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domingo, 25 de abril de 2010

Los Celtas (primera parte)

Fueron sin duda el enemigo más belicoso y tradicional de los romanos. Impredecibles y temperamentales, estos duros guerreros reflejaban en el combate su forma de ser. Decían de ellos sus enemigos romanos que eran más que hombres cuando comenzaba la batalla y menos que mujeres cuando terminaba. La expansión de los celtas llegó hasta Oriente, donde se establecieron en la región gálata y se constituyeron en magníficos grupos de mercenarios al servicio de los sucesores de Alejandro. Estos celtas orientales combatían en un orden más cerrado que sus vecinos occidentales y tenían una superior caballería. Mantuvieron el uso de sus carros y adoptaron rápidamente los carros falcados persa helenísticos. Volveremos sobre ellos cuando tratemos las campañas de los romanos contra macedonios y seléucidas.

El guerrero galo es un combatiente de espada larga de dos filos (que sirve más para cortar que para usar la punta en forma ofensiva), que acostumbraba blandir sobre la cabeza. Se cubría con un escudo algo más ligero que el romano y plano, de forma oval, hexagonal, u oval con bordes rectos; las formas ovales son las que derivan en el thureos helenístico, con el que iban a ser equipadas las tropas de infantería ligera; pero el agarre central de estos escudos era más cómodo que la agarradera doble de los escudos griegos, y el modelo se usó también en las tropas de caballería cuando éstas adoptaban escudos redondos.

En Occidente los escudos celtas solían tener la spina central y refuerzo metálico en cruz, con un bulbo o protuberancia menor en la parte del agarre. Los escudos celtas se encontraban ricamente decorados y pintados con variados colores. Estos esquemas se simplificarían al incorporarse a la panoplia helenística.

Hablar de un gálata entre los sucesores de Alejandro es casi lo mismo que hablar de un mercenario de infantería ligero que forma en orden cerrado, o incluso de una variante moderna del hoplita, con armadura pesada, pues llegaron a usar corazas musculadas y hasta cascos con máscaras faciales metálicas, al estilo de los catafractarios orientales.

En Occidente también había tribus de mercenarios, siendo la más conocida la de los gaesati (las gaesas eran las jabalinas pesadas con forma de hoja de árbol ondulada en los bordes). Los gaesati solían combatir totalmente desnudos y desafiar al enemigo antes del combate. El caso más famoso es el de la batalla de Telamón, donde un ejército galo fue exterminado al ser rodeado por dos ejércitos romanos. Allí los galos combatieron “como hombres” hasta el final, y sus armas capturadas sirvieron durante las guerras púnicas para que los romanos pudieran formar legiones penales con presos liberados.


Hábitos de combate y atuendos


Era distinta la concepción de combate entre un legionario romano y un infante galo. La diferencia fundamental estribaba en las armas de filo. El legionario usaba una espada corta que servía tanto para clavar de punta como para cortar; en cambio, la espada larga de los galos debía ser blandida en forma tajante. El uso del escudo era inversamente complementario. El scutum romano servía para empujar de frente y herir desde abajo. Los escudos de los galos, siendo más ligeros, les permitían moverse en forma rápida y atacar con gran ímpetu, descargando antes del combate una lluvia de jabalinas hasta que comenzaba su especialidad: el trabajo de espada, donde intentaban hacer prevalecer su potencia física y su entusiasmo inicial.

La costumbre celta de despojarse de vestimenta, dejando el torso desnudo, probablemente influyera en la agilidad de sus movimientos y en aminorar la fatiga en la esgrima de la espada. Los galos de zonas montañosas acostumbraban combatir en orden más suelto que sus vecinos de llanuras abiertas, por ello, su talón de Aquiles fue la falta de buenas infanterías en orden abierto o de exploradores, aunque no eran ignorantes del arte de la emboscada.

Las mallas o armaduras de anillos de hierro, eran portadas por los nobles y especialmente por la parte más importante de la caballería. Los jinetes celtas combatían en forma parecida a su infantería, sólo que las lanzas reemplazaban a las jabalinas y sus escudos con larga spina central, con o sin refuerzo metálico, eran redondos. En este período los galos casi no hicieron uso de los carros.


sábado, 17 de abril de 2010

Tácticas de combate, atrincherarse (parte final)

Saludos a todos.

Por motivos de índole personal, y como se habrán dado cuenta los lectores habituales, hace demasiado tiempo que no publico nada nuevo.

Lamentablemente ya no voy a tener la disponibilidad horaria con la cual contaba.

De todas maneras no quiero que Los Mas Grandes de la Historia muera, no porque lo considere algo extraordinario, sino, y al igual que muchos otros blogs que sigo, tratamos de dar una óptica no tan “convencional ni teledirigida” de los personajes y acontecimientos históricos.

Ya todos sabemos que hay muchos tipos de realidades, una de ellas es la que nos cuentan, la que se inventaron para mantenernos en un puño, como un dócil y estéril rebaño de ovejas. Por otro lado esta la historia que seguimos algunos, la historia que no nos quieren contar, la historia que nos ocultan, la historia que trataron de destruir pero a pesar de todo, y yo diría que cada día mas, esta siendo mas conocida por la mayoría.

Por eso, es mi anhelo, poder desde aquí dar un poco de luz a ciertos temas que están tan ensombrecidos como las almas de los que la tratan de ocultar.

Mi más sentido saludo para todos los que de una forma u otra, visitan de vez en vez este blog y tienen la deferencia de leer y/o comentar las publicaciones.

Ahora si, sin mas rodeos los dejo con la segunda parte de Tácticas de combate y a atrincherarse!

No intentes volar el suelo para formar un cráter, pues lo único que conseguirás es que la tierra evacuada quede repartida por una gran superficie, con la consiguiente pérdida de ocultación.

Si utilizas cargas del tamaño correcto, no tiene por qué formarse un cráter. La potencia exacta de la carga puede variar entre 75 g de explosivo plástico para una trinchera de combate sencilla y 700 g para una obra mucho mayor, destinada quizá a un arma colectiva. Las cargas se colocarán en líneas paralelas o círculos concéntricos dependiendo del tipo de excavación.

La tercera forma de abrir de una trinchera es con la ayuda de una máquina. El Ejército británico dispone de varios modelos, aunque la más utilizada de todas es la Light Mobile Digger (LMD). Esta máquina ha sido diseñada expresamente para preparar trincheras; el dispositivo excavador es una cinta de corte que eleva la tierra hasta una cinta transportadora. Puede abrir una trinchera de 60 cm de anchura y de una profundidad máxima de 135 centímetros. La LMD forma parte de la dotación de la mayoría de las unidades de zapadores de campaña, pero también de algunas de artillería e infantería.

Otras máquinas de esta clase son el Light Wheeled Tractor (LWT) y el Medium Wheeled Tractor (MWT), ambas repartidas entre las unidades divisionales de ingenieros. También puede disponerse de excavadoras, que son más apropiadas para abrir zanjas contracarro que para preparar posiciones de combate. Tenemos finalmente el Combat Engineer Tractor (CET), que es un vehículo oruga, anfibio y acorazado, diseñado expresamente para las unidades de zapadores como máquinas para el movimiento de tierras y trabajos generales de ingeniería militar.

Hay diversas clases de trincheras. Primero tenemos la trinchera de combate de dos plazas, en la que se usa el KIP (Kit Individual Protection) o chapa metálica ondulada para soportar el techo del refugio. Después está la trinchera de combate de cuatro plazas, que tiene un refugio en cada uno de sus extremos, o bien en el medio y con pozos de tiro en los extremos de la trinchera, deben encontrarse alineados con el refugio central o bien dispuestos en un ángulo de 1600 milésimas.

Existen también diseños diferentes para las trincheras de armas colectivas, que casi siempre son modificaciones de las de combate para cuatro hombres. Una característica particularmente importante de las posiciones para lanzagranadas, lanzamisiles y cañones sin retroceso es que su parte trasera debe tener una zona despejada de unos cinco metros en un arco de 500 milésimas a cada lado del eje del tubo de disparo. Esta zona debe estar totalmente libre de personal, equipos y obstáculos con el fin de que no sean afectados por el rebufo trasero del disparo.

Deben abrirse también emplazamientos para los morteros y los obuses remolcados y autopropulsados. Si se dispone de tiempo, se abrirán también defensas para los cañones autopropulsados, los carros de combate y los vehículos “de piel blanda”. En muchos casos, el esfuerzo que conlleva la preparación de una obra para un carro no vale la pena: la mejor posición para un carro está en una contrapendiente, en la que el propio terreno brinda la protección necesaria y donde es posible trasladarse a posiciones alternativas que den el mismo grado de abrigo. Sólo cuando esto no sea posible, habrá que cavar una defensa.

Enterrar un carro reduce de manera considerable la vulnerabilidad de éste a la acción enemiga, tanto el fuego directo como a los ataques aéreos y las armas nucleares. Asimismo, la mejor ocultación contra los aparatos de termoimagen consiste en poner tierra entre el vehículo y el dispositivo en sí.

La teoría del Ejército norteamericano acerca de las trincheras es algo diferente. Se pone el mismo énfasis en despejar sectores de tiro, en el revestimiento, la protección superior y el camuflaje, y existen diferentes diseños de trincheras para las ametralladoras M60, los misiles guiados contracarro Dragon, los cañones sin retroceso de 90 mm y los morteros y piezas de artillería.

Hay, sin embargo, una notable diferencia. Se pone mucho más acento en el tiro en oblicuo. Esto da como resultado un diseño en el que el refugio de la trinchera está en el centro, con los pozos de tiro en los dos extremos para disparar por la mitad delantera y el lado. Hay que confiar en que las trincheras situadas a derecha e izquierda cubran el terreno que hay inmediatamente delante de ti. La ventaja de este sistema es que estás cubierto del fuego desde enfrente: esto es, que estas desenfilado por la protección delantera de la trinchera.

Este principio es ciertamente adecuado, pero si alguna de estas trincheras de apoyo mutuo es anulada o destruida, se crea un sector ciego. La mejor forma de conseguir cobertura contra el fuego procedente de enfrente es situar la trinchera en una contrapendiente.

jueves, 1 de abril de 2010

Tácticas de combate, atrincherarse (primera parte)

El éxito en la batalla depende no sólo de eficaces operaciones ofensivas, sino también de conservar y consolidar el terreno desde el que puedan montarse futuras acciones ofensivas cuando llegue el momento propicio. Una defensa eficaz sirve también para desgastar a las fuerzas enemigas, de manera que éstas estarán más débiles cuando se pase a la ofensiva.
En primer lugar hay que entender la forma en que una trinchera mejora las posibilidades de supervivencia. Incluso un modesto pozo de tirador puede proporcionar cierta protección contra los efectos de las armas convencionales y nucleares, pero dicha protección es mucho mayor a medida que la trinchera se hace más profunda y se le añade un techo. Los proyectiles de artillería pueden hacerse detonar al hacer impacto contra el suelo o bien a cierta altura sobre el mismo. En este último caso, deben estallar directamente encima de una trinchera para que tengan la posibilidad de herir a sus ocupantes. Suponiendo que se tenga tiempo de dotar a la trinchera con un techo, éste la guardará de las explosiones aéreas. Pero aun cuando no se haya podido hacer, si se logra resguardo detrás del parapeto se podrán evitar todos los fragmentos de metralla salvo aquellos que provengan de una granada que explosione directamente encima de la defensa. Las granadas de artillería que estallan por percusión deben conseguir virtualmente un impacto directo para causar un daño serio; de lo contrario, saldran con una fuerte conmoción y sordera temporal. La fuerza de una explosión sigue la línea de menor resistencia y se expande hacia arriba y los lados, dejando un agujero sorprendentemente pequeño en el suelo. Sin embargo, las trincheras serán más eficaces cuando cuenten con un revestimiento apropiado. Su finalidad es triple: impedir que las paredes de la obra se vengan abajo bajo su propio peso; impedir también que esas mismas paredes se desgasten y se caigan; y reforzar dichas paredes contra los efectos de un bombardeo enemigo. Una trinchera de paredes verticales, que es como se suelen construir, proporciona mucha mayor protección que una en la que aquéllas estén inclinadas, pero es más fácil que se vengan abajo por su propio peso. Existen dos tipos básicos de revestimientos: el superficial, que necesitará cierta forma de apoyo; y el integral, que puede sostenerse por sí mismo. Ejemplos de revestimientos superficiales son las planchas onduladas de hierro galvanizado, las tablas de madera, el metal expandido y sustancias manufacturadas como la fibra de vidrio. Incluso pueden utilizarse ramas de árboles y matojos. Pero, sea cual fuere el que se emplee, se debe mantener el material en su sitio empleando largas estacas clavadas en la tierra. Estas estacas se fijan mediante cables o cuerdas a unas más cortas y se mantienen separadas con miembros transversales. El revestimiento superficial resulta mucho más fácil si se utilizan planchas de metal ondulado. Se trata de material prefabricado que puede servir para la esquina de una trinchera o aguantar el techo de la misma. Los revestimientos integrales suelen construirse con sacos terreros.
En una guerra altamente móvil como la actual es poco probable que se tenga tiempo de revestir la trinchera, pero en operaciones más estáticas, sobre todo en las de seguridad interna, es posible que se disponga de tiempo para ello. Existen varios métodos de preparación de una posición defensiva. El más obvio de todos es a mano, valiéndose del más infatigable amigo del infante, su herramienta de zapa. De hecho, ésta es a veces el único medio de trabajo posible, sobre todo cuando se desea cavar sin ser visto u oído. Un método de zapa más rápido es empleando explosivos, El principio de la excavación de esta clase es que un número de pequeñas cargas explosionan debajo del terreno para que quede más blando y suelto, de modo que los infantes puedan abrir la posición utilizando sólo sus palas, sin necesidad de recurrir a los picos.