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martes, 23 de septiembre de 2008

Los piratas de las Antillas

El comercio de España en sus dominios americanos se vio perjudicado por la agresión de piratas y corsarios, muy frecuentes en el siglo XVII y parte del XVIII.
Llamabase pirata al ladrón de los mares, que atacaba cualquier nave y cuyos actos no eran reconocidos por ningún gobierno. Corsario era el capitán que tenia patente para asaltar y hundir los navíos de una nación enemiga y repartía botín con el rey, cuya bandera enarbolaba; pero también sucedió que atacara embarcaciones o factorías neutrales, convirtiéndose en ese caso el pirata.

Por ejemplo, el gobierno francés extendía la patente de corso de esta manera:

“el gobierno francés por la presente permite a…. hacer armar y equipar de guerra un…. De….. toneladas, mandado por el capitán….. con tantos cañones, balas, pólvora y plomo, y con las municiones de guerra y víveres que crea necesario para hacer el corso contra los enemigos de la Francia, y los piratas, ladrones y vagabundos, donde quiera que los encuentre, para traerlos prisioneros con sus naves, armas y demás objetos apresados, con la obligación por parte del armador y del capitán, de arreglarse a las leyes, ordenanzas, etc.”

Las frecuentes guerras europeas distrajeron a la armada española, oportunidad que aprovecharon aventureros ingleses, franceses y holandeses, para ocupar y establecerse en varias islas de las Antillas menores –Tortuga, Bárbara, San ANDRES, San Cristóbal, etc.-, desde Puerto Rico hasta el Orinoco.

En poco tiempo el mar Caribe se transformo en el centro de la piratería contra España, cuyas naves eran atacadas impunemente por esos salteadores de los mares, en su gran mayoría con la complicidad y apoyo de Inglaterra siempre recurriendo a la piratería y el robo.
En el archipiélago antillano, especialmente en la Tortuga, se formaron agrupaciones de “bucaneros”, “filibusteros”, “hermanos de la costa” y “pechilingues”, que contaban con estatutos, depósitos, arsenales y hasta servicios médicos y asistencia social, entre sus integrantes.
Muchos son los nombres de los filibusteros que asolaron la ruta obligada de España con México y Perú. En 1562, el ingles John Hawkins inicio un inhumano trafico negrero entre África y las Antillas, amparado por la reina Isabel, que lo condecoro y le concedió el uso de un distintivo especial.

Francis Drake, compañero del anterior, ataco en 1572 varios dominios españoles en Centroamérica. En 1577 inicio desde el puerto de Plymouth un largo derrotero: costeó el Brasil, recalo en San Julián (patagonia Argentina), continúo por el estrecho de Magallanes y realizo numerosos actos de piratería en las costas chilenas.
Prosiguió por el pacifico hasta el norte y luego de atacar naves españolas y desolar ciudades de Nueva España (México) anclo en San Francisco. En ese puerto de detuvo varios meses, lapso que aprovecho para recorrer la zona, a la que bautizo Nueva Albión.
De allí partió rumbo a las Malucas y Java, doblo el cabo de Buena Esperanza (África) y regreso a Plymouth en 1580. en esta forma, y sin proponérselo, concluyo el segundo viaje alrededor del mundo.

Meter Heyn fue otro bucanero holandés, que obtuvo un grandioso botín al capturar numerosas naves españolas; se hizo tristemente celebre con su apodo de “pata de palo”. Sin embargo, el mas famoso caudillo antillano fue el filibustero Henry Morgan, quien se apodero de Portobelo, arraso Maracaibo, saqueo y quemo Panamá y se retiro a jamaica.

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