Estos celtas orientales combatían en un orden más cerrado que sus vecinos occidentales y tenían una superior caballería. Mantuvieron el uso de sus carros y adoptaron rápidamente los carros falcados persa helenísticos. Volveremos sobre ellos cuando tratemos las campañas de los romanos contra macedonios y seléucidas.
El guerrero galo es un combatiente de espada larga de dos filos (que sirve más para cortar que para usar la punta en forma ofensiva), que acostumbraba blandir sobre la cabeza.
Se cubría con un escudo algo más ligero que el romano y plano, de forma oval, hexagonal, u oval con bordes rectos; las formas ovales son las que derivan en el thureos helenístico, con el que iban a ser equipadas las tropas de infantería ligera; pero el agarre central de estos escudos era más cómodo que la agarradera doble de los escudos griegos, y el modelo se usó también en las tropas de caballería cuando éstas adoptaban escudos redondos.
En Occidente los escudos celtas solían tener la spina central y refuerzo metálico en cruz, con un bulbo o protuberancia menor en la parte del agarre. Los escudos celtas se encontraban ricamente decorados y pintados con variados colores. Estos esquemas se simplificarían al incorporarse a la panoplia helenística.
Hablar de un gálata entre los sucesores de Alejandro es casi lo mismo que hablar de un mercenario de infantería ligero que forma en orden cerrado, o incluso de una variante moderna del hoplita, con armadura pesada, pues llegaron a usar corazas musculadas y hasta cascos con máscaras faciales metálicas, al estilo de los catafractarios orientales.
En Occidente también había tribus de mercenarios, siendo la más conocida la de los gaesati (las gaesas eran las jabalinas pesadas con forma de hoja de árbol ondulada en los bordes). Los gaesati solían combatir totalmente desnudos y desafiar al enemigo antes del combate. El caso más famoso es el de la batalla de Telamón, donde un ejército galo fue exterminado al ser rodeado por dos ejércitos romanos.
Allí los galos combatieron “como hombres” hasta el final, y sus armas capturadas sirvieron durante las guerras púnicas para que los romanos pudieran formar legiones penales con presos liberados.
Hábitos de combate y atuendos
Era distinta la concepción de combate entre un legionario romano y un infante galo. La diferencia fundamental estribaba en las armas de filo.
El legionario usaba una espada corta que servía tanto para clavar de punta como para cortar; en cambio, la espada larga de los galos debía ser blandida en forma tajante. El uso del escudo era inversamente complementario.
El scutum romano servía para empujar de frente y herir desde abajo. Los escudos de los galos, siendo más ligeros, les permitían moverse en forma rápida y atacar con gran ímpetu, descargando antes del combate una lluvia de jabalinas hasta que comenzaba su especialidad: el trabajo de espada, donde intentaban hacer prevalecer su potencia física y su entusiasmo inicial.
La costumbre celta de despojarse de vestimenta, dejando el torso desnudo, probablemente influyera en la agilidad de sus movimientos y en aminorar la fatiga en la esgrima de la espada. Los galos de zonas montañosas acostumbraban combatir en orden más suelto que sus vecinos de llanuras abiertas, por ello, su talón de Aquiles fue la falta de buenas infanterías en orden abierto o de exploradores, aunque no eran ignorantes del arte de la emboscada.
Las mallas o armaduras de anillos de hierro, eran portadas por los nobles y especialmente por la parte más importante de la caballería. Los jinetes celtas combatían en forma parecida a su infantería, sólo que las lanzas reemplazaban a las jabalinas y sus escudos con larga spina central, con o sin refuerzo metálico, eran redondos. En este período los galos casi no hicieron uso de los carros.











Los proyectiles de artillería pueden hacerse detonar al hacer impacto contra el suelo o bien a cierta altura sobre el mismo. En este último caso, deben estallar directamente encima de una trinchera para que tengan la posibilidad de herir a sus ocupantes.
Suponiendo que se tenga tiempo de dotar a la trinchera con un techo, éste la guardará de las explosiones aéreas. Pero aun cuando no se haya podido hacer, si se logra resguardo detrás del parapeto se podrán evitar todos los fragmentos de metralla salvo aquellos que provengan de una granada que explosione directamente encima de la defensa.
Las granadas de artillería que estallan por percusión deben conseguir virtualmente un impacto directo para causar un daño serio; de lo contrario, saldran con una fuerte conmoción y sordera temporal. La fuerza de una explosión sigue la línea de menor resistencia y se expande hacia arriba y los lados, dejando un agujero sorprendentemente pequeño en el suelo.
Sin embargo, las trincheras serán más eficaces cuando cuenten con un revestimiento apropiado. Su finalidad es triple: impedir que las paredes de la obra se vengan abajo bajo su propio peso; impedir también que esas mismas paredes se desgasten y se caigan; y reforzar dichas paredes contra los efectos de un bombardeo enemigo.
Una trinchera de paredes verticales, que es como se suelen construir, proporciona mucha mayor protección que una en la que aquéllas estén inclinadas, pero es más fácil que se vengan abajo por su propio peso.
Existen dos tipos básicos de revestimientos: el superficial, que necesitará cierta forma de apoyo; y el integral, que puede sostenerse por sí mismo. Ejemplos de revestimientos superficiales son las planchas onduladas de hierro galvanizado, las tablas de madera, el metal expandido y sustancias manufacturadas como la fibra de vidrio.
Incluso pueden utilizarse ramas de árboles y matojos. Pero, sea cual fuere el que se emplee, se debe mantener el material en su sitio empleando largas estacas clavadas en la tierra. Estas estacas se fijan mediante cables o cuerdas a unas más cortas y se mantienen separadas con miembros transversales.
El revestimiento superficial resulta mucho más fácil si se utilizan planchas de metal ondulado. Se trata de material prefabricado que puede servir para la esquina de una trinchera o aguantar el techo de la misma. Los revestimientos integrales suelen construirse con sacos terreros.
Existen varios métodos de preparación de una posición defensiva. El más obvio de todos es a mano, valiéndose del más infatigable amigo del infante, su herramienta de zapa. De hecho, ésta es a veces el único medio de trabajo posible, sobre todo cuando se desea cavar sin ser visto u oído.
Un método de zapa más rápido es empleando explosivos, El principio de la excavación de esta clase es que un número de pequeñas cargas explosionan debajo del terreno para que quede más blando y suelto, de modo que los infantes puedan abrir la posición utilizando sólo sus palas, sin necesidad de recurrir a los picos.




















