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jueves, 19 de junio de 2008

La tecnologia nuclear, el arma de los cobardes.

Efectos de una explosión nuclear.

Lo primero que las victimas de una bomba nuclear experimentan es el intenso flujo de fotones proveniente de la explosión, que libera del 70 al 80% de la energía de la bomba. El efecto es quemaduras térmicas de tercer grado, lo cual no es agradable de ver. Las primeras muertes ocurren a raíz de esto.
El siguiente fenómeno es la onda expansiva supersónica. Esta se ve antes de oírse, y arrasa todo lo que encuentra a su paso. Después de la onda el cuerpo es sometido a una presión muy elevada. Algo así como encontrarse a unos cientos de metros bajo el agua (nótese que a unos miles de metros bajo el agua los cascos presurizados sufren una implosión). La presión se reduce gradualmente, y se produce entonces un fenómeno de sobre presión negativa con un viento de succión en sentido contrario. Esta inversión se debe a que el aire vuelve precipitadamente a llenar el vació dejado por la explosión.
El aire vuelve gradualmente a la presión normal. En esta fase, los incendios causados por la destrucción eléctrica y restos incendiados convierten la escena en un infierno.
Es entonces cuando se producen los efectos a plazo medio, como la formación de queloides y de blastomas de retina. Las lesiones genéticas o hereditarias pueden manifestarse hasta cuarenta años después de la irridiacion inicial. Efectos atmosféricos de las explosiones.

El hongo atómico
El calor producido por la fusión y la fisión eleva instantáneamente la temperatura del aire circundante a diez millones de grados centígrados. Este aire plasmático tan caliente arroja una luz tan intensa que parece mas brillante que la del sol y es visible a cientos de kilómetros de distancia. La bola de fuego resultante se expande rápidamente. Esta bola esta compuesta de aire caliente, y por consiguiente se eleva a un ritmo de varios cientos de metros por segundo. Al cabo de aproximadamente un minuto, la bola de fuego se ha elevado varios kilómetros y se ha enfriado hasta el punto de dejar de irradiar. El aire frió circundante “roza” con el aire que asciende, ralentizando los bordes externos de la nube, cuya porción interna, no ralentizada, asciende algo mas rápido que los bordes externos. Cuando la porción externa ocupa el vació dejado por la porción interna, mas elevada, se produce un efecto de vació. El resultado es un anillo de humo. El material interno se expande gradualmente hasta tomar la forma de un hongo, debido a la conveccion. Si la explosión se ha producido en el suelo, polvo y restos radiactivos ascienden a través del “pie” del hongo, situado bajo la bola de fuego. Las colisiones y la ionizacion de las partículas de la nube producen relámpagos que descienden hasta el suelo. Al principio, la nube es de un color naranja rojizo, debido a una reacción química del aire caliente. Cuando la nube se enfría hasta temperatura ambiente, el vapor de agua comienza a condensarse. La nube pasa de ser roja a ser blanca.
En las fases finales de una explosión de un megaton, la nube alcanza un diámetro de 100km y una altura de 40km. Impulso electromagnética (EMP)
Una explosión nuclear desprende radiaciones en todas las longitudes de onda de la luz. Parte de la radiación se sitúa en la porción radio/radar del espectro: se trata del efecto EMP. Este efecto aumenta conforme se asciende en la atmósfera. Las explosiones a gran altitud son capaces de inutilizar equipos electrónicos, al inducir una sobre tensión transitoria a los objetos metálicos de circuito cerrado: aparatos electrónicos, líneas eléctricas, líneas telefónicas, televisores, radios, etc. La explosión puede causar daños de este tipo en un radio de hasta 1000km. Un repaso a los efectos inmediatos
Los tres tipos de efectos inmediatos son: onda expansiva, radiación térmica (calor) e ionización rápida, o radiación nuclear. Su importancia relativa varía dependiendo del rendimiento de la bomba. Para bombas de bajo rendimiento, los tres pueden ser fuente de daños significativos. Cuando el rendimiento es de unos 2,5Kt, los tres efectos presentan aproximadamente la misma intensidad. Los tres pueden causar lesiones fatales a una distancia de 1Km.
La fracción de la potencia de una bomba que resulta emitida como radiación térmica, onda expansiva y radiación ionizante es básicamente constante para todos los niveles de potencia, pero el modo en que las distintas formas de energía interactúan con el aire y el blanco varía drásticamente. El aire es fundamentalmente transparente para la radiación térmica. La radiación térmica afecta a las superficies expuestas, produciendo daños por calentamiento rápido. Una bomba cien veces más grande puede producir intensidades de radiación térmica iguales en áreas 100 veces más vastas. El área de una esfera imaginaria con su centro en la explosión, aumenta con el cuadrado del radio, y por lo tanto, el radio destructivo aumenta en relación con la raíz cuadrada de la potencia (se trata de la familiar ley inversamente proporcional del cuadrado de la radiación electromagnética). De hecho, la tasa del incremento es algo menor, debido en parte a que las bombas más grandes emiten calor más lentamente, lo cual reduce el daño ocasionado por cada caloría de calor. Es importante tener en cuenta que el área afectada por la radiación térmica aumenta de forma casi lineal con la potencia de la bomba. El efecto de onda expansiva es un efecto de volumen. La onda expansiva deposita energía en los materiales que atraviesa, incluyendo el aire. Cuando la onda expansiva atraviesa un material solidó, la energía que deposita en el causa los daños. Cuando la onda expansiva atraviesa capas de aire, sencillamente se debilita. Cuanta mas materia atraviesa la bomba, menor es el efecto. La cantidad de materia aumenta con el volumen de la esfera imaginaria, cuyo centro hemos situado en la explosión. Los efectos de la onda expansiva, por lo tanto, disminuyen proporcionalmente a la ley inversamente proporcional del cubo del radio y el volumen. La intensidad de la radiación nuclear disminuye con la ley inversamente proporcional del cuadrado, como la radiación térmica. Sin embargo, la radiación nuclear resulta fuertemente absorbida por el aire que atraviesa, lo cual hace que su intensidad disminuya mucho mas rápidamente. Estas leyes proporcionales muestran que los efectos de la radiación térmica aumentan rápidamente con la potencia (en relación a la onda expansiva), en tanto que los de la radiación disminuyen rápidamente. En un ataque nuclear de dimensiones reducidas (potencia de la bomba 15kt aprox.), las lesiones (incluyendo defunciones) se deberían a las tres causas. Las quemaduras (incluyendo las causadas por los incendios subsiguientes) serian el tipo de herida mas frecuentes (dos tercios de las muertes del primer día serian victimas de quemaduras); además, las quemaduras se producen incluso a gran distancia. El 60-70% de los supervivientes presentarían heridas debidas a quemaduras o a la onda expansiva. Las personas que se encontrasen lo suficientemente cerca para verse afectados por enfermedades debidas a la radiación se encontrarían también dentro del radio de efectos letales de heridas por onda expansiva, y por quemaduras debidas a la deflagración; por este motivo, únicamente un 30% de los heridos supervivientes presentarían los efectos de la radiación. Muchas de estas personas se encontrarían en lugares protegidos de las quemaduras y de la onda expansiva, y no sufrirían los efectos principales. Aun así, la mayor parte de las victimas de la radiación presentarían también heridas debidas a los demás efectos.
Con bombas de una potencia de cientos de kilotones o mayores (potencias normales para cabezas nucleares estratégicas), las heridas inmediatas debidas a la radiación serian insignificantes. Los niveles peligrosos de radiación se dan únicamente tan cerca de la explosión, que resulta imposible sobrevivir a la onda expansiva. Por otro lado, el alcance de las heridas por quemaduras es muy superior al de heridas debidas a la onda expansiva. Una bomba de 20 megatones puede causar quemaduras de tercer grado potencialmente mortales en un radio de 40km, en tanto que la onda expansiva a esa distancia podría hacer poco más que romper ventanas y causar heridas leves.
Una regla sencilla para estimar las bajas a corto plazo causadas por los diversos efectos de una explosión nuclear consiste en considerar que todas aquellas personas que se encuentren en el interior del entorno de sobre presión de 5 psi con respecto al hipocentro, constituirán una baja. En realidad, muchas de las personas que se encuentran dentro de este contorno sobrevivirán, y muchas fuera de el perecerán, pero la regla asume que esos dos grupos serán aproximadamente iguales y quedarían así equilibrados.
Esta regla no tiene en cuenta ningún efecto de lluvia radiactiva. Un repaso a los efectos retardados.

Contaminación radiactiva
El principal efecto retardado es la creación de enormes cantidades de material radiactivo de larga duración (con periodos de semidesintegracion radiactiva que van desde días hasta milenios). La fuente principal de estos productos son los restos de las reacciones de fisión. Una fuente secundaria potencialmente importante es la captura de neutrones por isótopos no radiactivos, tanto en el interior como en el exterior de la bomba.
Cuando los átomos se fisionan pueden llegar a dividirse hasta 40 veces, produciendo una mezcla de unos 80 isótopos diferentes. La estabilidad de estos isótopos varia considerablemente. Algunos de ellos son completamente estables, en tanto que otros sufren una desintegración radiactiva pronunciada, con periodos de semidesintegracion radiactiva de fracciones de segundo. Los isótopos en desintegración pueden a su vez formar isótopos derivados, estables o inestables. La mezcla se hace más compleja de ese modo; han llegado a identificarse hasta 300 isótopos diferentes de 36 elementos en productos de fisión. Los isótopos de corta duración liberan su energía rápidamente, creando intensos campos de radiación mucho menos intensa, pero más persistente. Los productos de la fisión tienen inicialmente un nivel de radiación muy alto, que declina rápidamente, pero el ritmo de desintegración disminuye con la intensidad de la radiación.
Una regla simple es la “regla de los siete”. Esta regla dice que por cada aumento de siete veces en el tiempo tras una detonación de fisión (iniciándose en la primera hora o después), la intensidad de la radiación disminuye en un factor de 10. por lo tanto, al cabo de 7 horas, la radiactividad residual debida a la fisión disminuye en un 90%, a un décimo de su nivel de al cabo de 1 hora. Al cabo de 7 * 7 horas (49 horas, 2 días aprox.), el nivel disminuye de nuevo en un 90%. Al cabo de 7 * 2 días (2 semanas), vuelve a disminuir un 90%, y así durante 14 semanas. La regla funciona hasta que queda 25% de radiación durante las dos primeras semanas, y es exacta con un factor de dos durante los seis primeros meses. Al cabo de este tiempo, la tasa de desintegración se hace mucho más rápida. La regla de los siete corresponde a una relación proporcional t^-1,2.
Estos productos radiactivos son más peligrosos cuando se depositan sobre el suelo, en forma de “lluvia radiactiva”. El ritmo al que la lluvia radiactiva se deposita depende mucho de la altitud a la que ocurre la explosión, y en menos medida al tamaño de la misma. Si la explosión se produce completamente en el aire (la bola de fuego no toca el suelo), los productos radiactivos vaporizados formaran partículas microscópicas cuando se enfrían lo suficiente para condensarse y solidificarse. Estas partículas son elevadas a la atmósfera por la bola de fuego ascendente sobre todo, aunque cantidades significativas de las mismas se depositan en las capas bajas de la atmósfera debido a la mezcla resultante de la circulación convectora en el interior de la bola de fuego. Cuanto más grande es la explosión, mas alto y rápido asciende el poso radiactivo, y mas breve es la proporción depositada en las capas bajas de la atmósfera. En explosiones de una potencia de 100kt o menos, la bola de fuego no se eleva por encima de la troposfera, donde se produce la precipitación. Todo este poso radiactivo caerá al suelo, mediante procesos meteorológicos, en un plazo máximo de varios meses (en realidad mucho mas rápido). Cuando la potencia de la explosión alcanza los megatones, la bola de fuego se eleva tanto que penetra en la estratosfera. La estratosfera es seca, y en ella no se dan procesos meteorológicos que puedan hacer descender rápidamente el poso radiactivo. Las pequeñas partículas de poso radiactivo descenderán durante meses, o años. Este poso radiactivo ha perdido la mayor parte de su nocividad cuando alcanza el suelo, y se diseminara por todo el globo. Cuando la potencia de la bomba supera los 100kt, el poso radiactivo pasa a la estratosfera en cantidades progresivamente mayores. Una explosión que se produce mas cerca del suelo (suficientemente cerca para que la bola de fuego lo toque) absorbe en su interior grandes cantidades de tierra. La tierra normalmente no se vaporiza, y si lo hace, hay tal cantidad de ella que las partículas resultantes son muy grandes. Los isótopos radiactivos se depositan en partículas de tierra, que pueden caer de nuevo al suelo rápidamente. El poso radiactivo se deposita desde los primeros minutos, y sigue cayendo durante varios días, creando una contaminación arrastrada por el viento, tanto en las cercanías como a miles de kilómetros de distancia. La radiación mas intensa es la resultante del poso radiactivo próximo, porque es la que se deposita con mayor densidad, y porque los isótopos de corta duración no se han desintegrado aun. Por supuesto, las condiciones meteorológicas pueden afectar de manera considerable a este proceso, y en particular la lluvia, que puede llevar el poso radiactivo y crear concentraciones muy intensas y muy localizadas. Tanto la exposición externa a la radiación penetrante como la exposición interna (ingestión de material radiactivo) constituyen un gran riesgo para la salud.
Las explosiones que se producen cerca del suelo pero que no lo tocan pueden de todos modos generar riesgos significativos inmediatamente debajo del punto de deflagración, por activación de neutrones. Los neutrones absorbidos por el suelo pueden generar un grado considerable de radiación durante varias horas. Las armas con megatones de potencia han desaparecido prácticamente, para ser sustituidas por cabezas nucleares de potencia mucho menor (o eso nos quieren hacer creer). La potencia de una cabeza nuclear estratégica moderna se sitúa, con pocas excepciones, entre las 200 y los 750kt. En trabajos llevados a cabo recientemente con modelos climáticos sofisticados, se ha demostrado que esta reducción de la potencia hace que una proporción mucho mas grande del poso radiactivo se deposite en las capas bajas de la atmósfera, y que la precipitación del mismo se produzca de manera mucho mas rápida e intensa de lo que se había asumido en estudios realizados durante los años sesenta y setenta. La reducción de la potencia total del arsenal estratégico que se produjo cuando las armas de alta potencia se retiraron a favor de un número superior de armas de menor potencia, ha aumentado el riesgo de lluvia radiactiva.

¿Heroes o genocidas?Se dice vulgarmente, (la historia oficial), que Estados Unidos arrojo la bombas atómica en Japón para terminar la guerra y que no sigan habiendo victimas; en realidad U.S.A arrojo la bomba para que los japoneses se rindieran ante ellos y no lo hicieran ante la Unión Soviética como iban a hacerlo, así dicho país quedaría bajo su esfera y no de la orbita comunista.
Empecemos a llamar a las cosas por su nombre, es sabido que quien gana la guerra tenga el derecho a escribir la historia, pero esta en cada uno de nosotros darse cuenta de las mentiras o verdades que nos cuenten. La mentira por mas linda y heroica que la pinten, no deja de ser mentira, apostemos mas al revisionismo histórico y salgamos de una vez por todas de la novela mentirosa que nos vendieron los que así siguen lucrando con la destrucción de las ideologías y de la unión nacional de los pueblos libres.