Uno de los mejores aviones de reconocimiento que el Ejército del Japón puso en servicio en toda la guerra fue el Mitsubishi Ki-46, un bimotor de características particularmente notables, sobre todo en lo que se refiere a la velocidad, en lo que era superior a cualquier otro caza nipón.
Sus extraordinarias prestaciones se debían en muy gran parte al cuidadoso estudio aerodinámico que había hecho la Mitsubishi entre los años 1938 y 1939. A este estudio había contribuido de forma decisiva el Instituto de Investigaciones Aeronáuticas de la Universidad de Tokio.
En noviembre de 1939 había aparecido el prototipo, y la puerta a punto que exigió fue muy larga. Por fin, en 1941, entro en servicio la variante Ki-46II y dos años más tarde, la versión Ki-46III, con motores más potentes, que eran capaces de rendir 1500 HP al despegue en lugar de los 1050 HP de los motores de la versión anterior.
Además, se mejoró todavía más la aerodinámica al volver a diseñarse la parte delantera del fuselaje. La producción total del Ki-46 llegó a los 1742 ejemplares, incluidos los cuatro prototipos de la versión Ki-46IV, que fue la final, sin producción en serie.
Misiones impensadas




Dentro del campo marítimo, un explorador de reducidas dimensiones, pero muy útil, fue el Mitsubishi F1M, que había nacido a mediados de la década de los treinta con la idea de ser catapultado desde las grandes unidades de la flota japonesa.



Del mismo tipo del F1M, pero más moderno, fue el Aichi EI3A, aparato proyectado en 1938 y que empezó a combatir a fines de ese mismo año.


Gesta espectacular
En 1942, un aparato japonés llevó a cabo una acción realmente espectacular que fue explotada hábilmente por las autoridades niponas. Se trataba del Yokosuka E14Y1, que fue lanzado desde el submarino I-25 que navegaba a lo largo de las costas americanas. El avión llevaba, en el lugar del observador, cuatro bombas de fósforo de 76 kilogramos, que fueron arrojadas en las costas de Oregón, en una zona poblada de denso arbolado. La intención era provocar un terrible incendio. El fuego no fue, ni muchísimo menos, tan devastador como los japoneses habían deseado, pero la acción se había podido llevar a cabo y, por única vez en la historia de la guerra, un avión japonés consiguió bombardear el territorio de los Estados Unidos.

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