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miércoles, 19 de noviembre de 2008

San Martín en el ejército de la península, héroe de la independencia española

En las filas del ejercito español, San Martín, nuestro héroe, presto ejemplar servicio durante 22 años, un mes y 17 días, hasta el 15 de septiembre de 1811, en que se le concedió el retiro a su solicitud.
En estos 20 años de servicios al Rey, guerreo contra el moro en el Norte de África, contra los franceses en el Rosellon, contra los ingleses en el mar, contra los portugueses en Olivenza y en Yelvez y nuevamente contra los franceses, comandados esta vez por el gran Napoleón.
San Martín inicio su carrera en las armas como cadete del Murcia. En la unidad militar, del arma de infantería se formo el futuro oficial, combatió y ascendió hasta el grado de “Segundo Ayudante”, durante los 13 años y cinco meses que duro su permanencia en el mismo, hasta que fue destinado al Batallón de Infantería Ligera “Voluntarios de Campo Mayor”. Cinco años y seis meses después pasaría al arma de caballería, en el Regimiento de Línea “Borbón”, en cuyas filas alcanzaría la máxima notoriedad consagrándose como héroe en la batalla de Bailén, el 19 de julio de 1808, alcanzando el grado de teniente coronel.

En el transcurso de todos esos años participo en quince campañas, e intervino en 29 acciones de guerra, distinguiéndose en todas ellas por su coraje sin límites, su arrojo en combate, y su desprecio hacia la muerte.
San Martín lucha ininterrumpidamente desde 1789 contra los moros en los campos africanos.
En Melilla y en Orán, el aguerrido cadete despierta entre sus compañeros y oficiales, admiración, respeto y un singular aprecio por quien ya demuestra en todas sus actitudes el carácter de líder, que en otro continente, y bajo otras circunstancias lo llevaran a ser el más grande libertador de América.
Al dejar atrás Orán, nuestro héroe se lleva, entre otros tantos recuerdos, dos que formarán, de allí en mas, su temple inquebrantable y a toda prueba; que fueron el gran terremoto que destruyo por completo la ciudad, y el dramático sitio durante mas de un mes, luchando contra el hambre, el fuego, y la devastación. Esos dos hechos, particularmente harán de nuestro Padre de la Patria, el hombre justo, sincero, desinteresado que solo pensó en el bienestar de su pueblo.
De allí pasa a servir a las ordenes de un celebre militar español, el General Ricardos donde pasa dos años en la campaña del Rosellón, ganando experiencia y enseñanzas de gran valor para su futuro.

Se cree, que fue allí donde San Martín perfecciona y supera sus conocimientos en estrategia representando para él su verdadera escuela. Su comportamiento en combate es tan valeroso y destacado, que sobre el mismo campo de batalla fue promovido a teniente segundo, citándose su nombre con conceptos honrosos. No había cumplido aun los 17 años de edad.
Su destino, toda su vida estaba signada por la guerra, el combate era para el un juego, la suerte de las armas le sonreían, haciéndolo su soldado predilecto; en tierras catalanas se bate con su acostumbrado heroísmo en Torres-Balera, en Grau del Ferro, en San Marsal, en Villalonga, en San Lluch y en Banyuls, para continuar luchando contra Inglaterra y Portugal.
Mas adelante pasa nuevamente a servir en el África, para participar en el bloqueo de Ceuta.
En 1776, su espíritu inquieto y aventurero lo llevan a embarcarse en la Armada Española y participa del combate del Cabo de San Vicente contra lo ingleses. Dos años mas tarde, el 15 de agosto de 1778, San Martín cae prisionero de los ingleses, pues la fragata Santa Dorotea, que había embarcado con fuerzas de infantería, en las que revistaba como teniente, a pesar de su heroico, tenaz y desigual combate, es tomada por el poderoso navío ingles, armado con 64 cañones.
Tiempo después, y libre ya del yugo ingles, al mando de una compañía de su querido Regimiento de Murcia, se dirige hacia Portugal, en 1801, por los Algavares, participando en el sitio y en la batalla de Olivenza.

Leemos en el libro de Gómez-Carrasco: “llegamos ala ultima fase de la vida militar de San Martín en el ejercito español. Los hitos del destino histórico se van cumpliendo. Desde sus primeros momentos de soldado, José de San Martín forja su recia personalidad, que agita en las cumbres andinas, en la fragua del sacrificio y del honor, en que se resume todo el avatar de su existencia. Fiel y serenamente cumple su destino de no tener mas hogar que la tienda del soldado, ni mas familia que la milicia, ni mas compañera que la soledad de los campos de batalla, en tanto no diera cima a la empresa de su vida.”
En 1808 regresa nuevamente a Cádiz, al mando del general Solano, jefe de las fuerzas de la guarnición. Estando él presente en los trágicos sucesos acaecidos luego de que la junta de Sevilla intimase a Solano a ponerse al frente de la insurrección libertadora, el general vacila ante este requerimiento, pues no pretendía apartarse de la guerra regular de soldado. El pueblo enardecido y alborotado por esta duda, irrumpe violentamente en el cuartel sin que puedan los efectivos militares detenerlos, atrapan al general y lo descuartizan vivo; nuestro héroe salva su vida de milagro, y esta marca es otra cicatriz mas que forjara su alma de acero.
Llevara siempre consigo una miniatura de su viejo general.

La invasión napoleónica sorprende a San Martín de servicio en Cádiz. El 28 de junio de 1808, en tierras andaluzas de Jaén se produce la que fuera la precursora de la definitiva y sangrienta batalla de Bailén, nos referimos a la batalla de Arjonilla.
Destinado al ejercito de Andalucía, bajo el mando del general Castaños, San Martín es ascendido, por la junta de Sevilla a Ayudante Primero de este regimiento.
Allí fue designado al segundo división que mandaba el general marques de Coupigni.
El lado francés, comandado por el general Dupont, preferido del emperador, tomo la iniciativa, entonces es encomendado a San Martín, la difícil y arriesgada misión de ponerse al mando de las guerrillas sobre las líneas del Guadalquivir; es aquí donde a nuestro héroe se lo empieza a conocer como “El Valeroso”.

El 28 de junio, una columna de la vanguardia española al mando del teniente coronel D. Antonio de la Cruz Murgeón avanza en formación contra los franceses; mas tarde Murgeón, peleara como general contra los independentistas americanos. A la vanguardia de esta columna iba su compañero y amigo, el capitán José de San Martín, que mas tarde pelearía en filas opuestas contra su ex jefe y amigo. A la altura de Arjonilla la columna española se cruza con un grueso destacamento de caballería francesa, que al divisar a la tropa española, ataca en formación y a todo galope. Es entonces donde el capitán San Martín, al frente de un gupo de jinetes, haciéndose apoyar por una guerrilla de infantería, se lanza rápidamente por una vereda lateral, consiguiendo por medio de esta oportuna maniobra, ganarle de mano al enemigo que confiado en su superioridad numérica no intensifico la carga contra los españoles. Sobre la marcha despliega la formación en batalla, carga salvajemente sable en mano, el a la cabeza de su tropa, el choque es feroz e impetuoso, el ensordecedor fragor de la batalla explota con todo su poder, San Martín deja 16 cuerpos sin vida que son pisoteados por su brioso corcel, el acero de su mítico sable corvo bebe litros de sangre ese día, toman prisioneros y además se apoderan de todos los caballos del enemigo.

Una circunstancia similar le ocurre en Arjonillas como luego le pasara en el combate de San Lorenzo, ya en suelo patrio; en posesión absoluta del dios de la guerra, nuestro héroe combate como un león enfurecido, dando mandobles de acero a diestra y siniestra, es en un momento, donde a espaldas suya la daga traicionera se propone dar fin a este indómito guerrero, en esas circunstancias es salvado por la oportuna intervención de un soldado de los húsares de Olivenza, su nombre era Juan de Dios.
Esta valerosa acción de San Martín, es aplaudida por todo el ejército español, concediéndole el escudo de honor y resulta ascendido a Capitán del Regimiento de Borbón.

Casi un mes después, el 19 de julio de 1808 tuvo lugar en los mismos campos béticos-giennenses que fueron teatro de Arjonilla, una de las jornadas históricas mas importantes de España, tal vez comparable a aquella gloriosa batalla de 1212, las Navas de Tolosa, la batalla de Bailén.
San Martín lucha en Bailén en las filas del Regimiento de Borbón, y es tan heroica su participación, que el 11 de agosto de 1808, es ascendido a Teniente Coronel de Caballería y condecorado con la medalla de oro por merito en acción.

Esa es, en resumidas palabras, las acciones históricas de nuestro Padre de la Patria como militar en el ejército español, nuestro héroe máximo que forjo, como la hoja acerada de su sable, su juicioso temperamento en las ajetreadas campañas españolas, coronando su sien de laureles.
Luego, los caminos de sus creencias y convicciones lo llevaron a la vereda contraria de la madre patria, dando inicio a la gesta libertadora mas grande de América toda, haciendo de ese aguerrido soldado, el héroe máximo de la nación y protector indiscutido de la libertad.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

debo decir que me encantan tus notas hitoricas acerca de los proceres y el honor, me gustaria pedirte que algun dia escribas algo sobre Juan M. de Rosas, que esta tan desprestigiado hoy en dia un valiente heroe argentino. Gracias