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martes, 28 de julio de 2009

Mercenarios en el Congo (parte final)

Una vez asegurada Kindu, el 5º Comando estaba en condiciones de lanzar su asalto principal contra la capital rebelde, Stanleyville, situada al norte del Congo y a orillas del río que da nombre al país. Poco antes del crepúsculo del 23 de noviembre, el 5º Comando partió de Kindu a toda velocidad y se dirigió al norte como vanguardia de Lima Uno, una columna que combinaba todas las fuerzas del gobierno. Horae tenía como norma no desplazarse nunca de noche, pero los simbas amenazaban con masacrar a sus rehenes y la velocidad era esencial. Alastair Wicks describió esa noche como la experiencia mas enervante que jamás había padecido. De cuando en cuando la columna sufría alguna emboscada. El teniente Hans Von Lieres resulto herido dos veces y varios “voluntarios” murieron. Lima Uno alcanzo Stanleyville al día siguiente y descubrió que la ciudad había sido controlada ya por 600 paracaidistas belgas que habían sido especialmente transportados a la zona para rescatar a los rehenes. El caudillo de los simbas había amenazado varias veces con que estaban a punto de hacer fetiches con los corazones de sus cautivos belgas y norteamericanos, y vestidos con sus pieles. En la práctica los rebeldes asesinaron a 29 rehenes y después abandonaron la ciudad. El 5º Comando tomo a su cargo la ciudad “libero” algunas entidades bancarias y después se solazo con actividades menos justificables. Uno de sus mercenarios no solo violo a una joven negra, sino que después la llevo a la orilla del río y la asesino. A pesar de los intentos de Horae de controlar a sus hombres estos no creían que el pillaje y la violación fuesen faltas excesivamente graves: en el fondo, la disciplina de una unidad mercenaria depende del acuerdo general y no de unas estrictas ordenanzas. Sin embargo, el asesinato a sangre fría era harina de otro costal. Se formo consejo de guerra y el mercenario fue declarado culpable. Pese a las presiones ejercidas para que se cumpliera la sentencia, Horae se vio incapaz de ejecutar a su soldado. Pero como ese hombre era futbolista profesional, Horae en persona le corto los dedos pulgares de los pies, un acto que un oficial británico describió como “ortopédicamente injustificable”.
En enero de 1965 expiro el contrato de seis meses de los mercenarios y prácticamente todos los integrantes del 5º Comando habían abandonado ya la unidad. Durante esos seis meses habían suprimido el peligro de los simbas que amenazaban con imponerse en el resto del país, y recapturaron la capital simba. Era sin dudas un logro extraordinario. Horae recluto 150 nuevos mercenarios, sobre todo en Johannesburgo. Durante los seis meses siguientes, él y sus comandos, estacionados en las provincias nororientales, fueron de uno a otro reducto rebelde, liberaron pueblos y ciudades y rescataron rehenes blancos, en especial monjas y misioneros, de las garras de los vengativos simbas. Mientras tanto, egipcios y argelinos suministraron a los simbas armas mas modernas, principalmente a través de Sudan, e incluso circularon rumores de que las fuerzas rebeldes eran dirigidas por asesores chinos. Las tácticas de los simbas habían mejorado, pero Watsa en la provincia de Kivi, fue liberada en marzo; con Watsa los rebeldes perdían su principal fuente de riquezas, las minas de oro de Kilo-Moto.
Ahora quedaban aun un reducto rebelde, la salvaje región de Fizi-Baraka, situada al sur de la provincia de Kivi y habitada principalmente por la tribu Bahembi. Los segundos contratos de seis meses vencieron antes de que Horae pudiese romper esa dura nuez. Fizi-Baraka era una meseta montañosa, cuyo único acceso por carretera pasaba por fuerza por el escarpe de Lulimba y daba a los rebeldes una posición muy segura. Por fin, tras algunas dificultades, se completaron los efectivos de los comandos (Horae llego a considerar la posibilidad de “pedir prestadas” fuerzas regulares sudafricanas). El 27 de septiembre de 1965 se lanzo una “operación combinada” de ataques terrestres y lacustre con apoyo aéreo. Wicks mando el ataque de una fuerza de 100 hombres contra la fortaleza montañosa de Lulimbay consiguió que los simbas concentraran en él su atención y no advirtieran un ataque principal contra Baraka, junto al lago Tanganika. Tras fuertes combates y graves perdidas la ciudad cayo y la fuerza avanzo rápidamente hacia Fizi y para unirse a Wicks en una maniobra envolvente sobre Lulimba. Después de ello solo quedaron pequeños reductos rebeldes a orillas del lago y hacia octubre de 1965 la revuelta simba estaba virtualmente sofocada. Un mes mas tarde, el 25 de noviembre, el general Mobuto Seseseko tomo el poder en el Congo e inmediatamente ceso a Horae y Wicks, que consideraba peligrosamente leales al régimen anterior.
De cualquier modo ambos hombres habían terminado su tarea. En 18 meses, con solo un puñado de mercenarios, habían sojuzgado la mayor rebelión registrada en el que era el país más extenso del África Negra y habían conseguido que el 5º Comando se inscribiera en los anales de la historia militar moderna.

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