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lunes, 1 de diciembre de 2008

Egospótamos, al fin Esparta vence a Atenas en el mar


Atenas y Esparta se enfrentaron entre si en la larga y reñida serie de campañas, hoy conocidas como guerra del Peloponeso, en la que el imperialismo naval ateniense se enfrento al superlativo ejercito de Esparta y sus aliados terrestres. En una de las grandes vindicaciones de poder marítimo, la flota ateniense y las fuentes de suministro de allende el mar habían servido para contrarrestar la superioridad espartana en el combate terrestre, que dejo el territorio ateniense y el de sus aliados devastado mientras la ciudad sobrevivía al ataque, la peste, el desastre militar en Sicilia y el asedio merced a los suministros que recibían de los campos de cereal del distante mar Negro. Entre tanto, Esparta había encontrado algunos medios para dañar la yugular ateniense, y para ello necesitaba una flota. Las biografías de Plutarco sobre Lisandro y Alcibíades refieren cuales fueron estos medios, y sus posibilidades de éxito. Los persas, después de una estrategia diplomática, indudablemente satisfactoria, de cortejo y humillación de ambos bandos, acordaron finalmente sufragar la construcción de una armada bajo control espartano, una decisión previsible dada la serie de ataques atenienses contra el imperio persa en la primera parte del siglo IV. El nuevo escuadrón espartano bajo el primer almirante de Esparta, Calicrátidas, logro destruir a un menguado escuadrón ateniense frente a Eretria en el año 411 a.C., pero tuvo un encuentro desastroso frente una flota ateniense reconstruida en Arginusas en el 406; Calicrátidas murió ahogado. Después de esta debacle, se produjo en ambos bandos un cambio importante en el mando militar, que hace del ejemplo de Egospótamos el más pertinente para analizar el manejo del mando y el control en el mundo antiguo. Esparta relevo a su almirante caído por Lisandro, un hombre brillante, oportunista y sin escrúpulos. Seis de los almirantes supervivientes mas admirados de Atenas estuvieron al mando de la flota ateniense en Arginusas; los seis fueron ejecutados por el voto de la asamblea ateniense al no lograr rescatar a los supervivientes de 27 barcos inutilizados por la acción. Así, la ira ateniense por aquel fracaso tuvo como resultado la suicida decapitación de la vital armada de Atenas, y el desastroso resultado de aquel ejercicio del control civil sobre el militar no tardo en llegar. La competencia y las aptitudes diplomáticas de Lisandro consiguieron un creciente apoyo financiero de Persia, que se plasmo en una flota del Peloponeso reconstruida y peligrosa. El traidor y exiliado ateniense Alcibíades se aprovecho del desastre para asumir un breve y victorioso mando de la flota de Atenas, pero su propio y bastante justificado carácter político receloso le llevo al exilio antes que se cumpliera la amenaza de ejecución por parte de un vengativo y suspicaz electorado ateniense. Los tres almirantes enviados para sustituir a Alcibíades fueron Tideo, Menandro y Adimanto, quienes dieron a la historia uno de los ejemplos más claros de los efectos desastrosos de una estrepitosa incompetencia. Remiso a encontrarse con la flota ateniense después del desastre de Arginusas y de los reveses en otras escaramuzas, Lisandro opto por la táctica del seguimiento y la vigilancia mientras se desplazaba a un nuevo lugar de anclaje cerca del vital estrechamiento de la ruta de suministros atenienses creado por el Helesponto. El lugar era una elección excelente para el abastecimiento y el descanso de las tripulaciones atenienses, un gran numero de las cuales estaba integrado por votantes, de cuya ira los almirantes debían protegerse. Sin embargo, como posición defensiva estaba tan torpemente escogida que el propio Alcibíades regreso desde la seguridad de su exilio para advertir a sus sucesores del peligro, con la flota espartana establecida y guarnecida en Lampsaco, en la orilla opuesta. Sus advertencias fueron vanas, y los tres almirantes atenienses se establecieron en una rutina confortable y desastrosamente predecible de salir al mar por la mañana, ofrecer batalla a la flota espartana, regresar a su fondeadero y enviar a los hombres a la costa para un agradable almuerzo. Lisandro no era de quienes dejarían pasar una oportunidad tan clara. Cuando las tripulaciones atenienses desembarcaron, la flota de Esparta se hizo a la mar y cayo sobre el grupo de más de 200 barcos, en un ataque sincronizado por una señal óptica (el destello de un escudo lustrado) lanzada desde un barco espartano de reconocimiento. Los barcos espartanos arremetieron contra el fondeadero ateniense y remolcaron los barcos sin gobierno. Lo que siguió fue una matanza. Los marinos espartanos tomaron tierra, rodearon a los 3.000 tripulantes y oficiales atenienses, los apresaron y los masacraron. Al haber enviado a los hombres a la costa, los almirantes atenienses no tuvieron forma de gobernar sus barcos con rapidez ni de montar ninguna clase de defensa. Un comandante ateniense en alerta, Conón, y ocho de los barcos lograron escapar del desastre. La democracia ateniense se encontró con un gran numero de refugiados dentro de su ciudad ante el avance y crecimiento de la flota espartana, en el punto culminante de la campaña, y la guerra llego a Atenas cuando Lisandro sometió a un bloqueo metódico a la ciudad hasta que la democracia ateniense hubo de someterse y rendirse a la autoridad y ocupación de Esparta. Un imperio y un estado autoritario combinaron sus recursos y su relativa tenacidad para convertirlos en victoria sobre la tumultuosa y, a la postre, autodestructiva democracia de Atenas.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

esta mal por que no dice el motivo del enfrentamiento y lasconsecuencias !!!!!