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domingo, 31 de mayo de 2009

La batalla explota como la tempestad, Alejandro conquista la India (parte final)

Diodoro describe el ejército indio al que se enfrentó finalmente el emperador como semejante e una ciudad amurallada, donde la infantería actuaba como muralla y los elefantes como torres. Arriano detalla el despliegue de Poros:
“En vanguardia dispuso a los elefantes distanciados unos 30m unos de otros, en un amplio frente, para formar una pantalla ante todo el cuerpo de infantería e infundir terror entre la caballería de Alejandro. No esperaba que ninguna unidad enemiga se aventurara a abrirse camino por los huecos entre los elefantes… el terror haría incontrolable el gobierno de los caballos, y era aún menos probable que lo hicieran las unidades de infantería, ya que se encontrarían con la infantería pesada y serían destruidas por los animales al volverse contra ellos y pisotearlos” (Arriano V.16.).
La primera fase de la batalla puede omitirse, pues consistió principalmente en una acción de caballería. Poros estaba en lo cierto en su suposición de que los caballos de Alejandro, no acostumbrados a los elefantes, no se acercarían a ellos y Alejandro se vio forzado a realizar maniobras de amplio barrido. Abrió la batalla reteniendo la mayor parte de su infantería y lanzando un ataque con la caballería pesada, apoyada por arqueros dahae a caballo, contra la caballería del ala izquierda india, tomándola en plena acción de despliegue. Koiros, con un destacamento de caballería pesada, se desplegó por la izquierda de Alejandro, con órdenes de seguir a la caballería de la derecha de Poros cuando éste se moviera para defenderse del ataque de Alejandro por su izquierda. Tal fue exactamente por lo que sucedió, y Koiros realizó un audaz movimiento por la retaguardia de las líneas indias y de la caballería, atrapándolas en un movimiento de pinza del cual escaparon hacia el santuario de la línea de los elefantes. La segunda fase se centró en la infantería de Alejandro. Curcio nos dice que, antes de la batalla, el rey macedonio había despreciado el valor de los elefantes:
“Nuestras lanzas son largas y robustas; nunca nos servirán mejor que contra estos elefantes y sus guerreros. Desalojad a éstos y atravesad a las bestias. Son una fuerza militar de dudoso valor, y su ferocidad será mayor contra los suyos; son conducidos hacia el enemigo por la fuerza de las órdenes, pero también por el temor de los suyos” (Curcio VIII.14.16). Esta suposición modeló su táctica contra los elefantes. “Entonces, Alejandro envió a los agrianos y los tracios de armadura ligera contra los elefantes, porque eran mejores en las escaramuzas que en los combates cuerpo a cuerpo. Así soltaron una lluvia de proyectiles sobre elefantes y cornacas” (Curcio VIII.14.24-25). La lluvia de jabalinas hizo su efecto, y varios elefantes enloquecieron y cargaron sin orden ni sentido. Los tracios los perseguían y, a continuación, huían de ellos, usando tácticas típicas de las escaramuzas, pero de tanto en cuanto atacaban en bloque a algún animal, tal vez cuando quedaba aislado del resto. Curcio refiere que usaron hachas para tajarle las patas, pero probablemente se refería a la rhomphaia tracia. Al mismo tiempo, la falange avanzó contra los elefantes con la intención de limitar el espacio de combate. Las bestias rompieron la falange en un punto, como relata Arriano, “llevando la destrucción en la sólida masa de la falange macedonia” (Arriano V.17), pero parece que los elefantes tuvieron la suficiente inteligencia para comprender que esta incesante masa en avance de puntas afiladas suponía un peligro. Se congregaron literalmente en su propia línea y, como observa Curcio, “cargaron contra sus propios hombres, barriéndolos; cornacas y guerreros cayeron al suelo y murieron aplastados. Más terroríficas que amenazadoras, las bestias fueron apartadas del campo de batalla como ganado” (Curcio VIII.14.30). A la vez que pisoteada, la infantería india se agolpó en una masa inútil y desorganizada. Parece, por otra parte, que muchos arqueros indios llegaron al campo de batalla con sus arcos destensados; tuvieron que tensarlos sobre el terreno y, debido al barro (sin duda levantado por los elefantes), muchos no lo lograron. Viendo el desorden de las líneas indias, Alejandro ordenó a su falange que formara en synaspismos (escudo cerrado) y que cargara, con la caballería atacando por las alas. La línea india fue destruida. Arriano calcula las bajas en 20.000 hombres de infantería, 3.000 jinetes y todos los carros; la mayoría de los elefantes que sobrevivieron fueron capturados e integrados en el ejército macedonio. Las pérdidas en la infantería de Alejandro sumaron 80 hombres, en su mayoría ante los elefantes, además de 230 jinetes. Poros fue capturado tras resultar gravemente herido, con su elefante muerto bajo su cuerpo. Se recuperó de las heridas, Alejandro, una vez estuvo ante él, le pregunto como debía tratarlo, a lo cual Poros respondió: como lo que soy, un rey; el gran macedonio se sintió tan conmovido ante su dignidad y bravura en la adversidad que le repuso en el trono y le convirtió en su aliado.

sábado, 30 de mayo de 2009

Alejandro invade la India, el Rajá de Apuraba, el Gran Poros, sale a enfrentarlo (primera parte)

A principios del año 326 a.C., habiendo destruido el imperio persa, Alejandro cruzó el Hindu Kush en dirección a la India. Sometió a varios estados del norte del subcontinente sin derramamiento de sangre, recurriendo a la tradición india de que los estados libres rendían homenaje a los fuertes a cambio de protección y buen trato. Alejandro admiraba la conducta digna y marcial de los príncipes indios y, al contrario de su política contra los persas, se mostró solícito para granjearse su amistad y lealtad. Sin embargo, entre los que no estaban dispuestos a rendirse figuraba el más poderoso gobernante del noroeste de la India. Parvataka, el rajá de Apuraba, a quien los griegos llamaron Poros. Cuando Alejandro llegó al río Hidaspo, hoy conocido como Jhelum, encontró a Poros aguardándole con su ejército. En el mundo clásico, Alejandro fue modelo del perfecto príncipe y general, al que todos imitaron; por tanto, ha sido objeto de inacabables estudios literarios sobre su vida y su tiempo, y quedan no menos de cuatro relatos clásicos de la batalla resultante. El primero es el de Diodoro Sículo, quien escribió su Historia universal probablemente entre los años 25 y 21 a.C.; el Libro 17 proporciona una narración del reinado de Alejandro. Cabe observar que Diodoro puede ser tan sensacionalista como Herodoto. Quinto Curcio Rufo, senador en tiempos de Tiberio, compuso su Historia de Alejandro durante el período comprendido entre los años 31 y 41 d.C. cuando, perdido el favor del emperador, tiñó su obra de amargura contra los “grandes hombres”. Plutarco fue un ensayista griego que produjo las Vidas, una serie de estudios de personajes por parejas que yuxtapone las celebridades griegas con las romanas, de finales del siglo I d.C.; su Vida de Alejandro (asociada a la de Julio César) contiene un breve relato de la batalla del Hidaspo. La crónica más extensa y autorizada es la de Arriano (Lucio Flavio Arriano), un experimentado general romano que sirvió en las guerras de oriente con el emperador Trajano y frenó una invasión de los alanos de Asia Menor en el año 135 d.C. Escribió basándose en las memorias de algunos de los oficiales de Alejandro, hoy perdidas. Estos autores difieren en cuanto a la fuerza del ejército de Poros. Curcio la estima en 30000 hombres de a pie y 300 carros; Plutarco, en 20000 tropas de infantería y 2000 de caballería; y Arriano, en 4000 de caballería, 30000 de infantería y 300 carros. Sin embargo, todos coinciden en que Poros comandaba un poderoso ejército combinado, en el que formaban los mejores soldados a los que se había enfrentado Alejandro y que incluía el arma más terrible de los campos de batalla de la antigüedad, ya que Poros había reunido 200 elefantes. Los elefantes de guerra indios eran grandes machos, posiblemente castrados, de 3,5m de hombros y un peso de hasta 5 t. Cada uno llevaba una coraza de piel de buey o búfalo, y del arnés colgaban campanas para amplificar el ruido del elefante al moverse. Lo montaban un cornaca y hasta cuatro guerreros, provistos de arcos o jabalinas, a horcajadas sobre el lomo del animal. Pero el arma principal era el elefante en sí al pisotear al enemigo, derribarlos con la trompa y ensartarlo con los colmillos, que podían ir cubiertos con afiladas vainas de hierro. La infantería de Poros también era formidable. Al igual que los cornacas, sus miembros eran kshartya (de la casta guerra), soldados a tiempo completo, como los macedonios. Se dividían en dos tipos. Primero, los arqueros con largos arcos de caña de 1,4m disparaban flechas de punta de hierro o hueso; aunque poderosos, su precisión no era buena, y probablemente los indios se basaban más en el peso del disparo que en la puntería. Después estaban los lanceros, provistos de lanzas o jabalinas y con escudos de piel tendidos sobre mimbre. Todos, salvo los más pudientes, iban sin armadura, con la vestimenta acostumbrada de una larga falda, y armados con espadas de hoja de hierro. ¡Comienza la batalla!

El ejército de Alejandro estaba formado por 7.000 hombres de caballería, 40.000 de infantería de toda clase y 5.000 aliados indios. El Jhelum iba crecido, y Alejandro opto por no cruzarlo a la vista de los elefantes. Planto el campamento y proclamo que esperaría a que el Jhelum descendiera, pero lo que estaba buscando en realidad era un paso alternativo. Los indios contemplaron varias maniobras de distracción e intentos fingidos de preparar pasos para cruzar el río en diversos puntos. Después de varios días, Alejandro cruzo el Jhelum 27km corriente arriba, engañando a Poros con una serie de brillantes maniobras. Ello sugiere que dominaba lo que se ha dado en llamar el nivel operativo de la guerra, por encima de la táctica en el campo de batalla, pero por debajo de la gran estrategia bélica. Su general Crateros recibió la orden de permanecer cerca del campamento con dos “taxeis” de la falange y una fuerza montada, y de fingir varios pasos, para realizar el verdadero solo cuando Poros remonto la corriente por la orilla para ir contra Alejandro. Para cerrar el engaño, Attalos, de apariencia semejante al emperador, fue vestido con la armadura de Alejandro e instruido para que se dejara ver a intervalos regulares allí donde pudieran vigilarlo los indios. Otro comandante, Meleagro (o Tolomeo, según la fuente), debía maniobrar arriba y abajo del río con una fuerza de caballería e infantería ligera entre el campamento y el punto de cruce, lanzando ataques simulados de vez en cuando para confundir aun más a Poros; también debía cruzar el río cuando lo hubiera hecho Alejandro. La fuerza del emperador estaba formada por sus tropas predilectas, con la infantería integrada por hipaspistas, dos taxeis de la falange, arqueros cretenses y peltastas tracios. Poros envió a su hijo con 120 carros y unos 4.000 jinetes para oponerse a la llegada de Alejandro desde el otro lado del río. Sin embargo, Alejandro ya había cruzado cuando llego, y disperso a los indios tras un breve combate de caballería. Dejando una pequeña fuerza de infantería y elefantes para obstaculizar el cruce de Crateros, Poros marcho al encuentro de Alejandro.

jueves, 28 de mayo de 2009

Los Fokker Dreidecker, el triplano mas poderoso

Cuando los Fokker Eindecker con motor rotativo fueron retirados del frente, en 1916, los sustituyó el caza Albatros, dotado de un motor con los cilindros en línea. Pero los alemanes estaban convencidos de la superioridad de los triplanos y cuando apresaron un Sopwith británico, decidieron hacer algo similar, pero superior. Así nació el famoso Fokker Dreidecker (triplano), pero no fue una simple copia del Sopwith. El triplano alemán tenía tres alas robustas que precisaban únicamente unos soportes mínimos, lo que diferenciaba de los multiplanos de la época. Especialmente sólido era su clásico fuselaje de tubos de acero soldado. El nuevo Fokker estuvo dotado de un motor rotativo, pues la firma no era de las preferidas por el alto mando y, por tanto, no tuvo acceso a los motores en línea, que se habían montado en los Albatros y en los Pfalz, por ejemplo. De todos modos, también era rotativo el motor del Sopwith. Denominado finalmente Dr I, dos de estos triplanos se enviaron, para sus pruebas operativas, a la unidad que mandaba Manfred von Richthofen. Uno se le asignó a él y otro al teniente Werner Voss, que entonces mandaba la Jagdstaffel 10. Ambos eran excelentes pilotos. Muy pronto empezaron a obtenerse victorias importantes a los mandos de los Dr I. Así relataba el Barón Rojo la segunda que conseguía con el nuevo triplano: “Entré en combate, junto con cinco aparatos de la Jagdstaffel 11 contra un Sopwith Spad monoplaza y le ataqué a 2000 metros de altura. Después de maniobrar los dos encarnizadamente, logré obligarle a bajar cerca de Bousbecque. Me di cuenta de que tenía un adversario de calidad, pues no quiso rendirse aunque le hice bajar a 30 metros de altura. Aun así disparando, y antes de aterrizar agotó la munición contra una columna de nuestra infantería. Una vez en tierra enfiló deliberadamente un árbol y estrelló su triplano. El Fokker resultó mucho más manejable y seguro que el inglés”. Los aliados desconocían las posibilidades que ofrecía el pilotaje de un triplano Fokker y no podían imitar con sus aviones una de las características maniobras de aquél, cuando quedaba con el morro hacia arriba, literalmente colgado de la hélice, disparando contra el vientre del adversario. Los pilotos nuevos aprendían a respetar inmediatamente al Dr I a través de los relatos de sus camaradas que se habían enfrentado al triplano alemán y habían sobrevivido para poder contarlo. Así hablaba del Fokker Dr I el piloto norteamericano Thomas B. Buffum: “Los nuevos triplanos Fokker nos parecían raros, pero tenían una asombrosa maniobrabilidad, especialmente cuando estaban de pie sobre la cola, disparando hacia arriba. Además, podían lanzarse en caídas verticales con enorme rapidez. La primera vez que me los encontré fue en una patrulla a gran altura sobre Amiens. Atacamos a tres desde arriba, y en seguida se precipitaron en caída vertical. El que yo había elegido parecía que no iba a enderezarse nunca, y le seguí a todo gas, con los tirantes y montantes rugiendo en nuestra vertiginosa caída. Mientras me ocupaba frenéticamente de la bomba para meter presión a mi depósito, el Fokker dio una gran media vuelta invertida, y con medio tonneau desapareció en las nubes”. Este testimonio es muy ilustrativo.

martes, 26 de mayo de 2009

Tácticas de combate: demolición reservada (parte final)

De noche o en condiciones de visibilidad reducida, quizá tengas que concentrar los efectivos humanos disponibles en la protección cercana del puente para evitar las infiltraciones. Pero siempre has de dejar parte de la guarnición equipada con dispositivos de vigilancia y alerta temprana en los terrenos altos vitales que dominan el objetivo para asegurarte de que el enemigo no esté en su posesión cuando mejore la visibilidad. También deberás disponer dispositivos de vigilancia en la otra orilla para darte cierta medida de aviso anticipado de la aproximación del enemigo. Preparado para la demolición

El dispositivo defensivo ha de incluir un equipo de ingenieros especializados en demoliciones. Éste debe disponer la demolición del objetivo y asegurarse de que se respetan los estados de alerta. El jefe de ese equipo de zapadores estará siempre junto al oficial que mande las defensas, que será quien decida cuándo hay que pulsar el botón para volar el objetivo.
Antes de todo esto, el jefe de la guarnición debe saber cuánto tarda en pasarse del estado de alerta 1 (con los dispositivos en seguro) al estado de alerta 2 (dispositivos armados), y cuánto va a durar la demolición propiamente dicha. En el caso de un puente, el lapso de tiempo es virtualmente despreciable, pero si lo que se pretende es cerrar un pasillo por un campo de minas, hacer cráteres o minarlo puede requerir cierto tiempo. Uno de los aspectos más difíciles de guardar una demolición reservada es el control de todos los movimientos a pie y en vehículo a través del objetivo. En el transcurso de un repliegue de cierta envergadura, un puente vital puede soportar el paso de cientos de medios acorazados durante una noche: que un vehículo se quede detenido en mitad del puente puede tener consecuencias desastrosas. Para evitarlo, los cables de nuestro vehículo acorazado de recuperación habrán sido tendidos previamente a lo largo de la calzada del puente con el fin de despejar rápidamente la interrupción. Uno de estos obstáculos susceptibles de demolición es también un válido punto de control que el oficial al mando puede aprovechar para verificar el movimiento de vehículos. Puede desplegar oficiales de enlace en el puente y, manteniéndose en contacto permanente con ellos, saber en todo momento el número de vehículos que deben cruzar por allí. Sólo así podrá tomar la decisión de esperar otro par de minutos antes de hacer saltar la estructura por los aires si, por ejemplo, está esperando que pasen los últimos rezagados –quizá una unidad de vehículos acorazados ligeros de exploración- antes de que lleguen al lugar los primeros elementos del enemigo. Transmisiones cruciales
Uno de los aspectos más importantes en esta clase de operaciones es que existan unas buenas transmisiones por radio entre el jefe de la guarnición y el comandante responsable que ha autorizado la demolición. Este último es el “comandante autorizado”, y sólo él puede dar permiso para proceder a la voladura. Las transmisiones deben estar duplicadas a través de las redes de radio de los ingenieros, la artillería y otras, incluso por la red telefónica civil. En la práctica, a medida que la batalla se encona, el comandante autorizado sabe que después tendrá que responder de su decisión. El secreto está en mantenerse en contacto permanente con el comandante autorizado, pues ello ayuda a controlar mejor toda la situación. El mantenimiento y voladura de una demolición reservada exige un alto grado de sensatez. Puede convertirse en un asunto muy delicado que obligue a tomar decisiones bastante duras. Todos los hombres que formen la guarnición deben estar dispuestos a defender el lugar contra ataques por tierra y aire, sabotajes y asaltos paracaidistas y heliportados. Esta defensa requiere largos preparativos y trabajo duro. Incluso habrá que pensar en tender cables de acero entre los árboles como trampas contra los helicópteros. Cualquier cosa que pueda hacerse para impedir que el enemigo capture intacta una demolición reservada puede convertirse en un factor crucial para el plan de batalla de toda una división acorazada.

lunes, 25 de mayo de 2009

Tácticas de combate: La demolición reservada (primera parte)

El repliegue, que no la retirada, es a veces necesario para que una fuerza pueda reorganizarse en un terreno más favorable antes de volver a la ofensiva. En particular, una fuerza de cobertura que opere por delante de una posición defensiva principal amiga, proporcionando un elemento de alerta avanzada e identificando los ejes de avance del enemigo, necesitará replegarse rápidamente detrás de dicha posición una vez haya concluido su trabajo. En estas situaciones, algunas características del terreno pueden ser críticas. Éstas son los puentes, pasillos por los campos de minas o cualquier otro cuello de botella que el comandante decida negar al enemigo hasta que no sea de utilidad para sus fines. Es el general quien se reserva a sí mismo la demolición de estos puntos y asegurará que estén bien guardados y defendidos hasta que llegue el momento de volarlos. El ejemplo más evidente es el de un puente vital sobre un gran río que puede constituir un obstáculo de envergadura para las formaciones acorazadas. Por supuesto, si el enemigo consigue tomarlo, habrá echado a perder tu repliegue y acelerado su avance. El enemigo habrá realizado una cuidadosa valoración del terreno y elegido (y quizá reconocido) sus ejes maestros de avance. También es posible que haya llevado a cabo una estimación acertada de cuáles puedan ser nuestras rutas de repliegue y de los puntos por las que éstas cruzan por obstáculos. Fuerzas de exploración enemigas montadas en vehículos acorazados portapersonal (VAP) y carros pueden dirigirse directamente a ellos, seguidos de cerca por el escalón de vanguardia de la fuerza principal. Y no olvides que puede montar asaltos aeroportados o helitransportados para capturar un punto de cruce vital con la intención de retenerlo hasta que lleguen sus fuerzas. La última vez que el Ejército Británico intentó hacer esto a gran escala fue en 1944 durante la operación de Arnhem, en la Segunda Guerra Mundial, en que lanzó paracaidistas para capturar unos vitales puentes sobre el Rin por delante de sus fuerzas acorazadas. Desgraciadamente, todo salió mal: las fuerzas de tierra no consiguieron enlazar a tiempo y las defensas enemigas resultaron más potentes de lo esperado. Guardia de demolición

Nuestra misión es asegurar que el enemigo no capture el objetivo a demoler antes de que haya sido volado. La guardia de demolición consistirá en al menos un grupo de compañías de infantería en el que habrá carros, misiles filoguiados contracarro y observadores de la artillería y los morteros, así como un vehículo de recuperación. También puede incluir sus propias armas de defensa aérea (misiles superficie-aire) incluso cuando hay cobertura de armas divisionales de mayor alcance. Si nos encontramos formando parte de una guardia de demolición, hemos de contar con que seremos objeto de bombardeos de artilleros y de ataques de aviones de ala fija y helicópteros. Asimismo, podemos constituir para el enemigo un objetivo idóneo para su uso limitado de agentes químicos. Y por si todo esto no fuera suficiente, puede que el enemigo procure destruir puentes importantes por medio del sabotaje recurriendo a equipos de buceadores o unidades de operaciones especiales. Las demoliciones reservadas constituyen unos objetivos extraordinariamente atractivos y contra los que el enemigo empleará todos los medios que tenga a su alcance para destruirlos. Ya ves que los peligros que nos acechan no son pocos ni pequeños. Esta guarnición debe ser desplegada de manera que proporcione protección a la demolición desde todas direcciones y por todos los medios, incluida una defensa próxima constante contra el sabotaje por “refugiados” o buceadores de combate. El jefe de esta guarnición de demolición debe desplegar tropas avanzadas con el fin de cubrir los accesos al puente y dar alerta previa sobre cualquier intento de ataque. Esto puede suponer la necesidad de ocupar todos los terrenos altos que dominen la zona de interés. Habrá que desplegar todas las armas contracarro posible muy por delante del objetivo defendido. Pero cuidado con colocar medios acorazados en la orilla opuesta de un obstáculo fluvial, pues podrían quedar atrapados: si el puente debe volarse rápidamente o si el enemigo consigue tomarlo, no resultará muy agradable ver como algunos de tus carros quedan aislados en la orilla equivocada del río; esto es particularmente importante para aquellos ejércitos en los que los vehículos con auténtica capacidad anfibia sin preparación no son los más abundantes. La infantería, al menos, puede escapar a bordo de botes de asalto si se ve en la necesidad de tener que retirarse a toda prisa.