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lunes, 28 de septiembre de 2009

L a batalla de Eylau. La carga de caballería mas grande de la historia (parte final)

Los rusos empezaron a abrir fuego con cañones y mosquetes a esta masa de jinetes formados delante de ellos, enviándoles proyectiles que zumbaban en el aire. El regimiento de elite de Grenadier á Cheval de la caballería de la Guardia Imperial, montado sobre sus característicos caballos negros, llego bajo un fuego especialmente mortificante. Los granaderos a caballo eran hombres altos, mas de la media normal, y los enormes gorros de piel de oso que llevaban puestos aún aumentaban mas su estatura. Mientras los proyectiles pasaban silbando, los soldados se inclinaban hacia delante en sus sillas, bajando instintivamente la cabeza ante la tormenta de plomo que barría sobre ellos. Su comandante, el coronel Louis Lepic (1765-1827) se enfureció por el comportamiento tan novato de su regimiento de elite. Sentado, completamente erguido enfrente de la fila, se removió en su silla y grito: “Cabezas arriba, por Dios, ¡son balas, no zurullos!” Formados ahora en líneas masivas, con los coraceros y los dragones a la cabeza, la caballería francesa espero la señal de Murat. Cuando llego, las trompetas empezaron a tocar para el ataque y los jinetes impulsaron hacia delante a sus monturas. No fue una carga violenta, sino un avance metódico, bien organizado, que empezó con un trote lento, aumentando poco a poco de velocidad. El ritmo del ataque también estaba dictado por las condiciones del terreno, ya que los caballos se movían con dificultad en la nieve, que en algunos puntos del campo se había amontonado en gran cantidad. Sin embargo, aunque la carga francesa carecía de velocidad, lo suplía en volumen. Fue nada más y nada menos que el mayor ataque de caballería de las Guerras Napoleónicas.
Los caballos franceses se acercaban a la masa de columnas de infantería rusa que cruzaban el estrecho valle hacia el vulnerable centro francés. Tomados totalmente por sorpresa, los rusos fueron aplastados por los cientos de sables franceses que destellaban rompiendo sus filas. Cuando se disperso la infantería, los soldados de Murat siguieron adelante y tropezaron con unos cuantos regimientos de dragones rusos que habían estado apoyando el ataque de la infantería. Los coraceros franceses tuvieron poco que hacer con los dragones porque escaparon del encuentro, pero fueron interceptados en plena huida por las sucesivas oleadas de jinetes franceses, que chocaron contra el flanco de dragones y acabaron con ellos. La carga siguió hacia la línea de cañones rusos, sin hacer caso a la metralla que hacia caer a hombres y caballos sobre la nieve. Los coraceros y dragones franceses barrieron las baterías enemigas, atravesaban a los artilleros rusos que permanecían en pie y luchaban, y enviaban a otros a cubrirse debajo de sus piezas. El resto huyo en vano hacia la infantería rusa, que había cambiado su formación a la de cuadrado para rechazar el ataque. Los jinetes de Murat golpearon estos cuadrados, rompiendo en pedazos muchos de ellos y causando bastantes bajas. Nada parecía poder detener la avalancha de la caballería francesa, que ahora se dirigía furiosa hacia las posiciones de reserva rusas, rompiendo aun otra línea de resistencia y amenazando con partir en dos al ejército de Bennigsen. Satisfecho con este éxito, refreno a sus jinetes a la espera de que toda la línea rusa retrocediera.
En realidad, otro ejército podría haber dividido con el impacto de tal golpe, pero, para asombro de Murat, los rusos volvieron a formar sus líneas tenazmente detrás de sus exhaustos jinetes, mientras que regimientos de refresco convergían allí procedentes de todas partes. Durante un momento la caballería francesa estuvo atrapada por la masa del Ejército ruso. Sin embargo, antes de que alguien se pudiera despertar, la división de caballería de guardia, que se había mantenido en la reserva para un caso como este, llego con toda su fuerza. Cruzaron el estrecho frente ruso y apartaron a la caballería e infantería enemiga que habían rodeado y atrapado a la fuerza de Murat. Los hombres de Murat, reforzados ahora, fueron al ataque una vez más, pero no pudieron penetrar en la tercera y última posición rusa, a pesar de destruir mas batallones de infantería y de conducir a otros a las proximidades del bosque de Anklappen, cuyos árboles se elevaban como un muro para detener la oleada de caballería francesa. Mientras tanto, los rusos, de un modo increíble, volvieron a formar por segunda vez detrás de ellos y rodearon a la masa en ebullición de jinetes franceses. Eylau imprimió para siempre en los franceses la dureza de los soldados campesinos de la Madre Rusia. Después de la batalla los veteranos franceses dirían de su adversario: “Primero tienes que disparar a un ruso y luego hacerle caer”. Los caballos franceses se encontraban ya agotados, y un animal agotado que casi no se podía mover convertía a su jinete en un blanco prácticamente inmóvil. Los regimientos de cosacos y húsares, que no habían tenido oportunidad de enfrentarse a los coraceros y dragones de refuerzo, aprovecharon su velocidad y maniobrabilidad para entrar precipitadamente y rodear a la caballería pesada francesa, pinchando a los grandes jinetes con sus lanzas largas. Las baterías de artillería rusas se colocaron en posición también y dispararon proyectiles y metralla que silbaban entre los escuadrones de caballería agrupados y prácticamente inmóviles. La 2ª División de coraceros del general D’Hautpoul había penetrado mas que cualquier otra en las líneas rusas, y ahora su indomable comandante y su división se encontraban rodeados una vez mas. Cuando las balas de los cañones empezaron a estrellarse contra ellos, se dio cuenta de que no podía seguir manteniendo su actual posición, pero se negaba a retroceder a menos que Murat lo ordenara. Justo entonces un proyectil de cañón ruso le dio en la cadera, destrozándole el hueso y haciéndole caer al suelo. Le sacaron del campo sobre el caballo de uno de sus ayudantes y le llevaron al hospital de campaña donde el cirujano le dijo que tenía que amputarle la pierna. El viejo coracero sabia que esa operación significaría el fin de sus días sobre una silla de montar y por tanto se negó a continuar con el procedimiento, esperando cuidad de alguna manera la pierna para recobrar la salud. Sin embargo, sin la amputación necesaria, la herida resulto ser mortal y D’Hautpoul cumplió su propia profecía de morir por su emperador. En otro lugar, los granaderos a caballo del coronel Lepic también se encontraban en un punto crítico, demasiado extendidos y montados sobre caballos agotados. La infantería rusa empezó a entrar y un oficial ruso dijo a Lepic que se rindiera. “Mire a la cara a esos hombres –contesto Lepic- ¿Parecen hombres que vayan a rendirse?”
Mientras tanto, Murat supo que la carga había servido a su propósito y se dio cuenta de que era hora de retirarse. Rodeado una vez más, Murat volvió a formar a sus escuadrones para atacar, esta vez dirigiéndose hacia sus propias líneas. A su señal, los soldados impulsaron a sus monturas exhaustas a un esfuerzo supremo y las precipitaron a los campos cubiertos de nieve y de los espantosos restos de su primera carga. Los rusos, maltratados, no podían contener una fuerza tan poderosa y una vez mas vieron sus improvisados cuadrados y posiciones de cañones invadidos por una gran masa de jinetes franceses que se abría camino por el centro de la línea rusa antes de alcanzar finalmente la seguridad en las posiciones francesas. Las perdidas francesas habían sido cuantiosas, al menos 3.000 jinetes muertos o heridos en el campo de batalla, entre ellos varios oficiales superiores. Aun así la carga fue una de las más brillantes de la historia militar. Había detenido un contraataque enemigo y evitado cierta derrota, mientras que simultáneamente había causado un efecto devastador a una fuerza enemiga que en otras circunstancias bien podría haber resultado decisiva. La batalla continúo hasta la caída de la noche, sin ventaja para ninguna de las partes, y terminó con la retirada del ejército de Bennigsen, dejando el campo a Napoleón. Tácticamente la batalla había dado como resultado un empate y, por tanto, una decepción para un ejercito acostumbrado a los triunfos de Austerlitz y Jena-Auerstädt. La campaña se detuvo hasta la primavera, y en junio Napoleón logro un triunfo sobre los rusos en Friedland, consiguiendo una conclusión victoriosa para la Guerra de la Cuarta Coalición (1806-1807).

3 comentarios:

Uthegal dijo...

Leerte siempre es un placer, tqantas imágenes y detalles te cra la imagen perfecta!

Proletario dijo...

Muchas gracias Uthegal. La historia es la piedra donde construir en el presente un mejor futuro.

Saludos

Anónimo dijo...

NAPOLEON BONAPARTE, el mas grande de todos los tiempos,un estratega inimitable,un genio del campo de batalla,considerado como el primer soldado del mundo sus mas de 40 victorias a lo largo de su vida,notan claramente que siempre estubo a la defensiva,cuando toda europa y la rusia de los zares lo conbatieron triunfo en austerlitz,siendo esta la batalla mas memorable de la historia que la misma historia recuerde,y aunque a pesar que los ingleses lo asesinaron con sianuro,la leyenda de NAPOLEON se hace cada vez mas grande,como dijo STENDHAL ; CUANTO MAS SE CONOZCA LA VERDAD,MAS GRANDE SERA LA FIGURA DE NAPOLEON BONAPARTE. o bastaria leer el relato de VICTOR HUGO en la cademia de FRANCIA el 3 de junio de 1841.