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viernes, 5 de septiembre de 2008

Los amos de la guerra, los vikingos.

Todo hombre físicamente capacitado debía estar permanentemente dispuesto para la lucha, ya que los granjeros solían verse en la necesidad de defender su casa y su familia cuando se producían incursiones de saqueadores, y del mismo modo, el rey o el jefe local podía verse obligado a convocar a los hombres para defender el país de ataques extranjeros.
No había ejércitos nacionales. Los hombres luchaban por su señor, quien los recompensaba después del combate, con regalos de distinto tipo, como adornos de oro, espadas, ropa lujosa , y en el caso de haberse destacado especialmente en algún acto de valentía hasta con un barco.
Los vikingos luchaban con espadas y hachas, con lanzas, flechas y arcos. La espada era la más preciada posesión de un hombre, y por lo general estaban hermosamente decoradas. Una bella espada solía pasar como herencia de padres a hijos.

Muchas leyendas se tejieron acerca de espadas mágicas. De algunas se decía que habían sido forjadas por enanos en las entrañas de la tierra. Otras que eran regalos de Odin, el dios de la guerra. Las había con mágicos caracteres rúnicos grabados en ellas, o aquellas a las que les había sido concedido el poder de proteger a su dueño mediante encantamientos y hechicerías volcados en cantos y palabras sobre ellas cuando las estaban forjando.
En los poemas se llamaba a las espadas “llama de Odin” o “la espina del escudo”. Cuando un hombre quería demostrar que venia en tren de paz, sujetaba la espada a la vaina con una faja llamada “frithbönd” (banda de paz), esto le impedía sacar su espada rápidamente y atacar a alguien en forma sorpresiva.

El hacha de batalla, con su ancha hoja, era el arma favorita de muchos vikingos. Un islandés, Skarphedinn, no fue visto jamás sin su gran hacha “ogresa de la guerra”. Muchas estaban decoradas con dibujos hechos con incrustaciones en la hoja. Había nombres poéticos para el hacha, tales como “la bruja del casco” y “el demonio del escudo”, ya que el hacha podía atravesarlos de un solo golpe.
Había diferentes clases de lanzas, según fuera el uso que se requiriera. Unas estaban destinadas a ser arrojadas y otras a herir a corta distancia. El asta de la lanza era de madera de fresno, y tenia unos 3cm de espesor por 3m de largo. La punta solía llevar incrustaciones en oro y plata.
Las lanzas para arrojar tenían una marca en el asta, de manera que pudiera hallarse rápidamente el lugar exacto para asirlas en el fragor de la batalla. Las lanzas recibían nombres como “la serpiente de sangre” o “el dragón volador de las heridas”.

El arco tenia cerca de 2m de largo. Cuatro hileras de plumas se ataban a las flechas con un hilo embreado. La punta de la flecha tenía púas de hueso o de hierro que la hacían más aguda.
Existen algunas leyendas acerca de las famosas flechas de Gusi, que le fueron entregadas al héroe Orvar-Odd por su padre. Las plumas eran doradas y las flechas se disparaban solas desde la cuerda del arco. Jamás erraban el blanco y siempre regresaban junto a su dueño.
Los reyes y los condes usaban a veces cascos de hierro, pero eran caros y poco comunes.
Por lo general el casco tenía añadido un cubre-narices.

El casco de un rey solía ser dorado, de manera que sus hombres pudieran ver donde estaba en medio de la batalla. La cota de mallas era también un elemento caro y solo la usaban los hombres que disponían de fortuna.
Para defenderse de las lanzas y las flechas se utilizaban los escudos. Eran redondos, de madera, con el reborde de metal. El centro estaba hecho de hierro o bronce, y tenían una agarradera del lado interno. Los escudos se pintaban de rojo, marrón, blanco o azul.
Algunos llevaban pintadas escenas tomadas de las leyendas. Los escudos blancos se levantaban en alto para dar señal de pedido de parlamento, o se enarbolaban en la punta del mástil como signo de rendición en una batalla naval.

Un escudo rojo en lo alto del mástil significaba declaración de guerra.
Los hombres iban a la batalla después de haber comido bien, y con el pelo lavado y peinado. Solían reunirse todos de antemano, de manera que quien había de conducirlos pudiera indicarles los planes de batalla y cual era el grito de guerra. Debía decirles donde estaría enclavado su estandarte y quienes debían luchar junto a los estandartes de los distintos jefes.
Los reyes colocaban a los grupos de amigos y parientes juntos, de manera que pudieran reconocerse unos a otros a simple vista, ya que un ejército compuesto por gente de diferentes regiones era muy difícil en medio de la batalla saber quienes eran amigos o enemigos. Algunas veces, los hombres llevaban signos pintados en sus escudos y sus cascos para poder identificarse.
Cuando sonaban los cuernos y una flecha o una lanza era arrojada muy alto en el aire sobre el ejercito enemigo, daba comienzo la batalla.

Después del combate, el botín se dividía entre los jefes de acuerdo el rango que tenían y al numero de hombres que habían conducido en la lucha.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante wn, gracias.