



Puesto que aún no se había declarado la guerra y los alemanes querían conservar cierta respetabilidad diplomática, el gobierno de Hitler emitió una declaración arguyendo que los hombres implicados eran irregulares polacos.
Pronto se olvidaron estos fallos, sin embargo, cuando las fuerzas especiales consiguieron ejecutar la tarea, imposible en apariencia, de evitar la voladura del puente de ferrocarril de Demblin, indispensable para continuar el avance de las fuerzas alemanas tras una semana de victoriosos combates. Ahora, la guerra abierta y encarnizada había cambiado las condiciones para las operaciones clandestinas. El primer requisito fue infiltrarse en las líneas del frente. Todos los hombres seleccionados para la operación de Demblin eran de Alta Silesia, hablando si acaso con más fluidez el polaco que el alemán y todos fueron equipados minuciosamente con uniformes polacos. Desplazándose a través de la zona de combate, se mezclaron con una columna de soldados y civiles que huían del avance alemán.
No hubo intentos de ocultarse; más bien, al contrario. Marchando en orden de desfile a veces a los compases de una marcha del ejército polaco, estos casi impecables infantes de Marina deberían haber atraído toda la atención por el contraste con el llamativo caos circundante.
Encabezados por un suboficial llamado Kodon, la columna alcanzó el puente el 10 de septiembre. Abriéndose paso entre la multitud de refugiados aterrorizados, Kodon localizó al comandante de los zapadores polacos encargados de volar el puente. Algo sorprendido por la llegada de esta unidad de refresco, el comandante de los zapadores intentó “llamar a su cuartel general”, pero los alemanes habían cortado las líneas. En este momento, una incursión Stuka en la zona circundante al puente dio a Kodon la ocasión de sugerir a sus “colegas” que le entregasen el control del puente.
Aceptaron agradecidos la oferta y los hombres de Kodon se encontraron como único comando del puente, a través del cual huían en gran número soldados y civiles. Durante cinco largas horas esperaron Kodon y sus hombres la aparición de los primeros Panzers.
Inmediatamente, Kodon provocó una reacción de pánico en la multitud para limpiar el puente y todo terminó. Los hombres del comando no tenían que hacer nada más, salvo volver a ponerse el uniforme alemán y prepararse para la siguiente misión.