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martes, 1 de julio de 2008

Lope de Aguirre, la ira de Dios, el primer independentista Americano.

Se rebeló contra los reyes de España, para convertirse en el primer revolucionario en contra de la colonización española… Sus 200 hombres, a los que llamaba marañones, eran tan aguerridos y sanguinarios como su capitán, cuya ira desbordaron a su arribo a las costas de Margarita en julio de 1561… Ese día las campanas de la iglesia de Paraguachi anuncian el arribo de una embarcación española que ondeaba dos banderas negras… Apenas bajaron de sus canoas, el cura fue capturado y la mayoría de la gente confinadas en la iglesia. Aguirre ordenó torturar a los hombres para que informaran el lugar donde enterraban sus riquezas (acto habitual en la época); mientras que sus hijas y esposas eran violadas por los marañones que se apoderaron de la costa… Apenas unos pocos lograron huir hacia el cerro Guayamurí para llegar a La Asunción.
Desde Paraguachi, el Capitan Aguirre envía al rey de España, Felipe II, una extensa carta donde desborda la amargura, la decepción e insatisfacción por el desarrollo de la colonización americana, donde llama al rey “menor de edad” y le dice “No puedes llevar con título de rey justo ningún interés en estas partes, donde no aventuraste nada, sin primero gratificar a los que trabajaron…”; lo acusa de tener las manos limpias mientras otros se las manchan con sangre propia y ajena en su beneficio… Siglos más tarde, Simón Bolívar consideraría esta carta como “la primera declaración de independencia del Nuevo Mundo”… Aguirre firma como “Lope de Aguirre el Peregrino”, y se proclama “Príncipe de la Libertad de los Reinos de Tierra Firme y las Provincias de Chile” al declarar la guerra a España, dejando en la Bahía del Cardón una secuela de muerte y desolación que bautizó la costa de playa como: El Tirano. Se dice que en calidad de rehén, Aguirre, apodado, la ira de Dios, llevaba unos curas de la isla, y que luego arrojó en alta mar para que su Dios lo llevara hasta la orilla… Entre ellos estaba el cura de la iglesia de Paraguachí, la primera edificación en su tipo en Venezuela, y que en su arrogancia de dejar una señal de su presencia en la isla, el Capitan, hizo incrustar en las paredes de la iglesia una lujosa vajilla de cerámica china finamente garabateada en atractivos colores y diseños. Por años, esa curiosidad constituyó una atracción para los visitantes de ese recinto religioso, hasta que un buen día, misteriosamente, desaparecieron.
Se le atribuía el asesinato de 65 españoles, 3 sacerdotes, 4 mujeres, y el desacato a la autoridad del Rey de España (claro que esa es solamente la versión oficial)… El 27 de octubre de 1561, sólo y acorralado, apuñala a su propia hija de nombre Elvira, para que no se convirtiese en “puta y ramera de todos”, como lo gritó al momento de introducir el filoso puñal en su corazón (con este hecho queda mas que claro que el uso y costumbre de la época era la vejación de cautivas por parte de la tropa)… Ante esta sangrienta escena de horror, dos de sus marañones lo matan de dos disparos… Pero era tan bravo, que dijo “mal tiro” cuando el primer disparo de arcabuz le abrió un surco en el pecho sin herirlo de muerte; un segundo después, exclamaría al segundo disparo: “pero este sí que es bueno”… Su cabeza cortada con su propia espada, fue expuesta en una jaula de hierro en Tocuyo, para que la gente viese la cabeza de la que brotaban “tan perversas maquinaciones”. Su mano derecha fue enviada a Mérida y la izquierda a Valencia. El resto del cuerpo fue echado de comer a los perros hambrientos.
Las cuatro banderas que usó durante sus travesias: dos negras, una amarilla y otra azul, todas con dos espadas cruzadas y la leyenda “Sigo”, fueron tomadas como botín de guerra; una de las negras fue expuesta en Tocuyo junto a la cabeza de Aguirre; la otra negra se guardó en Barquisimeto; y la azul y la amarilla fueron colocadas sobre la tumba del padre de Lope de Aguirre en la iglesia de Santa María. La ira de Dios, como se lo llamo fue un guerrero implacable y temerario, cruel con los vencidos seguramente, pero no mas cruel que los que los usos y costumbres de la época aconsejaban, su carta de rebeldía enviada al Rey es un grito de justicia con ecos en la eternidad.
La que aquí presentamos a continuación, es la carta original enviada por Lope de Aguirre, La ira de Dios.

Dice Fray Pedro de aguado:
.......comunicado y tratado cuál sería la mejor orden y el mejor medio y más breve que para efectuar su guerra y sujetar el Pirú se podría tener; y después de haber hecho muchas juntas y consultas sobre ello, y dado a todos sus pareceres, se vinieron a resumir en que la orden que para ello se había de tener era esta: acabados los bergantines o navíos, procurar con toda brevedad salir a la mar, y por la necesidad que de comida llevaban, hacer escala en la isla Margarita, donde por la poca resistencia que les podrían hacer, en pocos días se proveerían de lo necesario, así como pan y carne y agua, en lo cual no se había de detener de cuatro días arriba, y si allí hubiese alguna gente que los quisiese seguir, recibirla en sus navíos y partirse luego, a cabo del tiempo dicho e ir derecho al Nombre de Dios, y tomar tierra y puerto en un río que llaman del Saor, que está muy cerca del Nombre de Dios, y saltar allí en tierra de noche, y puesto toda su gente en armada y ordenanza, según que para semejante hecho se requería, irse derechos al pueblo o ciudad de Nombre de Dios y llevar la gente apercibida y repartida de suerte que antes que fuesen sentidos tuviesen tomado el puerto y sierra de Capira, que es paso para Panamá, para que ninguno con el alboroto pudiese ir a dar aviso a los de Panamá; y asegurado y tomado este paso, todos los demás con su príncipe dar en el pueblo y robarlo y saquearlo, y matar a los ministros que en él hubiese del rey y a todos los demás de quien se temiesen que les harían algún daño, y asolar y abrasar el pueblo, de suerte que los que por allí quedasen no pudiesen prevalecer contra ellos; y luego, sin más detenerse con los amigos que allí se le juntasen, ir sobre Panamá y hacer las mismas crueldades y robos que en el Nombre de Dios hubiesen hecho, y ante todas cosas tomar y asegurar todos los navíos que allí hubiese, porque alguno no se fuese y huyese y fuese a dar aviso al Pirú de su llegada y motín; y hecho esto, juntar el artillería que había quedado en el Nombre de Dios, con la que hubiese en Panamá, y fortificarse y hacer allí una galera que fuese tal cual para semejante negocio era menester, y otros navíos de armada, y en el ínterin que en Panamá estuviesen haciendo estas guarniciones, vendría ayudarles y favorecerles gente de Veragua y de Nicaragua y de otras muchas partes y más de mil negros, que, so color de tener y haber libertad, se les llegarían, y los armarían a todos, y con estas guarniciones y gentes y aderezos de guerra pasarían a Pirú, donde aunque estuviesen avisados y en arma, no serían parte para defenderse, porque allende del mucho y buen aparato de guerra que llevarían, así de gente como de armas, muchos amigos que en el Pirú tenían, en llegando, luego se les pasarían, y no había duda sino que en pocos días temían por suyo el Pirú; y como hombres que en tan breve tiempo entre si tenían ya hecha la guerra. Carta de Lope de Aguirre al Rey Felipe segundo
Rey Felipe, natural español, hijo de Carlos, invencible: Lope de Aguirre, tu mínimo vasallo, cristiano viejo, de medianos padres hijodalgo, natural vascongado, en el reino de España, en la villa de Oñate vecino,en mi mocedad pasé el mar Océano a las partes del Pirú, por valer más con la lanza en la mano, y por cumplir con la deuda que debe todo hombre de bien; y así, en veinte y cuatro años, te he hecho muchos servicios en el Pirú, en conquistas de indios, y en poblar pueblos en tu servicio, especialmente en batallas y reencuentros que ha habido en tu nombre, siempre conforme a mis fuerzas y posibilidad, sin importunar a tus oficiales por paga, como parecerá por tus reales libros.
Bien creo, excelentísimo Rey y Señor, aunque para mí y mis compañeros no has sido tal, sino cruel e ingrato a tan buenos servicios como has recibido de nosotros aunque también bien creo que te deben de engañar, los que te escriben desta tierra, como están lejos. Avísote, Rey español, adonde cumple haya toda justicia y rectitud, para tan buenos vasallos como en estas tierras tienes, aunque yo, por no poder sufrir más la crueldades que usan estos tus oidores, Visorey y gobernadores, he salido de hecho con mis compañeros, cuyos nombres después te dire, de tu obediencia, y desnaturándonos de nuestras tierras, que es España, y hacerte en estas partes la más cruda guerra que nuestras fuerzas pudieren sustentar y sufrir; y esto, cree, Rey y Señor, nos ha hecho hacer el no poder sufrir los grandes pechos, premios y castigos injustos que nos dan estos tus ministros que, por remediar a sus hijos y criados, nos han usurpado y robado nuestra fama, vida y honra, que es lástima, ¡oh Rey! y el mal tratamiento que se nos ha hecho. Y ansí, yo, manco de mi pierna derecha, de dos arcabuzazos que me dieron en el valle de Chuquinga, con el mariscal Alonso de Alvarado, siguiendo tu voz y apellidándola contra Francisco Hernández Girón, rebelde a tu servicio, como yo y mis compañeros al presente somos y seremos hasta la muerte, porque ya de hecho hemos alcanzado en este reino cuán cruel eres, y quebrantador de fe y palabra; y así tenemos en esta tierra tus perdones por de menos crédito que los libros de Martín Lutero. Pues tu Virey, marqués de Cañete, malo, lujurioso, ambicioso tirano, ahorcó a Martín de Robles, hombre señalado en tu servicio, y al bravoso Thomás Vázquez, conquistador del Pirú, y al triste Alonso Díaz, que trabajó más en el descubrimiento deste reino que los exploradores de Moysen en el desierto; y a Piedrahita, que rompió muchas batallas en tu servicio, y aun en Lucara , ellos te dieron la victoria, porque si no se pasaran, hoy fuera Francisco Hernández rey del Pirú. Y no tengas en mucho al servicio que tus oidores te escriben haberte hecho, porque es muy gran fábula si llaman servicio haberte gastado ochocientos mil pesos de tu Real caja para sus vicios y maldades. Castígalos como a malos, que de cierto lo son.
Mira, mira, Rey español, que no seas cruel a tus vasallos, ni ingrato, pues estando tu padre y tú en los reinos de Castilla, sin ninguna zozobra, te han dado tus vasallos, a costa de su sangre y hacienda, tantos reinos y señoríos como en estas partes tienes. Y mira, Rey y señor, que no puedes llevar con título de Rey justo ningún interés destas partes donde no aventuraste nada, sin que primero los que en ello han trabajado sean gratificados. Por cierto lo tengo que van pocos reyes al infierno, porque sois pocos; que si muchos fuésedes; ninguno podría ir al cielo, porque creo allá seríades peores que Lucifer, según tenéis sed y hambre y ambición de hartaros de sangre humana; mas no me maravillo ni hago caso de vosotros, pues os llamáis siempre menores de edad, y todo hombre inocente es loco; y vuestro gobierno es aire. Y, cierto, a Dios hago solemnemente voto, yo y mis docientos arcabuceros marañones, conquistadores, hijosdalgo, de no te ,dejar ministro tuyo y vida, porque yo sé hasta dónde alcanza tu clemencia; el día de hoy nos hallamos los más bien aventurados de los nacidos, por estar como estamos en estas partes de Indias, teniendo la fe y mandamientos de Dios enteros, y sin corrupción, como cristianos; manteniendo todo lo que manda la Santa Madre Iglesia de Roma; y pretendemos, aunque pecadores en la vida, rescibir martirio por los mandamientos de Dios.
A la salida que hicimos del río de las Amazonas, que se llama el Marañón, vi en una isla poblada de cristianos, que tiene por nombre la Margarita, unas relaciones que venían de España, de la gran cisma de luteranos que hay en ella, que nos pusieron temor y espanto, pues aquí en nuestra compañía, hubo un alemán, por su nombre Monteverde, y lo hice hacer pedazos. Los hados darán la paga a los cuerpos, pero donde nosotros estuviéremos, cree, excelente Príncipe, que cumple que todos vivan muy perfectamente en la fe de Cristo.
Especialmente es tan grande la disolución de los frailes en estas partes, que, cierto, conviene que venga. sobre ellos tu ira y castigo, porque ya no hay ninguno que presuma de menos que de Gobernador. Mira, mira, Rey, no les creas lo que te dijeren, pues las lágrimas que allá echan delante tu Real persona, es para venir acá a mandar. Si quieres saber la vida que por acá tienen, es entender en mercaderías, procurar y adquirir bienes temporales, vender los Sacramentos de la Iglesia por precio; enemigos de pobres, incaritativos, ambiciosos, glotones y soberbios; de manera que, por mínimo que sea un fraile pretende mandar y gobernar todas estas tierras. Por remedio, Rey y Señor, porque destas cosas y malos exemplos, no está imprimida ni fijada la fe en los naturales; y, más te digo, que si esta disolución destos frailes no se quita de aquí no faltarán escándalos. Aunque yo y mis compañeros, por la gran razón que tenemos, nos hayamos determinado de morir, desto y otras cosas pasadas, singular Rey, tu has sido causa, por no te doler del trabajo destos vasallos, y no mirar lo mucho que les debes; que si tú no miras por ellos, y te descuidas con estos tus oidores, nunca se acertará en el gobierno. Por cierto, no hay para qué presentar testigos, más de avisarte cómo estos, tus oidores, tienen cada un año cuatro mil pesos de salario y ocho mil de costa, y al cabo de tres años tienen cada uno sesenta mil pesos ahorrados, y heredamientos y posesiones; y con todo esto, si se contentasen con servirlos como a hombres, medio mal y trabajo sería el nuestro; mas, por nuestros pecados, quieren que do quiera que los topemos, nos hinquemos de rodillas y los adoremos como a Nabucodonosor; cosa, cierto, insufrible. Y yo, como hombre que estoy lastimado y manco de mis miembros en tu servicio, y mis compañeros viejos y cansados en lo mismo, nunca te he de dejar de avisar, que no fíes en estos letrados tu Real conciencia que no cumple a tu Real servicio descuidarte con estos, que se les va todo el tiempo en casar hijos e hijas, y no entienden en otra cosa, y su refrán entre ellos y muy común, es: "A tuerto y a derecho, nuestra casa hasta el techo".
Pues los frailes, a ningún indio pobre quieren absolver ni predicar; y están aposentados en los mejores repartimientos del Pirú, y la vida que tienen es áspera y peligrosa, porque cada uno dellos tiene por penitencia en sus cocinas una docena de mozas, y no muy viejas, y otros tantos muchachos que les vayan a pescar: pues a matar perdices y a traer fruta, todo el repartimiento tiene que hacer con ellos; que, en fe de cristianos, te juro, Rey y Señor, que si no pones remedio en las maldades desta tierra que te ha de venir azote del cielo; y esto dígolo por avisarte de la verdad, aunque yo y mis compañeros no queremos ni esperamos de ti misericordia.
Ay, ay!, qué lástima tan grande que, César y Emperador, tu padre conquistase con la fuerza de España la superbia Germania, y gastase tanta moneda, llevada destas Indias, descubiertas por nosotros, que no te duelas de nuestra vejez y cansancio, siquiera para matarnos la hambre un día! Sabes que vemos en estas partes, excelente Rey y Señor, que conquistaste a Alemania con armas, y Alemania ha conquistado a España con vicios, de que, cierto, nos hallamos acá más contentos con maíz y agua, sólo por estar apartados de tan mala ironía, que los que en ella han caído pueden estar con sus regalos. Anden las guerras por donde anduvieron, pues para los hombres se hicieron; mas en ningún tiempo, ni por adversidad que nos venga, no dejaremos de ser sujetos y obedientes a los preceptos de la Santa Madre Iglesia romana.
No podemos creer, excelente Rey y Señor, que tú seas cruel para tan buenos vasallos como en estas partes tienes; sino que estos tus malos oidores y ministros lo deben de hacer sin tu consentimiento. Dígolo, excelente Rey y Señor, porque en la Ciudad de los Reyes, dos leguas della junto a la mar se descubrió una laguna donde se cría algún pescado, que Dios lo permitió que fuese así; y estos tus malos oidores y oficiales de tu Real patrimonio, por aprovecharse del pescado, como lo hacen, para sus regalos y vicios, la arriendan en tu nombre, dándonos a entender, como si fuésemos inhábiles, que es por tu voluntad. Si ello es así, déjanos, Señor, pescar algún pescado siquiera, pues que trabajamos en descubrirlo; porque el Rey de Castilla no tiene necesidad de cuatrocientos pesos, que es la cantidad por que se arrienda. Y pues, esclarecido Rey, no pedimos mercedes en Córdoba, ni en Valladolid, ni en toda España, que es tu patrimonio, duélete, Señor, de alimentar los pobres cansados en los frutos y réditos desta tierra, y mira, Rey y Señor, que hay Dios para todos, igual justicia, premio, paraíso e infierno.
En el año de cincuenta y nueve dio el Marqués de Cañete la jornada del río del Amazonas a Pedro de Orsúa, navarro, y por decir verdad, francés; y tardó en hacer navíos hasta el año sesenta, en la provincia de los Motilones, que es el término del Pirú; y porque los indios andan rapados a navaja, se llaman Motilones: aunque estos navíos, por ser la tierra donde se hicieron lluviosa, al tiempo del echarlos al agua se nos quebraron los más dellos, y hicimos balsas, y dejamos los caballos y haciendas, y nos echamos en el río abajo, con harto riesgo de nuestras personas; y luego topamos los mas poderosísimos ríos del Pirú, de manera que nos vimos en Golfo-duce, caminamos de prima faz trecientas leguas, desde el embarcadero donde nos embarcamos la primera vez. Fue este Gobernador tan perverso, ambicioso y miserable, que no lo pudimos sufrir; y así, por ser imposible relatar sus maldades, y por tenerme por parte en mi caso, como me ternás, excelente Rey y Señor, no diré cosa más de que le matamos; muerte, cierto, bien breve. Y luego a un mancebo, caballero de Sevilla, que se llamaba D. Fernando de Guzmán, lo alzamos por nuestro Rey y lo juramos por tal, como tu Real persona verá por las firmas de todos los que en ello nos hallamos, que quedan en la isla Margarita en estas Indias; y a mi me nombraron por su Maese de campo; y porque no consentí en sus insultos y maldades, me quisieron matar, y yo maté al nuevo Rey y al Capitán de su guardia, y Teniente general, y a cuatro capitanes, y a su mayordomo, y a un su capellán, clérigo de misa, y a una mujer, de la liga contra mí, y un Comendador de Rodas, y a un Almirante y dos alférez, y otros cinco o seis aliados suyos, y con intención de llevar la guerra adelante y morir en ella, por las muchas crueldades que tus ministros usan con nosotros; y nombré de nuevo capitanes y Sargento mayor, y me quisieron matar, y yo los ahorqué a todos. Y caminando nuestra derrota, pasando todas estas muertes y malas venturas en este río Marañón, tardamos hasta la boca del y hasta la mar, más de diez meses y medio: caminamos cien jornadas justas: anduvimos mil y quinientas leguas. Es río grande y temeroso: tiene de boca ochenta leguas de agua dulce, y no como dicen: por muchos brazos tiene grandes bajos, y ochocientas leguas de desierto, sin género de poblado, como tu Majestad lo verá por una relación que hemos hecho, bien verdadera. En la derrota que corrimos, tiene seis mil islas. ¡Sabe Dios cómo nos escapamos deste lago tan temeroso! Avísote, Rey y Señor, no proveas ni consientas que se haga alguna armada para este río tan mal afortunado, porque en fe de cristiano te juro, Rey y Señor, que si vinieren cien mil hombres, ninguno escape, porque la relación es falsa, y no hay en el río otra cosa, que desesperar, especialmente para los chapetones de España.
Los capitanes y oficiales que al presente llevo, y prometen de morir en esta demanda, como hombres lastimados, son: Juan Gerónimo de Espíndola, ginovés, capitán de infantería, los dos andaluces; capitán de a caballo Diego Tirado, andaluz, que tus oidores, Rey y Señor, le quitaron con grave agravio indios que había ganado con su lanza; capitán de mi guardia Roberto de Coca, y a su alférez Nuflo Hernández, valenciano; Juan López de Ayala, de Cuenca, nuestro pagador; alférez general Blas Gutiérrez, conquistador de veinte y siete años, alférez, natural de Sevilla; Custodio Hernández, alférez, portugués; Diego de Torres, alférez, navarro; sargento Pedro Rodríguez Viso, Diego de Figueroa, Cristóbal de Rivas, conquistador; Pedro de Rojas, andaluz; Juan de Salcedo, alférez de a caballo; Bartolomé Sánchez Paniagua, nuestro barrachel; Diego Sánchez Bilbao, nuestro pagador. Y otros muchos hijos-dalgo desta liga, ruegan a Dios, Nuestro Señor, te aumente siempre en bien y crece en prosperidad contra el turco y franceses, y todos los demás que en estas partes te quisieran hacer guerra; y en estas nos dé Dios gracia que podamos alcanzar con nuestras armas el precio que se nos debe, pues nos han negado lo que de derecho se nos debía. Hijo de fieles vasallos en tierra vascongada, y rebelde hasta la muerte por tu ingratitud.
Lope de Aguirre, el Peregrino.