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lunes, 23 de junio de 2008

La batalla de Kadesh, la dinastía del Faraón Guerrero

Al advenimiento de la dinastía XIX en Egipto, el equilibrio en el Cercano y Medio Oriente era muy frágil. El reino hitita había acrecentado su poder y constituía un grave peligro para Egipto.
La obra de Tutmés III se había perdido, los territorios colocados bajo la soberanía egipcia habían pasado al vasallaje hitita o se encontraban en franca revuelta.
Ramsés I, fundador de la dinastía tuvo un breve reinado (1295-1294 a.C.). Su hijo y sucesor Sethi I (1294-1279 a.C.) se esforzó por restablecer el control egipcio en los territorios asiáticos. Sometió Canaan, llegó a Siria en donde ocupó el país de Amurrú y la ciudad de Kadesh, llave de la Siria del norte. Logró contener el avance hitita, pero a su regreso, Kadesh volvió a ser ocupado por los hititas. Ramsés II, hijo y sucesor de Sethi I, tuvo un largo y brillante reinado. Gobernó 67 años, de 1279 a 1213 a.C.
Ramsés II ascendió al trono a los 25 años de edad tras una corregencia que lo preparó para el cumplimiento de sus deberes. Comprendió que el enfrentamiento con los hititas era inevitable, ya que estaba en juego el control de los territorios por los cuales pasaban las rutas comerciales, de ello dependían la riqueza y la seguridad de Egipto. Para ello el gran Faraón modernizo y mejoro todo el armamento egipcio, que hasta entonces seguía manteniendo los estándares pasados, mientras que el armamento Hitita era muy superior, recordemos que estamos en la edad de bronce, los egipcios contaban con mazas para golpear, arcos simples, escudos, lanzas; mientras los hititas poseían hachas de penetración, espadas rectas de bronce, posiblemente extraídas de modelos indoeuropeos, arcos compuestos y principalmente los temidos y mortíferos carros de combate. Lo que hace Ramses II es adaptar y modificar todo este armamento dándole un concepto verdaderamente revolucionario para la época, realiza una dotación completa de arcos compuestos; es importante mencionar que un arco compuesto, en la antigüedad tomaba hasta dos años en estar terminado, no era una tarea sencilla y representaba un arte muy costoso para desarrollar, proporciono a toda la infantería de la espada llamada kopish, un modelo singular de espada muy dúctil y eficiente en combate igualmente buena para apuñalar como para cortar; mejoro las hachas de penetración hititas dándole al bronce egipcio un mayor temple y mas durabilidad; y lo mas destacado, mejoro notablemente los carros de combate, mientras el carro hitita era mas pesado y poseía su eje en la mitad de la estructura de soporte, los nuevos carros egipcios eran mucho mas livianos y el eje fue desplazado considerablemente hacia atrás, lo que le permitía tomar las curvas a mayor velocidad y mas cerradas, claro que al ser tan liviano solo podía cargar a dos soldados, el auriga y un arquero, mientras el carro hitita cargaba a tres, el auriga, un arquero y un escudero que protegía tanto al arquero como al conductor y que además portaba una lanza. Con estos datos técnicos ahora pasemos a la acción.
Muwattali, el rey hitita organizó una gran coalición contra Egipto. Participaban más de 16 estados y provincias entre vasallos y aliados. Se calcula que el rey hitita contaba con dos grandes cuerpos de infantería con un total de unos 36.000 hombres. Los carros de guerra formaban una enorme masa de 2.500 vehículos.
Contra esa coalición marchó Ramsés II al frente de su ejército en el quinto año de su reinado. Conducía 4 divisiones colocadas bajo el patrocinio de los grandes dioses de Egipto: Amón, Ra, Ptah y Seth. Cada uno contaba con 5.000 combatientes. También estaban presentes los carros de guerra y la guardia personal. Siguiendo la costa atravesó Cannan y Fenicia, de ahí siguió hacia el valle del río Orontes, antes de ello se estableció comunicación con los “Nearin”,
Cuerpo de élite formado por soldados asiáticos al servicio de Egipto, que desde hacía unos meses estaba estacionado en las costas de Amurrú (Siria), se les ordenó marchar hacia el interior para coincidir con el ejército frente a Kadesh. (Eran tropas de soldados muy jóvenes y disciplinados, especializados en la lucha cuerpo a cuerpo. Serían un antecedente a los actuales “comandos”. Se les utilizaba en las luchas subrepticias de infiltración y asaltos nocturnos a ciudades enemigas y también en aquellas acciones que requirieran una gran rapidez y decisión de acción. Eran empleadas como vanguardia de las grandes unidades durante las marchas de aproximación y para cubrir, a cierta distancia, los costados y la retaguardia. Nunca fueron muy numerosas y apenas si hay constancia de ellas.) Al llegar a cierta distancia de Kadesh, la vanguardia capturó a dos beduinos de la tribu de los Ahasu. Informaron que el rey hitita y su ejército se encontraban en Alepo, a unos 200 kilómetros al norte, y que el soberano hitita se mostraba temeroso ante el avance egipcio. El faraón mordió el anzuelo, ya que estos datos eran falsos y los cautivos en realidad eran dos espías de Muwattali con la misión de dar datos falsos al Faraón.
En realidad, el ejército hitita estaba emboscado al este de Kadesh, esperando el momento oportuno para sorprender a los egipcios. Sin desconfiar, Ramsés II se apresuró a cruzar el río Orontes por el vado de Shaltuna, una vez situado en el margen oeste, avanzó al frente de la división de Amón, confiado en esos datos falsos no aguardo el grueso de sus tropas, Ra, Ptah y Seth estaban aun lejos de alli y busco apresuradamente la victoria, tal era su sed de gloria y guerra. El faraón instaló su campamento al oeste de Kadesh, esperando el resto del ejército para atacar la ciudadela enemiga. Esta se levantaba sobre un promontorio situado al sur de la confluencia del río Orontes y de uno de sus afluentes. Una serie de canales excavados al sur de la ciudad comunicaban a ambas corrientes de agua y convertían de hecho a la posición en una isla. Los hititas estaban ocultos hacia el este de la posición. Los acontecimientos se precipitaron, Muwattali ordenó que los carros hititas cruzaran el río Orontes y atacasen de flanco a la división Ra. Esta marchaba sin darse cuenta del peligro. El súbito ataque la sorprendió y arrolló; las filas quedaron rotas y la división se desmoronó, los soldados retrocedieron en desbandada en medio de una gran confusión.
Intentaron alcanzar la salvación en el campo egipcio, ahí se precipitaron, perseguidos de cerca por los carros hititas. Ante la irrupción, la división Amón también fue presa del pánico y del desorden. Los hititas atacaron las defensas del costado oeste del campamento, la línea fortificada se hundió y una masa de carros enemigos se precipitó en el campamento.
Todo parecía perdido, sin embargo Ramsés II no perdió la cabeza. Trató de reunir a sus soldados pero fue en vano, el pánico y el desorden reinaban por doquier.
Por fortuna los hititas, se dedicaron al saqueo y eso proporcionó un breve respiro al faraón. Pudo imponerse a la desenfrenada estampida de sus soldados en desbandada, los reorganizo y lanzo una carga terrible de carros contra el enemigo, así, seguido ahora por sus golpeadas, pero no derrotadas tropas, montó en su carro, aseguró las riendas de los caballos en su cintura y se lanzó contra sus enemigos. Cargó ferozmente al frente de sus tropas contra el enemigo, golpeando a derecha e izquierda, hundiendo las filas enemigas y derribando carros y caballos.
Por seis veces renovó Ramsés II sus furiosos ataques, no dejaba de disparar flechas, contra el confundido enemigo que no daba con la forma de reorganizarse para contener el valeroso ataque del joven guerrero Faraón. Entonces, desde el este, se hacen presentes los expertos “Nearin” esos soldados de élite que se presentaban puntualmente al sitio de reunión que el faraón les había fijado.
Formados en cerrado orden de batalla, escudo con escudo atacaron de inmediato a los hititas. Quienes se dispersaron ante la sorpresa. Viendo la crítica situación, los hititas se retiraron hacia el sur para reorganizarse. Pero el fiero Faraón no se los iba a permitir, reagrupo a sus carros y apoyado por los “Nearín” se lanzó contra los hititas. El choque de los cuerpos de carros enemigos fue escalofriante, ahora el signo de la victoria había cambiado de campo y favorecía a los egipcios. Los hititas no pudieron resistir el asalto y en medio de un gran caos retrocedieron hacia el río.
Una segunda oleada de carros hititas intentó restablecer la situación, pero también fue arrastrada por la derrota. El ejército hitita fue arrojado al río Orontes y buscó salvarse cruzando a nado la corriente. Los textos egipcios relatan que los soldados hititas se arrojaban al río como cocodrilos. Muchos se ahogaron. Muwattali presenció la desastrosa derrota desde el otro lado del río, no se atrevió a hacer intervenir a su infantería.
Ramsés II quedó dueño del campo de batalla. Al final de las acciones arribó la división de Ptah, intervino en los últimos enfrentamientos y en la captura de prisioneros y botín.
Aunque derrotado en la contienda, el grueso del ejercito de Muwattali se había refugiado en la fortaleza de Kadesh, a la que Ramses puso sitio; en este punto la contienda se estanca y ninguno de los dos puede decidir el resultado, ante esta situación, Muwattali ofreció la paz al faraón. Este comprendió la dificultad de proseguir la campaña, aceptó la suspensión de hostilidades, aunque no un tratado de paz y ordenó el regreso a Egipto.
Ramsés II hizo un triunfal regreso a Egipto. El país lo recibió con entusiasmo. El faraón ordenó inmortalizar el triunfo en una serie de escenas e inscripciones. Se escribió un poema que es conocido con el nombre del escriba que lo transcribió, es el poema de Pentaur. Ramsés II hizo posible que la debacle se convirtiera en resonante triunfo. Hizo honor a su nombre de coronación: User-Ma’at-Ra Setep-En-Ra, que significa: poderosa es la justicia de Ra, el elegido de Ra. Demostró ser el rey que aseguraba la protección de Egipto, la muralla que defendía al país y al ejército, la estrella que perseguía a sus enemigos, ser quien ataba a los países extranjeros. Justificó estos y otros títulos. Era justo celebrarlo.
Es cierto que el resultado final se tradujo en un empate que incluso favoreció al rey hitita, ya que Kadesh no fue tomado y Muwattali aprovechó la retirada egipcia para ocupar el país de Amurrú y la provincia de Upi (Damasco). Sin embargo, en los años que siguieron los hititas no se atrevieron a enfrentar su ejército a los egipcios, mantuvieron una política de provocar conflictos y sublevaciones en los estados bajo el control egipcio. Ramsés II llevó a cabo varias campañas para asegurar Canaan y Fenicia. Llegó a recuperar Upi y tomar varias ciudades hititas.
Pasados algunos años, el cambio de circunstancias y el peligro asirio, hicieron que el rey hitita Hattusil III buscara el apoyo de Egipto y firmara con Ramsés II un tratado de paz.