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lunes, 22 de febrero de 2010

Las armas prehistóricas (primera parte)

La piedra fue, posiblemente, la primer arma del hombre. Al principio le daría la misma aplicación que hoy en día le dan algunos animales: abrir conchas, romper frutos de cáscara dura, quebrar huesos para llegar a su interior, o como medio de alcanzar alimentos en el interior de troncos o termiteros. De aquí solo hay un paso a sostener la piedra en la mano como arma primitiva con la que golpear, y luego el descubrimiento de que la piedra puede ser lanzada. Es obvio que todas estas son conjeturas ya que resulta casi imposible poder demostrar con las pruebas existentes que esto fue exactamente de esta manera; existen prehistoriadotes que descartan la teoría de la natural predisposición del hombre con la violencia. Pero de todas maneras no carece por completo, la teoría de la evolución armamentista del hombre, descolocada por completo, y eso podemos apreciarlo en lo que la raza humana se ha convertido hasta llegar hasta nuestros días, y la feroz dependencia por las armas y la guerra que ha desarrollado. La piedra lanzada daba al lanzador un campo más amplio de posibilidades ofensivas y una posición de defensa superior. Con la piedra podía mantener a su adversario, supongamos un animal, a una distancia en que sus armas ofensivas –cuernos, dientes y garras-, no podían ser usadas con tanta facilidad. Allí, se supone, habría nacido el proyectil como arma. Además es muy probable que por entonces el hombre descubriese que podía usar ramas de árboles de distintos tamaños como “mazas”, además de ser posible lanzarlas con considerable puntería: de este modo disponía ya de dos elementos básicos para hacer una lanza con punta de piedra en cuanto pudiera descubrir como dar a esa lanza una punta aguzada, que en un primer momento, lo logro afilando la punta de la rama al fuego, haciéndola mas dura y resistente capaz de perforar mejor los objetivos. Para este último descubrimiento fue necesario esperar al siguiente paso en la evolución del hombre como fabricante de herramientas, cuando desarrollo la técnica de tallar trozos de silex. Probablemente se dio cuenta, en un primer momento, de que los silex que se habían roto de un modo natural presentaban algunas veces un borde filoso; entonces debió de comprender que tenia a su alcance una herramienta con que cortar o desollar. Los primeros pasos en la talla del silex estuvieron encaminados hacia la consecución del desbastado con la intención de fabricar un hacha, por eliminación de las partes sobrantes. En un principio, en hacha era llevada en la mano, “hacha de mano”, generalmente con forma de lágrima, luego, con el correr de las experiencias se le añadió un mango sujeto a la piedra tallada. Esto dio lugar a un arma más eficaz, pues la persona que la utilizaba podía conferir un mayor impulso y, por consiguiente, asestar un golpe más fuerte, haciendo girar el arma en un arco mayor. Con el tiempo los hombres descubrieron también que los trozos de silex procedentes del desbaste de la pieza central eran también útiles, sino más que el hacha. Estos restos podían ser convertidos en puntas de flechas, de lanzas, cuchillos y, finalmente espadas primitivas. Hasta entonces, las lanzas habían sido simples palos afilados, cuyas puntas se endurecían, como dijimos anteriormente, calentándola al fuego. El uso del silex mejoro mucho la lanza: la punta era mas dura y afilada y, por lo tanto, mas eficaz y duradera a la hora de cobrar una victima. Parte de su superficie estaba provista de púas.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

por que no hay mas informacion