

Como no había podido terminar mis estudios secundarios, me estaba cerrada la carrera de oficial, aunque por mi trabajo hubiera aprendido más de lo que se supone que sabe un bachiller. Solo un oficial podía obtener la orden “Pour le Mérite”; incluso era excepcional que la obtuviera un oficial de clase media.
En esta sociedad cerrada, el hombre solo existía en función de su origen, al que le faltaba ese origen, y por añadidura títulos universitarios, no le era dado en pensar en ser ministro, por ejemplo, sino por medio de la Social Democracia…
La opinión en virtud de la cual perjudicaría a la autoridad que tales diferencias fueran abolidas, no tiene fundamento.
El hombre competente dispone siempre de la autoridad necesaria.
El que no es superior por su talento, carecerá, inevitablemente, de autoridad, cualquiera sea la función que desempeñe.

Si yo mismo no me hubiera endurecido en esta experiencia, hubiera sido incapaz de emprender la tarea ciclópea que representa, para un hombre solo, la edificación de un imperio.
Con un sentimiento de puro idealismo marche al frente en 1914. Después vi caer a millares de hombres a mis alrededores. De este modo he aprendido que la vida es una lucha cruel que no tiene más fin que la conservación de la especie. El individuo puede desaparecer con tal de que haya otros hombres para sustituirlo.
Imagino muy bien que algunos se echen ambas manos a la cabeza para hallar una respuesta a esta pregunta: “Como el Fuhrer puede aniquilar una ciudad como San Petersburgo?” Es cierto que por naturaleza pertenezco a otra especie. Me gustaría no ver sufrir a nadie, no hacer mal a quienquiera que sea. Pero cuando vislumbro que la especie esta en peligro, el razonamiento mas frió sustituye dentro de mí al sentimiento. Ya no soy sensible sino a los sacrificios que el porvenir exige, en desquite de los que hoy titubeo en aprobar.


El precepto según el cual es obligación de los hombres amarse los unos a los otros es teoría; y los cristianos son los últimos en practicarla; ¡un niño negro que tenga la desgracia de morir antes de haber caído en manos de un misionero va al infierno! De ser cierto, seria como para lamentar tan triste destino. ¡Haber vivido solo tres años y arder con Lucifer para toda la eternidad!
Partes extraídas al azar del libro: “Las conversaciones privadas de Hitler”.