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viernes, 17 de julio de 2009

Tropas ligeras de la antiguedad. La revolución de Ificrates (parte final)

Aquélla fue difícilmente una “revolución en los asuntos militares”; se trató más bien de una exhibición de pueblos de labradores que supieron aprovechar un terreno accidentado y usaron tácticas tradicionales para derrotar a fuerzas superiores y, superficialmente, más “avanzadas” de un modo no muy distinto al empleado en el siglo XX por los vietnamitas contra los estadounidenses o por los chechenos contra los rusos. Unos jefes astutos al frente de tropas semejantes bastaron para contrarrestarlos aprovechando las ventajas de un terreno propicio.
Sin embargo, a partir de la guerra corintia de los años 395-387 a.C., las tropas ligeras se convirtieron en parte integrante de los ejércitos griegos, y el principal inspirador fue un dotado genio militar Ifícrates de Atenas. Las primeras fases de la guerra vieron a Ifícrates, en apoyo de Corinto, lanzar varias incursiones en Arcadia, en el Peloponeso central, con grandes fuerzas de peltastas mercenarios, tracios entre ellos. Estas operaciones consistían en asaltos contra aldeas para el pillaje, la quema de cultivos y emboscadas contra las fuerzas de hoplitas arcadios que intentaban capturarlos. Los arcadios renunciaron pronto a aventurarse fuera de sus ciudades amuralladas, y sus aliados espartanos les recriminaron su cobardía infantil ante los peltastas. En seguida aprenderían el porqué cuando, fuera de Corinto en el año 390 a.C., un comandante de una mora espartana, de nombre desconocido, que estaba escoltando a un grupo de peregrinos, decidió regresar a su base de Lequeo, dejando a su caballería como escolta de los fieles. Sin caballos ni tropas ligeras a su servicio, y obrando con injustificada confianza, los espartanos fueron masacrados por los peltastas de Ifícrates: “Si iban por el camino, eran blanco de las jabalinas por su lado desnudo y caían heridos; si intentaban perseguir a sus atacantes, para los peltastas, ligeros y rápidos, era un juego de niños apartarse del alcance de los hoplitas” (Jenofonte, Historia, IV.V.11). El jefe espartano intentó contrarrestar a los peltastas enviando a los hoplitas más jóvenes, rota la formación, a perseguirlos. El intento fue vano, pues los hoplitas eran incapaces de darles alcance y se convertían en presa fácil cuando intentaban regresar a la falange. Los espartanos recibieron pronto el apoyo de la caballería, que fue mal utilizada, al recibir la orden no de cargar contra los peltastas y dispersarlos, sino de mantener un frente continuo con la falange en su avance. Ante las graves pérdidas, los espartanos terminaron por buscar refugio en una pequeña colina fuera de Lequeo, donde una carga de hoplitas atenienses terminó con ellos. El recurso a hoplitas jóvenes como agentes contra los peltastas fue ideado por el general espartano Brásidas hacia el 424 a.C., y a menudo funcionó; por ejemplo, un año después del desastre de Corinto, el rey Agesilao derrotó a peltastas acarnianos empleando esta táctica; sin embargo, una diferencia crucial fue que dio apoyo a los hoplitas con una carga de caballería. Después de la guerra de Corinto, Atenas vendió los servicios de Ifícrates y sus peltastas a numerosos clientes, incluido el rey persa Artajerjes. En la revuelta egipcia de los años 376-373 a. C. dentro del ejército persa combatió un total de 12000 tropas ligeras de Ifícrates; allí Ifícrates aplicó múltiples innovaciones para que sus tropas pudieran mantener la posición en el combate de choque. Diodoro Sículo recuerda que Ifícrates equipó a sus peltastas con largas picas de 3m, mayores espadas y quizá el taka. Con ello pretendía mantener una formación de falange contra hoplitas o contra la caballería, con las picas, dándoles una ventaja en alcance. Por desgracia, no se conservan crónicas del comportamiento en batalla de esta falange ligera, pero no puede descartarse su influencia en la ulterior falange macedonia.

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