A continuación, Artajerjes ataco al campamento de Ciro, mientras el ejercito griego, que estaba en ventaja en el ala derecha, perseguía a los persas en retirada frente a ellos en unos cinco kilómetros. Al ver esto el rey abandono el campamento para atacar a los griegos por la retaguardia, pero Clearco hizo dar media vuelta a su línea y avanzo contra el rey, obligándole a desviarse hacia la derecha griega para evitar el choque frontal. Los griegos, para proteger su flanco, se alinearon de espaldas al rió y rechazaron la carga persa. Aunque persiguieron a los persas hasta Cunaxa, la caballería de estos hizo un ultimo intento de detenerlos, pero la hicieron retroceder en desorden. Al caer la noche sobre el campo de batalla los griegos se retiraron a su campamento original para descubrir que había sido saqueado por el enemigo. Por lo que a ellos tocaba, habían vencido en todas partes y no comprendían donde podían estar Ciro y sus hombres. No se dieron cuenta de la triste realidad hasta la mañana siguiente. Entonces supieron que Ciro había muerto y que ellos se encontraban profundamente atrapados en el Imperio Persa y aislados de toda fuente de suministros. A mediodía llegaron mensajeros del rey invitándoles a rendir sus armas y a postrarse ante el suplicándole el perdón, a lo que se negaron tenaz y obstinadamente, nombrando jefe a Clearco en sustitución de Ciro. Los persas, poco deseosos de luchar, y si solo de ver a los griegos fuera de su imperio, consiguieron que Tisafernes, agente del rey, los convenciera de que el los sacaría de Babilonia y los llevaría a lugar seguro. Como ya no quedaban provisiones en la ruta que había traído, Tisafernes los llevo a través del Tigres hasta el Gran Zab. Al llegar allí invito a Clearco y a otros generales a celebrar una conferencia y los arresto. Tisafernes esperaba que el resto de los griegos, perdidos sus jefes, se acabarían entregando, pero en lugar de ello se reunieron y eligieron nuevos generales, de los que uno fue el ateniense Jenofonte (c428-354 a.C.), quien los condujo hacia el norte, en dirección a la patria, sin saber con certeza donde estaba esa patria. Tisafernes se limito a seguirlos de cerca sin dejar de presionar sobre ellos hasta que entraron en las montañas de Armenia. Clearco y los otros generales griegos fueron trasladados a Susa, la capital de Persia, para ser ejecutados. Cuando por fin los griegos consiguieron alcanzar milagrosamente el mar negro a principios del 400, seguían prácticamente intactos. Meses después, al llegar a Calcedonia, en la costa asiática del Bósforo, el sátrapa persa de la zona pago a un almirante espartano, Anaxibio, para que los llevara hasta Bizancio, cruzando el estrecho. Allí los recogió Seutes, un príncipe tracio, para emplearlos contra tribus bárbaras, pero cuando en el 399 estallo la guerra entre esparta y Persia, fueron contratados por los espartanos y regresaron nuevamente a Asia unos 6.000.
Antes de seguir con la guerra en Asia, es importante considerar el significado militar de la campaña de Cunaxa. Ciro había fracasado, pero los mercenarios griegos se comportaron extraordinariamente, y es justa la fama de su proeza. Hay quien tiene por extravagante y peregrina aquella invasión, y así es en ciertos aspectos, pero en la historia militar de la antigua Grecia fue mucho mas importante de lo que parece a simple vista, pese al fracaso de la misión y fines estratégicos de Ciro. Decía Polibio que esta campaña fue causa de la guerra de Alejandro con Persia, porque al demostrar que los griegos eran invencibles incluso muy en el interior del territorio persa, surgió la posibilidad, por primera vez en la historia griega, de la invasión de aquella. Con ello exageraba (y simplificaba excesivamente) las cosas, pero, en términos generales, había algo de razonable en su afirmación. En Cunaxa los griegos observaron de cerca la debilidad del ejercito persa frente a la infantería pesada, pero mas importante aun fue lo que aquella campaña les enseño sobre su propia debilidad. Clearco, temeroso de exponer su flanco al ataque persa, actuó con total insubordinación. En el ataque frontal los persas no podían resistir a los griegos, pero un ejercito griego en Persia sin infantería ligera ni caballería que lo apoyasen debidamente no estaba en situación de llevar a una derrota decisiva al Gran Rey. Los griegos perseguidos en su camino de salida de Persia comprendieron, asimismo, la necesidad de disponer de buenos escaramuzadores –honderos y arqueros- que protegieran sus posiciones. En un cierto memento, Jenofonte se vio forzado a convertir a los hoplitas rodios en honderos (porque la honda era arma propia de Rodas) y en este papel desempeñaron un útil cometido. Pero la lección mas importante fue, tal vez, la de la logística. Los griegos habían recorrido unos 2.400 kilómetros por tierra desde Sardes a Cunaxa, desplazándose a razón de 20 a 25 kilómetros diarios bajo el sistema de suministros de Ciro. La descripción que hace de la campaña Jenofonte en la Anabasis indica que él, por lo menos, estudio detenidamente al ejercito en marcha, y una de las razones de su interés fue la incapacidad de los ejércitos griegos para organizar los suministros a tan amplia escala. Los problemas logísticos que sufrieron los griegos a su vuelta les convencieron de que nada podía sustituir a unos suministros bien organizados. No es menos importante que, al regresar, transfirieran sus conocimientos a otros griegos, que es casi seguro que se transmitían oralmente, pero Jenofonte paso varias décadas poniendo por escrito las lecciones de aquella acción militar contra los persas, y su narración influyo directa e indirectamente en las mas destacadas figuras militares de su época. Además de la Anabasis, Jenofonte escribió muchas otras obras en las que expuso al publico lector su amplio conocimiento de la guerra, sobre todo de la persa. Es especialmente importante para la historia militar su “novela” histórica sobre Ciro el Grande (la Cyropaedia). Tal vez no sean rigurosamente históricos los detalles de ella, pero el cuadro que presenta de la guerra persa revela una fina apreciación de las diferencias reales entre las formas de combate asiáticas y griegas. Es dudoso que leyesen a Jenofonte todos los generales griegos, pero las opiniones de aquel pasaron a formar parte de la cultura militar de ese periodo e influyeron mucho en generales que no leyeron , del mismo modo que Clausewitz o Liddell Hart, cuyas ideas se han difundido tan ampliamente en nuestra sociedad por distintos medios, han dejado tan profunda huella sobre la guerra moderna que no hay que leerlos para sentirse influido por ellos. Durante los 40 años transcurridos entre el 399 y la subida al poder de Filipo II en el 359, los griegos y los Macedonios fueron absorbiendo las lecciones de Cunaxa hasta que Filipo organizo un nuevo ejercito fundamentado en mucho de ellas. Después del regreso de los griegos a Europa en el 399, estallo entre Esparte y Persia una guerra que se desarrollo en Asia Menor. Aunque los espartanos y los persas habían sido aliados en la guerra del Peloponeso, el apoyo prestado a Ciro por Esparta empeoro la cooperación con el gobierno de Artajerjes, y el éxito de las tropas griegas al mando de Ciro dio excesiva confianza a Esparta. Los espartanos recogieron a los 6.000 griegos que quedaban de la expedición original y los desplegaron en Asia Menos, al mismo tiempo que enviaron un ejercito al Helesponto, en cuyo lado asiático alcanzo ciertos éxitos. En esta situación los persas decidieron usar su poder naval y pusieron una flota de 300 buques al mando del almirante ateniense Conón, que estaba en el exilio desde que escapo de la batalla de Egospótamos. El rey espartano Agesilao, recientemente elegido, inicio la campaña en el 396 a.C., organizo una fuerza de caballería y derroto al sátrapa Tisafernes cerca de Sardes. Después en el 395, se volvió contra Conón en el mar, y en la batalla de Cnido (394) la marina persa derroto decisivamente a los espartanos, destruyendo todo el potencial naval que habían podido organizar en el Egeo. El dominio del mar termino por dar a Persia el control implícito de los acontecimientos de Grecia. Durante la guerra asiática. Jenofonte había servido con Agesilao, con quien mantuvo estrecha amistad, y nuevamente los griegos, incluido Jenofonte, encontraron muchas oportunidades de aprender de los persas. El despliegue de caballería que hizo el rey espartano es un ejemplo de lección aprendida y aplicada, pero el desconocimiento espartano de las técnicas de asedio obstaculizo sus esfuerzos, cosa que también aprendieron para el futuro. En esta guerra los griegos combatieron como mercenarios, tanto en el lado espartano como en el persa, y el efecto fue la difusión del nuevo estilo de combate por toda la Grecia y no solo en esparta.
1 comentarios:
La "Anábasis" y la "Odisea" son los dos relatos más fascinantes del mundo antiguo, y los dos con un elemento común: la vuelta a casa tras una guerra lejana.
Hay muchos episodios inolvidables, como la forma en que los griegos, perseguidos por los kurdos y esperados por los armenios logran cruzar el río; o cómo, mientras les toca atravesar tierra extraña, son griegos, pero, cuando ven el mar y con él la posibilidad de llegar a las ciudades griegas, vuelven a ser atenienses, espartanos, tebanos, etc., despertando las rencillas entre unos y otros. Y claro está, el momento de ver el mar, el grito"¡Thalassa! ¡Thalassa¡"
Lo dicho.
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