Se convirtió entonces en un mercenario, entrando al servicio del rey Fadrique II de Sicilia (hijo de Pedro III, el Grande, de Aragón). Fadrique le puso al mando de las compañías de almogávares, mercenarios catalanoaragoneses que ya habían sido empleados en la reconquista de Valencia y Mallorca, y que sirvieron para consolidar la presencia aragonesa en Sicilia frente a la casa de Anjou (defensa de Mesina, 1301).
Cuando el emperador de Bizancio, Andrónico II, pidió ayuda frente al acoso de los turcos, Fadrique le envió a la Gran Compañía catalana, una expedición de unos 4.000 almogávares y 39 naves bajo el mando de Roger de Flor (1303). Los almogávares contraatacaron eficazmente desde 1304, tomando Filadelfia, Magnesia y Éfeso y obligando a los turcos a retirarse hasta las montañas del Taurus.
El emperador había agasajado a Roger, nombrándole megaduque y casándole con su sobrina María; había soportado por necesidad los abusos y crueldades cometidos por los soldados catalanes contra la población del Imperio; pero se asustó ante la ambición de Roger cuando éste pretendió erigirse en soberano del Asia Menor. Negoció con él el nombramiento de césar, concediéndole en feudo gran parte del territorio reconquistado; pero poco después le hizo asesinar durante un banquete, junto con 130 de sus jefes, para atacar posteriormente al grueso de su ejército.
En represalia, los almogávares restantes, bajo el mando de Berenguer de Entenza, atacaron al Imperio y arrasaron cuanto encontraron a su paso hasta Constantinopla (Venganza Catalana). Luego se enzarzaron en luchas internas, sirvieron a diversos señores de la zona como mercenarios y fundaron dos estados propios, los ducados de Atenas y Neopatria, que pasarían a la Corona de Aragón.