, se inició la guerra de posiciones. Una de las respuestas fue el desarrollo de una artillería más pesada, con el fin de abrir boquetes en las alambradas de púas del enemigo y destruir sus cañones. En tal sentido, el ejército alemán se encontraba en ventaja. Su estado mayor había adquirido experiencia en la guerra ruso-japonesa (1904-1905), y seguía dándole importancia a la potencia de fuego. Cada cuerpo contaba por lo menos con doce obuses pesados de 150mm, que por el ruido que producían y el humo negro de sus explosiones se hicieron famosos como los “Jack Johnsons”, por el hombre de raza negra que fuera campeón mundial de boxeo de los pesos pesados entre1908 y 1915. A medida que fueron apareciendo obuses más pesados y cañones de más alcance, todas las partes procuraron ajustarse a la nueva guerra de posiciones. Se inventaron morteros de trinchera que disparaban prácticamente hacia arriba. La cantidad de cañones pesados creció en una proporción extraordinaria. En 1914, los franceses tenían 300 cañones pesados; en 1918 ya eran 7.000, de los cuales 400 estaban montados en vagones de ferrocarril. De las 20.000 piezas de artillería con que contaba el ejército alemán en 1918, alrededor de 8.000 eran cañones pesados. El que tenía el mayor campo de acción era el “Big Bertha” capaz de disparar una granada de 108kg en dirección a un blanco situado a 148km. La meta era París. Se gastaron grandes cantidades de municiones en los asaltos antibaterías, la destrucción de puntos importantes y las operaciones de corte de alambradas. Pero los bombardeos intensivos con material pesado que tenían lugar antes de los ataques sacrificaban el factor sorpresa. Además, aparte de aniquilar las defensas enemigas también las carreteras y los elementos de identificación, restringiendo de ese modo el movimiento de la infantería, los cañones y posteriormente también de los carros de combate. A medida que fueron mejorando las tácticas, se diseñaron barreras de fuego para proteger a la infantería durante los ataques. En un principio se enfocaba el cañón hacia las líneas del frente del enemigo, y después se cambiaba la dirección y se orientaba hacia las trincheras de apoyo. Más adelante, se introdujeron barreras de fuego más efectivas, “rastreras” o “rodantes”, que avanzaban por delante de la infantería a un ritmo determinado de antemano. Pero la falta de comunicaciones por radio para mantener el control impedía cualquier flexibilidad, en caso de que la infantería se retrase o se desviase. La importancia creciente de la artillería produjo una gran expansión de estas fuerzas. El ejército británico llegó a contar con 526.000 soldados de artillería, una cuarta parte de su fuerza numérica.

miércoles, 28 de enero de 2009

El genio del combate aéreo, Heinz Bär

Nacido en 1913, Heinz Bär, se alistó en la Luftwaffe poco antes del comienzo de la guerra. Fue asignado, como suboficial a la 1 Staffel, Jagdgeschwader 51, que estaba dotada de Messerschmitt Bf.109E-1. Parece que su primera victoria la consiguió el 25 de septiembre de 1939 sobre la Línea Maginot, en un período de dura actividad aérea contra la Armée de l´Air francesa.
Un año después, a mediados de la Batalla de Inglaterra, Bär llevaba en la cola de su aparato ocho señales de victoria sobre aparatos enemigos. A finales de la Batalla de Inglaterra estaba considerado como un piloto muy decidido, incluso demasiado osado, pero el número de sus victorias aumentaba con lentitud. El 21 de Abril de 1941, con su Bf.109 derribó su víctima número 15. Su unidad recibió un nuevo modelo de avión, el Bf.109F al tiempo que se la destinaba al frente oriental, bajo el mando del gran piloto Werner Mölders. Bär recibió la Cruz de Caballero el 2 de julio, 15 días apenas después del comienzo de las operaciones contra la Unión Soviética.
Bär recibió el mando del IV/JG 51, y en febrero de 1942 era el séptimo miembro de las fuerzas armadas alemanas que recibía las espadas de su Cruz de Caballero al llegar su record de aviones derribados a 90. El 19 de mayo, el número había ascendido a 103, y el 27 de junio, a 113.
El julio de 1942, Bär abandono el frente ruso y fue destinado a Sicilia, como jefe del I/JG 77, que se estaba reequipando con aparatos Bf.109G “Gustav”. Mientras servia en el Mediterráneo, Bär derribo otros 20 aparatos ingleses y americanos. A comienzos de 1944, Bär era comandante y estaba al frente del II Gruppe Jagdgeschwader 1 “Oeasau”, dotado de aviones Focke Wolf Fw.190ª y destinado a la defensa del Reich. El 22 de abril con uno de estos aparatos destruyo su enemigo número 200, un Consolidated B-24 Liberator, gran bombardero americano. Sus proezas, naturalmente, le crearon un puesto en la agrupación de elite que creo Adolf Galland, la Jagdverband 44 en 1945, dotada de reactores Messerschmitt Me.262. La primera victoria de Bär con este tipo de avión fue el 15 de enero de aquel año, y el total de 16 triunfos conseguidos con aquel avión le hizo uno de los más victoriosos pilotos de reacción de la guerra. Cuando Galland fue herido, Bär asumió el mando de la unidad. Este notabilísimo piloto sobrevivió a la guerra, pero murió el 28 de abril cuando su avión ligero en el que volaba se estrello cerca de Brunswick.

Chu Yuan-chang, de campesino a emperador, nace la dinastía Ming

Emperador chino fundador de la dinastía Ming que reinó desde 1368 hasta 1398.p.C. En las caóticas guerras civiles de 1350 logró destacarse gradualmente. Provenía de una pauperizada familia campesina de China central, y en su juventud había buscado refugio en un monasterio. Allí se relacionó con la secta budista del “Loto Blanco”, que con sus impulsos mesiánicos había suscitado sublevaciones locales. El ex monje se puso a la cabeza de un grupo de combate inicialmente pequeño en la región de Huai, y pronto cosechó tales éxitos que pasó a dirigir un grupo mayor, convirtiéndose finalmente, en 1356, en Nanking, en señor de un territorio que llevaba el antiguo nombre regional de Wu; Chu se otorgó a sí mismo el título de duque de Wu. Los ataques emprendidos por el grupo de rebeldes dirigidos por Chu contra ciudades defendidas obstinadamente por tropas mixtas mongolas-chinas fracasaron. Pero en estos años decisivos se fue modificando paulatinamente el carácter de la sublevación. En la fase inicial, los soldados y jefes subalternos provenían del proletariado rural, pero a él se unieron ahora también miembros de la intelectualidad y de las clases poseedoras, siendo el objetivo nacional expulsar a los dominadores mongoles. En 1368 cayó Ta-tu (Pekín), y el emperador mongol Toghan Temur tuvo que ponerse a salvo en la estepa junto a su séquito. Chu Yuan-chang fue coronado emperador en 1368 en Nanking; el Estado que fundó fue llamado Ming (brillante, claro). Chu eligió como divisa de gobierno la expresión Hung-wu (hueste universal). La Administración central fue reorganizada, en lo fundamental, según el modelo institucional de los Sung. El emperador se mantuvo invariablemente receloso frente a los literatos-funcionarios, como en general frente a toda la burocracia. Bajo su reinado, la antigua institución de del establecimiento estatal de estudios, el kuo-tzu chien, se convirtió en un instrumento para formar sumisos servidores de la corte. La economía se recuperó en poco tiempo al calor de la paz interior restablecida bajo la mano dura del Emperador. La recolonización de las tierras baldías se llevó a cabo con energía y habilidad, siendo favorecida por medidas fiscales como la concesión de préstamos y las reducciones de impuestos. En materia de política financiera se mantuvo al principio el papel moneda de la época mongola, aunque se acuñaron también monedas de cobre en los talleres del Estado, y para transacciones de mayor cuantía se utilizó la plata, pese a la prohibición legal que se oponía a ello. Se ordenó a todos lo extranjeros que adoptasen nombres chinos, y se les prohibió practicar la endogamia; la posición de primacía que les otorgaba la legislación mongola, por lo demás, quedo abolida a partir de 1368, decayendo así una parte de los señores anteriormente privilegiados hasta su total incorporación al proletariado. Al morir Chu Yuan-chang en 1398 fue canonizado con el nombre de T’ai-tsu, legando a su sucesor un Estado afianzado en el plano institucional.

lunes, 26 de enero de 2009

Mercenarios del Renacimiento, las compañías saquean Europa

Desde alrededor del 1400 aprox., Italia era recorrida por profesionales de la guerra, y en primer lugar por las compañías de tipo habitual, especie de Estados militares nómadas, dirigidas por extranjeros (Forestieri): un hidalgo provenzal, antiguo fraile menor convertido en caballero de Rodas y luego en jefe de banda; Fra Moriale, decapitado en Roma como un bandido, después de Cola de Rienzo; el Duque de Werner de Urslingen, “enemigo de Dios, de la piedad y de la misericordia”; el ingles John Hawkwood –Giovanni Della Bande Nere- y su “compañía santa”; los bretones de Sylvestre Budes, que se vanagloriaba del saqueo de Cesena. Cansados de los extranjeros, los Estados se dirigieron a continuación a Italianos: fue la era de la condotta que duro hasta el segundo cuarto del siglo XVI. La compañía, reclutada en una región determinada de la península, tiene un carácter estrictamente “nacional”; nace de la personalidad de su jefe, que incluso le da nombre y, ambicioso de origen noble, escoge sus hombres en su clientela y les recompensa más como asalariados que como asociados. En aras de un rendimiento constante, prefiere explotar que destruir, y por esto conserva su tropa en estado de servir y discutir con el que le contrata las obligaciones reciprocas; es un empresario en busca del partido mas ventajoso. La “Lanza” italiana es solo de tres hombres –uno solo combatiente- pero las unidades se agrupan claramente: cinco lanzas forman un “cuerpo”, diez una enseña y veinticinco una bandera; el numero de soldados a pie, fanti (de donde infantería), tiende a igualar el numero de jinetes. Todos eran perfectos conocedores de su oficio, tan bien encuadrados y dirigidos que, a pesar de su proverbial versatilidad, la reputación de los condottieri se impuso en occidente, de Giovani degli Ubaldini (siglo XIV) a Bartolomeo Colleone y Francesco Sforza (siglo XV), pasando por los Malatesta, Carmagnota y Piccinino. Cuando Carlos el Temerario, el príncipe de Valois mejor enterado probablemente de las cosas militares se propuso reorganizar sus fuerzas, se aconsejo con el italiano Campobasso y, combinando las costumbres de Italia y de Francia, encontró los principios de su gran ordenanza de 1473. Sin embargo, ya estaba retrasado: los suizos reconstituyendo la falange antigua en un cuadrado de 16 picas de lado, se anunciaban como los soldados del futuro. De todas formas ya no se improvisa el guerrero y el nacimiento noble ya no confiere, sino el destino, al menos la aptitud: el oficio hay que aprenderlo.

El gran capitán Gonzalo de Córdoba y las reformas tácticas del siglo XVI

El problema de las tácticas de infantería en el siglo XVI fue el de buscar la forma de obtener los mejores resultados de las nuevas armas de pólvora que estaban siendo desarrolladas. El ocaso de la infantería sin apoyo se produjo en Miriñán, en 1515, cuando el sistema francés de salvas de artillería combinadas con cargas de la caballería, apoyadas por infantería armada con picas y arcabuces, demostró su superioridad. No obstante, algunos años antes, los franceses no habían tenido tanto éxito contra un ejército español mandado por Gonzalo de Córdoba, El Gran Capitán (1453 – 1515). Este había logrado derrotar a los franceses, que eran mas numerosos, protegiendo a sus arcabuceros tras fortificaciones de campo, de forma que les era posible recargar sus armas sin miedo a los ataques. De este modo pudo extender a sus hombres en un frente mas amplio que los franceses y ganar a estos en la maniobra, utilizando a sus arcabuceros para dispersar a los franceses con su poder de fuego, permitiendo así a sus piqueros, que aun seguían formando el grueso de su infantería, que se adelantases e infligieses la derrota final, como sucedió en la batalla de Ceriñola, en 1503. Las tácticas de Gonzalo de Córdoba se basaban en la resistencia de sus piqueros y en la protección de las fortificaciones de campo, apoyados por el poder de fuego de sus arcabuceros y utilizando la acción final de choque de los piqueros.
El ejército de Gonzalo de Córdoba abrió una nueva era de dominó español en Europa, que se inicio con una ola de éxitos cuando los españoles expulsaron por fin a los moros de España con la reconquista de Granada (1492) tras siete siglos de dominio árabe. Entonces, a medida que avanzaba el siglo XVI, los españoles fueron adquiriendo una mayor confianza en si mismos y sus campañas les proporcionaron aun mayores éxitos. Por aquel entonces las armas de fuego abundaban más, y los españoles pudieron reemplazar a muchos de sus piqueros por arcabuceros; estos formaban en unidades diferenciadas y servían junto a las de piqueros que aun quedaban. El Tercio Español, tal como se lo conoció, era una unidad mixta de piqueros y arcabuceros – y luego de mosqueteros-, que presentaba al enemigo la oposición de sus firmes picas y el poder de fuego de sus armas personales. El núcleo del tercio estaba formado por piqueros, rodeados por una cortina protectora de arcabuceros; otros arcabuceros reforzaban cada ángulo del tercio, cuyos efectivos totales variaban entre los 1500 y 2000 hombres. Su efectividad venia incrementada por la moderna táctica de hacer que los arcabuceros de las filas delanteras se retirasen tras la segunda fila una vez descargadas sus armas; entonces la segunda fila se movía hacia delante para disparar a su vez, seguidamente regresaban a su posición anterior siendo sustituidos por la otra fila que, mientras, había recargado sus armas. Gracias a estos métodos los españoles podían mantener una barrera de tiro casi ininterrumpido, causando la desintegración de las filas enemigas; entonces, los piqueros españoles avanzaban a barrer los restos. Luego, aquel mismo siglo, los españoles pudieron doblar su volumen de fuego haciendo que los hombres de la primera fila se arrodillasen y disparasen, mientras la segunda lo hacia por encima de sus cabezas. Seguidamente ambas hileras se retiraban para recargar, mientras la tercera y cuarta repetían su actuación. Hacia finales del siglo XVI se produjeron nuevos cambios en las tácticas de infantería, cuando el mosquete reemplazo al arcabuz. Aunque pronto Gustavo Adolfo revolucionaria por mucho tiempo la guerra de infantería, un importante acontecimiento se había producido antes de que subiese al poder. Dicho suceso tuvo lugar de un modo independiente, según parece, y más o menos al mismo tiempo, gracias a Alejandro, Duque de Parma (1545 – 1592) y Mauricio de Nassau (1567 – 1625). Ambos jefes militares redujeron los efectivos de determinadas unidades a su mando y trasladaron al arcabucero desde el corazón de la formación de infantería para darle nuevas tareas como soldado de avanzadilla. Tales medidas eran significativas, pues ambos generales eran partidarios de la guerra móvil, trasladando sus tropas a gran velocidad utilizando todos los medios disponibles. Dicho sistema le dio muy buenos resultados a Mauricio con el uso de barcazas en las llanuras holandesas. Fue también él quien acelero las, hasta entonces, largas y arduas operaciones de sitio mediante una hábil combinación de fuego concentrado y diplomacia. Gracias a este método logro capturar brillantemente una cadena de fortalezas españolas en los años 1590 – 1591. Una vez había logrado abrir una brecha en los muros, inducía a la rendición a los defensores con la promesa de que recibirían los honores de la guerra. Había prohibido terminantemente el pillaje, con esta medida consiguió que el tiempo empleado en tomar y asegurar una fortaleza enemiga fuera de unos seis días, un periodo de tiempo maravillosamente corto para aquella época.

sábado, 24 de enero de 2009

El principio de la caballería pesada, los catafractos bizantinos

Después de la caída de Roma, el imperio Romano de Oriente, con capital en Bizancio o Constantinopla, como fue rebautizada en el año 330, iba a sobrevivir durante otros mil años. A diferencia de los dirigentes de Roma, los bizantinos habían comprendido el error de sus técnicas militares y se habían dado cuenta de que había terminado el dominio de la infantería. Tenían que adoptar los principios militares de los bárbaros con los que estaban luchando, perfeccionarlos, mejorarlos en cuestiones de equipo y organización, y luego derrotar al enemigo en el campo de batalla usando su propia arma. Este arma era la caballería. Mejorada por ese entonces por dos inventos llegados desde el este, que hicieron posible el desarrollo de una verdadera caballería pesada que asumiría un importante papel como fuerza de choque, a diferencia de las anteriores fuerzas montadas que habían tenido que basar sus acciones en el disparo de proyectiles. Estos dos inventos eran la silla de montar y el estribo, que llegaron al mundo occidental hacia los años 350 y 500, respectivamente. Su introducción dio al jinete pesadamente acorazado una resistencia mucho mayor al ataque, permitiéndole permanecer sobre su caballo aun en las condiciones mas duras de la batalla. Naturalmente, al mismo tiempo incrementaba sobremanera su poder ofensivo. La base de los ejércitos bizantinos a partir de mediados del siglo VII era el jinete pesado con armadura de escamas de metal. La evolución de este tipo de caballería pesada se había iniciado unos 100 años antes con el excepcional general Belisario (aprox. 505- 565d.C.), que había reconquistado parte de Italia y el norte de África para el emperador Justiniano I (483-565d.C.). Los ejércitos de Belisario estaban compuestos por tres tipos de caballería: en primer lugar, los jinetes pesados de Bizancio, armados con lanzas, espada y arco (siendo esta el arma principal) y acorazados con casco, cota de malla (hecha de centenares de anillos de hierro entrelazados) y escudo; el segundo tipo lo componían los arqueros auxiliares Hunos menos armados y acorazados; y por ultimo, en tercer lugar, lanceros germanos o eslavos, fuertemente acorazados, que eran empleados como tropas mercenarias. A través de un proceso de experimentación, que fue acelerado por unos encuentros inicialmente desastrosos con un nuevo enemigo, los musulmanes, hacia la primera mitad del siglo VII los bizantinos habían perfeccionado su sistema militar que tantos éxitos les dio. Como se ha dicho, el elemento principal era el arma de caballería, que ahora había sido reorganizada en dos tipos: el catafracto, con su espada, lanza y arco, protegido por el casco de acero, cota de malla que les cubría todo el cuerpo, espinilleras y escudo; y los traperitas, menos acorazados y equipados con un arco o una lanza. La otra arma principal, la infantería, había sufrido una transformación total a partir de la antiguo tipo romano; ahora estaba constituida por dos variedades, que se correspondían con las de la caballería: el infante pesado, el scutatus, que estaba provisto de una cota de malla hasta los pies y un casco de acero y llevaba un hacha de guerra, y el infante ligero. Algunos de estos últimos no llevaban protección corporal –aunque otros vestían cotas de mallas cortas-, pero todos tenían arcos muy potentes. Apoyados por una buena organización logística, bien entrenados y competentemente dirigidos (a veces incluso brillantemente), los soldados bizantinos fueron los mejores de principios de la Edad Media. La caballería había recuperado su importancia e iba a dominar la escena militar europea hasta la aparición de nuevas armas de infantería capaces de resistir una carga de la caballería pesada.

jueves, 22 de enero de 2009

Los bravos del norte, Güemes y sus Infernales

Nada ni nadie podía detener, en esos turbulentos días a los realistas que desbordaban con todo su poderío bélico por el norte de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Hasta que un heroico hijo de esta tierra lleno a la joven patria de triunfos y la mantuvo a salvo. Ese era el General Güemes y sus bravos gauchos del norte, milicianos estos tan valientes y arrojados en batalla que pronto merecieron el nombre de “Los Infernales”, esta es la historia de la formación de ese destacado cuerpo en la lucha por la libertad.
Fue creado por disposición de Güemes, en su carácter de gobernador Intendente de la Provincia de Salta, en Oficio del 12 de septiembre de 1815, elevado al Director Supremo del Estado.
Los fundamentos esgrimidos fueron que convenía reunir en un cuerpo orgánico a los gauchos, que hasta ese entonces habían combatido desinteresadamente por la libertad de la Patria , expresándolo así: "No dudando del beneplácito de V. E. he organizado una división de caballería compuesta de dos escuadrones de a dos compañías, cada una de cien plazas; y he dispuesto se les instruya en todo lo necesario al desempeño del servicio de infantería, para que puedan ser ocupados así a pie como a caballo, con la denominación de División Infernal de Gauchos de Línea. A la fecha se halla con la fuerza que manifiesta el Estado que adjunto a V. E. armada por ahora con fusil y bayoneta. Su disciplina es ya regular en una y otra arma, tanto que la considero suficiente para el desempeño del servicio en campaña y en guarnición". La creación de esta unidad, destinada a combatir a pie o a caballo, revelaba el interés de Güemes de disponer de una unidad del tipo de los "Dragones", de los españoles, apta para su movilidad para cubrir largos trayectos y efectuar la defensa a pie de pasos, desfiladeros, bañados o lugares de difícil tránsito o acceso.
En el borrador de contestación el gobierno central expresa: "No hay motivo que justifique la creación de un Cuerpo de Línea en esa Provincia donde no hace falta; la aprobación del que dice V. S. ha organizado denominándole División Infernal de Gauchos de Infantería cuyo estado de fuerza y propuestas respectivas dirige con oficio del 12 del presente no haría sino arruinar los escasos fondos del erario público." Güemes propone la creación de una división de caballería (con aptitud para el combate a pie como luego sucedió en todos los ejércitos del mundo, a partir de la 1era Guerra Mundial) a la que llama División Infernal de Gauchos de Línea, que el gobierno confunde, negando el permiso para constituir una división de infantería. Para comprender la negativa del gobierno nacional baste señalar que el tercer ejército auxiliar del Perú, al mando de Rondeau, sería derrotado en noviembre de ese año, en Sipe Sipe, es decir un mes después del requerimiento de Güemes que, ya para ese entonces, no dudaba de esa suerte, dada la indisciplina y escasa efectividad de aquella tropa.
Igualmente Güemes forma dicho Regimiento con los siguientes efectivos: 2 Jefes, 16 Oficiales, 32 Cabos, 16 Músicos y 336 Infernales. Este Regimiento, al contrario de lo que se sostiene, estaba uniformado con prendas de color azul y sólo llevaban prendas coloradas los músicos y la escolta del Gobernador (unos cien).
El uniforme constaba de: Chaqueta y pantalón azules. Forros de elefante. Botones de cascabel. Gorras azules con mangas de bayeta grana y azul. Botas negras hasta la rodilla. Ponchos de bayetón. Los músicos: casaca colorada, pantalón colorado, gorra seguramente colorada, con manga de bayeta grana y azul. Botas negras hasta la rodilla. La escolta: chaqueta y pantalón de paño encarnadas con mangas de bayeta grana y azul.
En un parte del 15 de abril de 1819, el general Güemes dispone que "el comerciante don Martín Torino ponga a disposición de Ud. trescientas cinco, tres cuartas varas de paño azul ordinario; catorce y tercia varas de ídem grana de buena calidad (que es para mi escolta) setenta y ocho y media varas bayeta grana y azul para mangas de las gorras.". Es de resaltar que los Infernales de Jujuy llevaban uniforme de color verde", expresa Houssay.
Consultando la obra Martín Güemes, el héroe mártir de Luís Oscar Colmenares, en la página 98 se lee:
"Güemes no logró la aprobación de su pedido, pero los Infernales actuaron como fuerza de línea desde aquella solicitud, no registrándose deserciones. En 1818 llegó a tener 6.610 hombres, entre los que ya había una pequeña fuerza de línea. De acuerdo a una lista del año citado, el Ejército se componía así: un primer grupo integrado por el Estado Mayor, la artillería y la caballería de línea (en la que figura la división de gauchos de línea no aceptada por el Directorio) que ascendían a 667 plazas; y un segundo grupo integrado por Escuadrones de Gauchos con 5.943 hombres. Era indispensable convocar siempre el menor número posible, por cuanto los gastos de manutención de las divisiones de gauchos estaban a cargo de los pudientes de Salta y Jujuy. Sin embargo, estos escuadrones de gauchos "no eran meras agrupaciones ocasionales de paisanos sino verdaderos cuerpos fijos y reglados de milicias, con fuero militar propio para sus componentes". Este ejército tenía un verdadero servicio de maestranza, una fábrica de pólvora y cartuchos, un hospital y una sastrería. Contaba, además, con varias divisiones corsarias con funciones parecidas a los modernos comandos y los escuadrones tenían sus capellanes", escribe Colmenares.

Las V-1 y las V-2, Hitler va un paso adelante

En ningún modo se debe creer que todo el ingenio en el desarrollo de armamento estuviese concentrado en el bando aliado. Por el contrario, los más destacados adelantos militares y científicos estuvieron a cargo de los alemanes. En el transcurso de la segunda gran guerra, el Fuhrer anuncio que tenía una devastadora arma secreta. De hecho, eran dos las armas secretas: la V-1 y la V-2. La V-1 era una bomba volante que pesaba una tonelada y tenia la forma de un avión sin piloto. Su radio de acción era de unos 240km y su velocidad entre los 320 y los 640km/h. Volaba a una altura constante y era seguible por radar así como visible en vuelo; por consiguiente, podía ser derribada por los cazas y también era vulnerable a las explosiones cercanas de los proyectiles de la artillería antiaérea. La V-2 era bastante más peligrosa. Se trataba de un cohete de casi 14mts de largo con un radio de acción de 320 a 350km. Su cabeza explosiva también pesaba una tonelada. Su trayectoria se alzaba hasta un máximo de 80km de altura. Era tan rápida que no podía ser vista en vuelo y descendía a mas de 3200km/h. Jamás fue descubierta una defensa efectiva contra ella. No obstante, el proyecto no era tan secreto como Hitler pensaba, pues ya era conocido por el espionaje británico en mayo de 1943. su desarrollo fue gravemente retrasado cuando el 17 y el 18 de agosto de aquel año se produjo un ataque de 600 bombarderos contra las instalaciones de investigación y la fabrica de Peenemunde, que causo graves daños y mato a muchos de los principales científicos y expertos.
La primera V01 o bomba volante cayó sobre Inglaterra el 13 de junio de 1944. Siguieron ataques indiscriminados contra Londres, y, aunque la mitad de las V-1 lamentablemente fueran derribadas, ya sea por los cazas o por los cañones antiaéreos, tuvieron un grave efecto sobre la moral del pueblo británico. El 8 de septiembre llego la primera V-2. Desgraciadamente, el avance aliado arrollo por ese entonces los emplazamientos de las V-2 en Francia y Bélgica, aunque los alemanes pudieron seguir bombardeando Londres, Amberes, Bruselas y Lieja, desde nuevas pistas de lanzamiento en Holanda, hasta marzo de 1945. Solo una serie de bombardeos masivos de la aviación consiguió mantener la amenaza de las V-2 dentro de unos límites sostenibles. En total, los alemanes lanzaron 25649 proyectiles contra los británicos causando un total de 8938 muertos y 24504 heridos de gravedad.

martes, 20 de enero de 2009

Municiones y proyectiles del siglo XVIII

Hacia finales del siglo XVIII la munición había sido estandarizada también en cuatro tipos en los ejércitos europeos: bala sólida, proyectil explosivo, metralla y bote de metralla. La metralla era, de hecho, un recipiente tubular abierto que contenía una serie de pequeñas bolas de hierro que en la trayectoria se dispersaban para formar un muro de proyectiles; se usaba contra la caballería o la artillería. El bote de metralla, o shrapnel, fue inventado en Gran Bretaña, en 1784, por el teniente –luego capitán- Henry Shrapnel (1761-1842): consistía en un recipiente tubular cerrado lleno de balas de mosquete que contaba con una carga explosiva que hacia detonar el proyectil en el aire y rociaba a las tropas enemigas que había por debajo con una lluvia masiva de balas. Hay que tener en cuenta que la idea del shrapnel no era nueva, pues ya en 1376 los venecianos habían usado un sistema similar en el que la carga explosiva hacia estallar el recipiente librando una serie de fragmentos cortantes. El shrapnel fue utilizado por primera vez en la toma de Surinam por los británicos, en 1804.
La única “arma” totalmente nueva era el globo, que fue utilizado para tareas de observación en la batalla de Fleurus, en 1794, pero que pronto fue despreciado por Napoleón y olvidado durante 60 años. Otra arma, el cohete, apareció en Europa durante la primera parte de las guerras napoleónicas, aunque se había usado en China hacia muchos siglos. El cohete Congreve, llamado así porque su inventor había sido el coronel Sir William Congreve (1772-1828), era poco preciso y de corto radio de acción –aproximadamente 1,5km-, pero a veces era utilizado como complemento de la artillería ligera, de la que los británicos tenían escaso contingente. Cuando se disparaba en salvas, su falta de precisión era más que compensada por su rapidez de tiro y capacidad incendiaria, como quedo demostrado en la destrucción de Copenhague, en 1807, por un fuego originado por 25.000 cohetes. Los cohetes fueron usados en el paso de Adour y en Leipzig (1813), y también en la campaña de Waterloo. No obstante, su popularidad duro poco tiempo y no sobrevivieron al periodo napoleónico. Parece ser que fueron utilizados por última vez en la campaña de Birmania de 1825-1826.

lunes, 19 de enero de 2009

El poder naval en la Primera Guerra Mundial

La guerra naval se revoluciono un siglo antes de la Primer Guerra Mundial: los barcos de vela, de madera, armados con baterías en los costados desde donde se disparaban cañones de un alcance relativamente corto, fueron sustituidos por barcos de vapor blindados con metal, equipados con cañones capaces de lanzar grandes proyectiles explosivos a una distancia de 16km o mas. En la década anterior a la guerra, todas las potencias invirtieron en la construcción de los modernos buques de guerra, los acorazados.
Tras los primeros meses de la guerra, durante la que se libraron algunas cortas batallas en mares muy lejanos, el centro de la guerra naval en la superficie paso a las aguas europeas. Tanto en el Mar del Norte como en el Mediterráneo, las flotas aliadas, mas numerosas, mantuvieron un bloqueo alejado de las bases navales enemigas, mientras que en el Mar Negro y en el Báltico, la marina Rusa, no repuesta todavía de las grandes perdidas sufridas durante la Guerra Ruso-japonesa (1904-1905), pudo ser fácilmente controlada por las fuerzas alemanas y turcas. La batalla de Jutlandia, que se libro a finales de mayo de 1916, fue la única acción naval de la guerra realizada a gran escala. A parte de esta batalla, las enormes flotas de guerra europeas únicamente se enfrentaron en algunas escaramuzas, no sufriendo grandes perdidas. El nivel de lucha, generalmente bajo, fue el resultado de, primero, la inferioridad numérica de los imperios centrales y, segundo, el poco deseo de todos los combatientes de arriesgarse a perder unos acorazados insustituibles.
Jutlandia fue una decepción tanto para británicos como para alemanes. Los alemanes fracasaron en su intento de aislar un pequeño destacamento de la flota británica, y al final solo consiguieron apartar a su flota de un combate desastroso con una fuerza superior. Los británicos no solo tuvieron éxito en destruir al enemigo, al que habían esperado capturar lejos de su base durante casi dos años, sino que en el proceso sufrieron las mayores pérdidas de acorazados. Sin embargo, en general Jutlandia fue una victoria estratégica de la Marina Real Británica. En el periodo comprendido entre 1916 y 1918, la continua preeminencia concedida a los programas de construcción naval de los aliados y la posterior llegada de parte de la flota de guerra estadounidense a las aguas europeas acentuó la inferioridad numérica de los imperios centrales. Ni las acciones en superficie ni las realizadas por los submarinos llegaron a liberar a los imperios centrales de los efectos restrictivos causados por el bloqueo de los aliados. Mientras que en debate histórico sigue habiendo indignación por el impacto que tuvo el bloqueo en el esfuerzo bélico alemán, perdura el hecho de que Alemania fue incapaz de restablecer las valiosas conexiones económicas con el resto del mundo que habían sido rotas por la superioridad naval británica.
El fracaso de la expansión naval alemana fue subrayado con una finalidad simbólica al final de la guerra, cuando la flota alemana fue rodeada en la base naval británica de Scapa Flow y hundida por su propia tripulación para evitar que fuera repartida entre los vencedores.