En consecuencia, todo el cuerpo de Augereau empezó a marchar lentamente y sin rumbo por el valle, pero se dirigían hacia las líneas contrarias, y pasaban entre ellas, en vez de ir hacia delante. De repente la nieve dejó de caer y cesó el viento, y al aclararse el aire se descubrió que el cuerpo de Augereau se había desviado mucho de su camino y había dejado expuesto su flanco derecho a la principal batería rusa de 72 cañones, que estaba situada en el centro de su posición.
Los asustados artilleros rusos no daban crédito a lo que veían sus ojos: un cuerpo francés entero con el flanco expuesto a su línea de fuego. Los cañones rusos bramaron ante el inmenso objetivo que se les presentaba, rompiendo las densas columnas con sus des cargas.
Oficiales y hombres caían a montones y pronto se perdió todo sentido de cohesión bajo el fuego asesino de la artillería rusa. En menos de una hora más de 5000 soldados franceses cayeron muertos o heridos, entre ellos Augereau y dos de sus comandantes de división, y el VII Cuerpo, destrozado, salió del campo dejando abierto un gran espacio en la línea francesa.
En un momento de la batalla pareció vislumbrarse una cierta victoria francesa, pero se transformó rápidamente en una crisis que podía significar la derrota para Napoleón. Viéndolo él mismo, el general Bennigsen envió a sus reservas de infantería y de caballería contra el espacio abierto en las posiciones francesas.
Sin embargo, se precipitó para beneficiarse de la situación y el ataque estuvo mal coordinado. Aún así los rusos penetraron profundamente en las posiciones francesas, invadiendo algunos cuarteles generales y zonas de abastecimiento, y en cierto momento amenazaron con apoderarse de un hospital improvisado, donde los heridos franceses habrían quedado a merced de la infantería rusa. Un batallón ruso, separado del ataque principal, se dirigió al cuartel general de Napoleón directamente.
El emperador lo observó con gran aplomo mientras detrás de él oficiales inquietos ordenaban a granaderos de la Vieja Guardia adelantarse con bayonetas fijas. Cuando a todos les parecía que los rusos se echarían sobre el emperador antes de que pudieran actuar los granaderos, el escuadrón de escolta personal de Napoleón sacó sus sables y cargó contra la cabeza de la columna rusa.
Los 120 jinetes eran muy pocos para ocuparse de la columna masiva, pero se lanzaron sobre los rusos con una valentía casi suicida. Sufrieron mucho en el ataque, pero lograron que fuera más lento el avance del batallón ruso, lo cual permitió que más caballería francesa, abatiera por detrás mientras la infantería de la Guardia, que llegó entonces, los cerraba de golpe desde el frente. Los rusos fueron aniquilados.
La carga de Murat







Nada podía haber confirmado mejor el peligro que suponía el espacio abierto en el centro francés que este incidente. Al observar el avance ruso por el catalejo, el emperador espió a más tropas enemigas que se apresuraban a ayudar en el ataque.





Napoleón evalúo su situación y rápidamente se dio cuenta de que el espacio abierto por el destrozado cuerpo de Augereau tenía que ser cauterizado antes de que los rusos aprovecharan la oportunidad.




Gran personaje Murat,nunca había oido de el porque en la historia siempre queda Napoleon
ResponderEliminarBueno Julio, Napoleón opaca a cualquier otro personaje, de eso no hay duda.
ResponderEliminarSaludos y gracias por el comentario.