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sábado, 29 de mayo de 2010

Adolf Hitler según Degrelle

<…Hitler llegó a la cancillería democráticamente, venciendo en las urnas electorales. Impulsó campañas electorales como cualquier otro político. Habló en mítines, hizo propaganda mural, su mensaje atrajo audiencias masivas. Cada vez más gente se entusiasmaba con lo que él tenía para decir y cada vez más gente votaba por los miembros de su Partido, para que ocuparan las bancas del Congreso. Hitler no subió al Poder por la fuerza sino que fue legalmente elegido por el Pueblo y legalmente nombrado Canciller por el Presidente de Alemania, Mariscal von Hindenburg. Su gobierno fue legítimo y democrático. De hecho, sólo dos de sus partidarios resultaron incluidos en su primer Gabinete. Más tarde, siempre mediante el proceso electoral, fue capaz de aumentar su mayoría. Cuando, finalmente, algunas elecciones le dieron el 90 % de los votos, Hitler se había ganado cada voto por sus propios méritos…>

<…Durante sus campañas, Hitler se enfrentó a formidables enemigos: el Poder Establecido, que no tuvo ningún escrúpulo de manipular los procesos electorales. Tuvo que hacerle frente al "establishment" de Weimar y sus muy bien financiados Partidos liberales e izquierdistas, aparte de un bloque excelentemente organizado de seis millones de miembros del Partido Comunista. Solamente una lucha audaz y constante, dirigida a convencer a la gente para que lo votara, le posibilitó a Hitler el obtener una mayoría democrática…>

<…Después de que Hitler fue forzado a reconocer la superioridad del Ejército tradicional, comprendió que los altos mandos nunca apoyarían sus revolucionarios proyectos sociales. Era un Ejército de aristócratas. Hitler, en cambio, era un Hombre del Pueblo; un hombre que tuvo éxito en barrer con la desocupación a un ritmo no superado hasta el día de hoy. En dos años le dio trabajo a seis millones de alemanes desocupados y eliminó una miseria intolerable. En cinco años, el trabajador alemán duplicó su ingreso, sin inflación. Cientos de miles de hermosos hogares fueron construidos para los trabajadores a costos mínimos. Cada vivienda contaba con un jardín para cultivar flores o verduras. Todas las fábricas fueron provistas de campos de deporte, piletas de natación y talleres prolijos y decentes…>

<…Por primera vez se implantaron las vacaciones pagas. Los comunistas y los capitalistas habían pasado completamente por alto este beneficio social, nunca lo habían ofrecido siquiera. La conquista fue una creación de Hitler. Creó también los famosos programas de "a la salud por la alegría" mediante los cuales los trabajadores, a precios módicos, pudieron abordar barcos de pasajeros y visitar cualquier parte del mundo. Todas estas mejoras sociales no fueron del agrado del Poder Establecido. Los grandes magnates comerciales y los banqueros internacionales estaban preocupados. Pero Hitler los enfrentó. El comercio puede obtener ganancias solamente si la gente es pagada decentemente y le está permitido trabajar y vivir con dignidad. Lo primero es la gente, no los negocios…><…Esta fue sólo una de las reformas de Hitler. Inició cientos de otras. Literalmente reconstruyó Alemania. En pocos años se construyeron más de 8000 Kilómetros de grandes carreteras. Se creó el Volkswagen, al alcance de todo trabajador. Cualquier obrero podía tener acceso a este auto con un pago de sólo cinco marcos a la semana. Fue algo sin precedentes en Europa. Gracias a las grandes carreteras, el trabajador -por primera vez- pudo visitar cualquier parte de Alemania con sólo quererlo. Los mismos programas se aplicaban a los campesinos y a la clase media…>

Citas extraidas de: Historia de las Waffen SS Europeas, León Degrelle


domingo, 23 de mayo de 2010

El caballero invencible

Durante los siglos XI y XII se instituyó por toda Europa la caballería. Llamados miles en latín, chevalier en Francia, ritter en el Sacro Imperio Romano Germánico y knight en inglés, aquellos que eran designados “caballeros” eran nobles cuyas tierras, riqueza, títulos y categoría social los distinguía de los soldados ordinarios. Es difícil conocer con exactitud cuándo aparecieron los caballeros o dónde se originaron. No existe ni un solo documento que indique cómo o por qué fueron investidos los primeros caballeros. Es más probable que los caballeros medievales fueran el resultado de una evolución más que de una revolución, lo que significa que llegaron a existir en la Alta y la Baja Edad Media, no todos a la vez, sino a lo largo de un extenso período de tiempo.

Los caballeros eran, como definen los términos que les hacen referencia, jinetes. No pasó demasiado tiempo, sin embargo, antes de que se les exigieran más cosas. En otras palabras, que no todos los soldados de caballería eran caballeros. Ser caballero significaba que uno tenía que ganarse el título gracias a su habilidad y acciones en el campo de batalla o en los torneos. Evidentemente, las guerras no tenían lugar muy a menudo y las batallas todavía menos, de modo que la práctica de la caballería tenía que conseguirse en otros lugares y el entrenamiento por otros medios. El entrenamiento comenzaba pronto en la vida de un chico, si era noble. Su maestro sería un caballero, a menudo un familiar o un amigo íntimo del padre del chico. Éste era entrenado en la monta de caballos, cargar con la lanza baja, dar tajos con la espada desde su silla y, en ocasiones, incluso lanzar jabalinas o lanzas desde la grupa del caballo. La instrucción en las armas a caballo sería complementada con un entrenamiento igual en armas para luchar a pie. Roger de Hoveden describe la educación caballeresca de los hijos del rey Enrique II de Inglaterra:

“Se esfuerzan por sobrepasar a los demás en el manejo de las armas. Se dan cuenta de que sin la práctica, el arte de la guerra no aparece de forma natural cuando uno lo necesita. Ningún atleta que no haya recibido golpes puede luchar con tenacidad: debe ver su sangre y oír como se quiebran sus dientes bajo el puño del adversario y cuando es lanzado contra el suelo debe luchar con todo su poder y no perder el valor. Cuanto más a menudo caiga, con más determinación debe alzarse de nuevo a sus pies. Cualquiera que lo haga puede participar con confianza en una batalla. La fuerza conseguida gracias a la práctica es inestimable: un alma aterrorizada posee una gloria fugaz. Aquél que es demasiado débil como para soportar esta carga, aunque no es una falta suya, quedara aplastado por su peso, sin importar el entusiasmo con el que se apresure a la tarea. El precio del sudor bien pagado está donde los Templos de la Victoria se alzan”.


domingo, 9 de mayo de 2010

La Gran caballería mongola

En 1251 fue elegido por fin un nuevo Gran Khan, Mongke, quien tenía la determinación de aplastar a los chinos, últimos enemigos de los mongoles. De nuevo, no habría un ataque directo, sino una ofensiva envolvente por el sudoeste para aislar a los Song del comercio y el contacto con India y Birmania. Esto suponía invadir y conquistar el reino de Nanzhao, situado en la salvaje y boscosa región montañosa del sudoeste, donde el clima era tropical y nocivo para la salud tanto de las tropas como de los caballos mongoles.

Mongke envió a su hermano más joven, el virrey del norte de China, príncipe Kublai (1215-1294), a conquistar Nanzhao con ayuda del brillante comandante de campo Bayan, un uigur al servicio de los mongoles. Al invadir Nanzhao con tres columnas separadas en octubre de 1253, Kublai, de 36 años, hizo preparaciones meticulosas para evitar que la hambruna y la enfermedad destruyeran su ejército mientras avanzaba. Un mes más tarde el ejército de Nanzhao, dirigido por el rey Tuan, bloqueó el río Yangtzé, pero Bayan lanzó un osado ataque nocturno a través del río. En diciembre los Nanzhao se rindieron. Tuan conservó el trono, pero como vasallo de los mongoles.

En 1259 Mongke partió a conquistar la rica provincia Song de Sichuan, pero murió, como muchos de sus hombres, por el calor y el clima insano de la zona. Kublai lo sustituyó en mayo de 1260 y se proclamó el primer emperador Yuan de China, decidido a ganarse la legitimidad ante los chinos conquistando por fin el imperio Song.

Sin embargo, Kublai tendría primero que reformar el ejército imperial Yuan. Kublai era un buen comandante de campo, aunque prudente, no era un genio de primera en lo que se refería a la organización. En 1263 estableció el Consejo Privado para crear un ejército de infantería chino totalmente nuevo, un cuerpo de artillería y, aun más impresionante, una marina china.

El núcleo del Ejército imperial, no obstante, seguía siendo la caballería. Tanto los meng-ku (ejército principal mongol) como las tropas fronterizas/provinciales (tammachi) estaban formados por tropas de caballería. Un departamento especial imperial (corte imperial de cría caballar) organizaba el suministro de buenos caballos mediante la gestión de las caballadas, los establos, los pastos y la alimentación de los animales. La corte imperial de aperos aprovisionaba a la caballería con todo el equipo, como estribos, sillas, arneses y armaduras desde sus sedes de Shengdu y Beijing. A pesar de los mejores esfuerzos de la corte de cría caballar para facilitar caballos y jinetes, ambos eran escasos, especialmente los buenos caballos. La consecuencia fue que el régimen impuso una leva del centésimo caballo en manos chinas, pero estos animales eran vendidos a precios impuestos por el Estado, medida muy impopular entre los chinos que minó el apoyo a un régimen extranjero. Las autoridades Yuan a su vez nunca se fiaron de los chinos y ningún chino alcanzó un buen puesto militar o civil en la Administración. Por ejemplo, la nueva guardia imperial establecida por Kublai incluyó a 30000 alanos cristianos, pero ningún chino.

Sin embargo, el poder logístico de este Ejército imperial era formidable. Mantuvo un servicio postal por todo el imperio con 20000 caballos y jinetes y cientos de estafetas de correo diseminadas por las carreteras principales. Los 1770 kilómetros del Gran Canal se mantuvieron abiertos gracias al Ejército imperial. En 1260 la Oficina de Intendencia era capaz de suministrar al ejército 10000 caballos, seis millones de kilogramos de arroz y 10000 conjuntos de botas, sombreros y pantalones.

Lo que esto posibilitó fue una superlativa administración chinomongola, una fusión de la energía mongola y la experiencia administrativa china, además de la creación de la corte de armamentos (Wu-pei-ssu). Esta fue responsable de aprovisionar al ejército, incluyendo la caballería, con armas, armaduras y suministros esenciales de los arsenales. Es más, el Ejército Yuan no era, gracias a la vieja tradición china de las casas de colonias militares (aurugbs, en mongol), una carga tal como se podía esperar.

La organización fue descentralizada de modo que el Khan sólo mantenía el mando personal de los antiguos tumens Keshik. El Consejo Privado tenía el control sobre las 35 unidades y alrededor del mismo Beijing y los tumens destinados en el norte de China. El resto del Ejército imperial estaba bajo el mando de las ramas provinciales y locales del Consejo Privado.

El Ejército imperial de Kublai estaba mejor organizado, abastecido, disciplinado, entrenado y equipado que el de su abuelo Genghis. El personal de caballería era mejor que los salvajes y feroces guerreros mongoles y nómadas de la estepa que el primer Khan había llevado a la guerra. Ahora el enorme poder de la maquinaria moderna de asedio, una gran flotilla fluvial y los masivos ejércitos de la infantería de la antigua China se habían combinado con la mejor caballería mongola de todos los tiempos. Sin embargo, este ejército necesitaba ser óptimo, ya que se enfrentaba a muchos enemigos a su alrededor.


domingo, 2 de mayo de 2010

Los Celtas (parte final)

La caballería de los galos fue la espina dorsal de la caballería pesada de Aníbal y le dio superioridad numérica en las primeras campañas italianas. Su ausencia en Zama pudo haber sido mucho más importante de lo que se piensa. Los jinetes galos también eran muy apreciados por los romanos, tanto es así que, junto a los españoles, sustituyeron totalmente a los jinetes romanos en la época de Mario, Sila y César.

La típica montura “de cuernos” que utilizaban los romanos era de invención céltica, y, pese a lo que los germanos los tratasen peyorativamente por utilizar sillas, fue muy útil y se expandió también a otros grandes jinetes; consta su uso por los arqueros partos. No es de extrañar que haya llegado a ellos a partir de la migración gálata. La evidencia arqueológica es indiscutible, pero más interesante nos resulta colegir la utilidad de dicha montura combinada con el uso del arco cuando aún no se conocían los estribos.

Las vestimentas celtas eran de variados colores, cuadriculadas muchas veces, como los tartanes de los escoceses, con pantalones largos y túnicas de manga larga. Cuando no iban desnudos, los celtas solían llevar pantalones que ataban por encima de sus tobillos y calzado cerrado, aunque también utilizaban unas trusas por debajo de la rodilla, como las que usaron en épocas posteriores los legionarios auxiliares de la Roma imperial.


A veces se dejaban puestas las capas cuando se quitaban las túnicas para combatir, pero conservaban la túnica larga debajo de las armaduras de anillos para defender el cuerpo del roce de la propia armadura. Además portaban collares macizos que doblaban alrededor del cuello, y cuyos extremos delanteros remataban en dos pequeñas esferas, también metálicas. Esa clase de adorno se utilizaba además en forma de brazalete. Resulta curioso que los galos, siendo grandes difusores de armamento, combatieran desnudos o sin él.

La imagen del galo es inseparable de la de sus largos mostachos, caídos hacia los costados de la boca o curvados hacia arriba para impresionar. Tal como lo hacían con el pelo. Son raros los galos lampiños y también los de barba completa. Los peinados de guerra, estirando los cabellos artificialmente con lodo seco para inspirar pánico a los enemigos, no evitaban que usaran también una gran variedad de cascos. El más expandido fue seguramente el tipo montefortino, con carrilleras adornadas de tres discos. Usaban plumas, a veces combinadas con largos soportes metálicos y colgantes de crin, así como algunas crestas de crines parecidas a las que utilizaban los legionarios romanos y toda clase de adornos metálicos, generalmente zoomorfos (jabalíes, pájaros). Se conserva un casco galo recogido en Trasimeno de largas alas transversales, seguramente muy incómodo para la pelea y probablemente perteneciente a algún jefe o jinete.

También adornaban sus cascos con cuernos metálicos, con crestas centrales y con alas metálicas, tal como los adornos que solemos asociar con los vikingos, quienes curiosamente usaban más bien cascos lisos y nunca cuernos. Adoptaron los celtas muchas veces cascos de sus vecinos griegos y no usaban demasiada protección en la parte anterior de la cara, con la excepción de algún nasal y la mencionada de máscaras de protección en las tropas de Oriente.

El elemento ligero de la infantería era provisto más bien por los guerreros jóvenes y novatos, que utilizaban escudos algo más livianos, redondos o hexagonales y puñados de jabalinas. En el uso ligero se descartaba la típica espada celta a favor de una daga o espada corta. Las vainas de los celtas eran de hierro y pendían de un cinturón, muchas veces con adornos metálicos, del lado derecho, al igual que sus vecinos romanos.

Raramente se valían de arqueros, pero los arcos eran cortos y se usaban más bien para la caza. Había honderos y las fortificaciones celtas muestran todavía hoy yacimientos de piedras empleadas como munición en caso de asedio.

Los estandartes celtas eran metálicos, con esculturas que representaban animales tales como ciervos, jabalíes, toros, gallos, así como también motivos geométricos. El asta de madera iba rematada en su parte inferior de una extremidad metálica en forma de lanza, que servía tanto en el combate como para clavar la insignia en el suelo al estilo romano.

Los músicos celtas utilizaban cuernos, con forma de tales, o el largo y estilizado carnyx que remataba en la figura de un animal con la boca abierta; por esa hendidura salía el aire del instrumento que luego copiarían los romanos.

Estos guerreros se proveían de armamento en forma asistemática y no existe un punto de inflexión entre las jabalinas, las lanzas cortas arrojadizas y las largas de empuñar. Las puntas de las lanzas eran de la más variada gama, muchas eran sumamente largas y predominaban las de forma de hoja lanceolada, más bien anchas en su parte media y de punta fina y estirada. Las lanzas tenían una contera metálica en punta aguda que servía eventualmente en caso de rotura, tal como en las lanzas griegas.

El largo de la espada celta era de unos 90 centímetros. Su empuñadura tenía guardamanos pequeña y remataba en dos bulbos o protuberancias posteriores, reminiscencia de las viejas espadas de antenas. Las vainas solían ir rematadas por adornos o refuerzos de bronce. Pese a los ornatos, o sumado a ellos, gran parte de su secreto era impresionar al enemigo.