tropezando con el primer travesaño, choqué con un oficial inglés con una capa abierta y su corbata suelta. Le agarré por la garganta y le arrojé contra los sacos de arena, donde se hundió. Detrás de mí apareció la cabeza de un viejo comandante. Me gritaba: “¡Disparadle!” Dejé esto para los que venían detrás y me dirigí a la trinchera inferior. Me enfurecí con los ingleses. Disparé mis cartuchos tan ferozmente que apreté el gatillo 10 veces al menos después del último disparo. Un hombre cerca de mí arrojó bombas contra ellos cuando trepaban para escapar. Un casco con forma de plato giraba en el aire, muy alto. En un minuto acabó la batalla. Los ingleses salieron de sus trincheras y huyeron por los batallones campo a través”. El oficial que mandaba a los North Staffords, Teniente Coronel T.B.H. Thorne, había sido herido en la cabeza y muerto durante el ataque, que deshizo el batallón y dejó sólo bolsas aisladas de resistencia. El espíritu combativo de Jünger estaba casi fuera de control, quitó el arma a un fusilero y comenzó a disparar a los británicos en retirada. Al matar a su primera víctima a 150 metros, Jünger le observó cuando “se partió como la hoja de un cuchillo y cayó”. Pero incluso entre tal carnicería hubo algunos momentos absurdos, como cuando uno de los fusileros de Jünger se detuvo para disparar a una liebre que había saltado y corría a través de sus líneas. Los alemanes tenían que mantener el ímpetu del ataque para impedir a los británicos que consolidasen sus defensas. En un momento, la 7.ª Compañía se vio detenida por dos ametralladoras británicas, una en cada lado de un hoyo. Después de una breve pausa, Jünger atacó con unos pocos hombres. Era una lucha a muerte. Después de uno o dos saltos adelante, quedé frente a la posición de la ametralladora a mano izquierda, con sólo un hombre. Podía yo distinguir claramente un casco plano detrás de un terraplén bajo, y justo detrás, una fina espiral de vapor o vaho.
Me acerqué a pequeños saltos, para no dejar ninguna posibilidad. Cada vez que me echaba al suelo, el hombre me disparaba un cargador y yo disparaba unos pocos tiros cuidadosamente. “¡Cartuchos…cartuchos!”, rodeé y le vi tirado retorciéndose sobre un lado.
0 comentarios:
Publicar un comentario