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miércoles, 9 de julio de 2008

Gengis Kan y su tiempo.

Cuando el muchacho de 13 años que llegaría a ser Gengis Kan sucedió a su padre, un cacique menor, como jefe de un pequeño clan mongol, aquel lo bautizo como Temudjin: fue casi lo único que le lego. Temudjin tuvo que pelear por su magra herencia. Su clan poseía caballos, cabras y ovejas, pero vivía en un terreno hostil, rodeado de enemigos tártaros, que repetidamente les infligía derrotas. Los mongoles eran un pueblo disperso, sin líderes y militarmente incapaz. Tedmujin cambio todo esto. Mediante alianzas y derrotando a sus rivales en batalla, su reputación creció con tanta rapidez que clanes enteros se congregaron a su lado, no solo para garantizar la unidad y la seguridad mongola, sino también para disfrutar del botín que ofrecía su guerra de expansión. En 1206 se hizo llamar Gengis Kan, o “Supremo Gobernante”, representante de Dios en la tierra. A su muerte, en 1227, Gengis Kan había dominado desde el norte de China hasta Afganistán, al oeste, y el rió Dnieper, en Europa oriental. En esta enorme región, la palabra de Gengis Kan era ley. Pese a que tenia una reputación de hombre violento y cruel, su pueblo lo consideraba un gobernante benigno y liberal. Perdonaba la vida de los prisioneros que sabían leer y escribir. Gengis Kan no sabía hacerlo. Protegía a los artesanos cautivos que pudieran serle útiles.
Sin embargo varios delitos menores eran castigados con la muerte. Un mongol podía ser ejecutado por solo haber traspasado el umbral de la yurta, o tienda, de un comandante; o por haber sido benigno, sin autorización, con los prisioneros. El adulterio y la glotonería eran delitos capitales. La ley obligaba a los mongoles a compartir su comida con cualquier compatriota hambriento. Aun así los derechos de los individuos estaban protegidos por una serie de leyes tradicionales, a las que tal vez se añadieron otras concebidas por el propio Gengis Kan, y que se conservaran en un código escrito. Gengis Kan permitió la práctica de religiones como el Islam y el Budismo, debido a sus conquistas en Persia y China. La religión de los mongoles era el chamanismo, una mezcla de magia y brujería cuya premisa era que todos los aspectos de la vida estaban bajo el control de una jerarquía de espíritus buenos y malos, los cuales, a su vez, eran gobernados por el dios supremo, Tengri; le seguía en importancia Itugen, diosa de la salud de los rebaños y la fertilidad de los cultivos. Los chamanes o hechiceros vestían túnicas blancas y se comunicaban con los espíritus. Portaban báculos y tambores como símbolo de su autoridad, y afirmaban que podían cohabitar con los espíritus en sus sueños, o en profundos trances autoinducidos.
Los mongoles no tenían ceremonias religiosas públicas: las familias guardaban en las yurtas imágenes de sus antepasados y de Itugen. Antes de comer, untaban comida en las bocas de las imágenes. A diario se vertía vino en un ritual a los cuatro puntos cardinales, así como a los vientos y al sol. Los mongoles creían que el agua corriente era una materialización de los poderes divinos, y por consiguiente debía conservarse sin contaminar. Por esto si alguien era sorprendido orinando en una corriente de agua, o se lavaba con agua durante una tormenta de rayos, le aguardaba la pena de muerte (una medida ecologista, pero mas que drástica). Los mongoles estaban divididos en tribus, cada una con un cierto número de tiendas y praderas para apacentar. A su vez, las tribus se dividían en oboes, o clanes. Los miembros del clan eran considerados descendientes de un ancestro en común, y tenían prohibido casarse con alguien del mismo clan, para evitar el riesgo de incesto. Las mujeres eran compradas a otro clan, con animales, mercancías, y tierras de apacentar, y con los lujos adecuados a l as posición social de la familia de la novia. Además de una o varias esposas, los hombres ricos tenían concubinas. Cuando moría el jefe de familia, sus concubinas pasaban a ser propiedad del hijo heredero, quien a veces desposaba a una de las viudas del padre. Esto garantizaba el bienestar y la seguridad de las mujeres y sus hijos para el futuro. La vida nómada de los mongoles seguía una rutina fija, según la temporada. Luego de pasar el invierno refugiados en la campiña de apacentar, en los valles, cada clan viajaba a las altas mesetas de la estepa. Como eran pastores, los mongoles comían carne de carnero, res, caballo y de cualquier otro animal que pudieran cazar: zorros, lobos, ratas y ratones. Generalmente asaban o hervían la carne, y la comían con los dedos, en una olla común. Un mensajero a caballo, o un soldado que patrullara solitario, llevaba la carne bajo su silla de montar, y así lograba que se ablandara al paso de los días; la comía cruda. La principal bebida de los mongoles era la leche de burra; al fermentarla, se convertía en el típico kumis, el cual solían beber en exceso y era causa de numerosas muertes prematuras. Aunque beber mucho era considerado una cualidad viril, el abuso del alcohol fue tan prolongado y persistente que llego a ser considerado el vicio y la debilidad propios, hereditarios, de los mongoles.
Las mujeres mongolas nobles seguían la moda de pintarse los rostros de blanco, lo que originalmente era para proteger la piel del sol y del viento. Se pintaban las cejas de negro y las unían en una sola línea, se teñían el cabello y lo usaban tocados grandes y elaborados. El atuendo de las princesas era magnifico, con túnicas de seda china y bonetes adornados con hilo de oro. En contraste las mujeres de las clases pobres solían vestir pantalones anchos. A veces rellenaban los asientos de los pantalones con algodón para dar la impresión de tener caderas abundantes, un atributo físico muy apreciado por los mongoles. La nariz pequeña era otra señal de belleza femenina. A pesar de la gran importancia de la joyería y los lienzos, los mongoles no producían ninguno de estos artículos: los importaban de Samarcanda, especialmente de Bujara, ciudad situada en el centro de Asia. Los aretes de oro eran tan estimados por las mongolas, que los mandaban traer del este en caravanas de camellos, bajo la vigilancia de jinetes armados.
Cuando Gengis Kan murió, en 1227, fue sepultado cerca del río Onon, en Mongolia, en el sitio que el había elegido. Acatando sus deseos, toda criatura viviente, incluyendo los vegetales, que estuviera en el paso de la procesión fúnebre, fue exterminada sin miramientos. Otros grandes emperadores mongoles siguieron sus pasos, en especial Kublai Kan (1215-1294) – nieto del anterior Kan-, que hizo de China su base de operaciones; y Tamerlan (1336-1405), que fundo su capital en Samarcanda. Desde esta ciudad, que aun conserva su palacio y mausoleo, Tamerlan inicio la exitosa conquista de Persia.
Sin embargo, los días de gloria de los Mongoles acabaron. Hacia fines del siglo XV, el poder mongol había entrado en un proceso de decadencia irreversible; gradualmente regresaron a sus costumbres de pastores nómadas, y desaparecieron para siempre en la oscuridad de la historia.

2 comentarios:

Denita Princess dijo...

Me llamo Almudena y soy antropóloga. Desde hace unos años realizo mi trabajo de campo sobre Mongolia, de hecho suelo viajar con frecuencia a este país.
Le felicito por su artículo sobre Ghengis Khan, realmente está muy documentado.
Dispongo de mucho material fruto de mis investigaciones, sería un placer poder intercambiar información si a Usted le apetece.
Mi e-mail es almu_toyota@hotmail.com
Gracias

Anónimo dijo...

Lo que detesto es que al tal Temuyin se le eleve a la posición de una figura histórica destacada, sin mencionar, aunque sea a modo de complemento, que él y sus hombres fueron una infame horda de violadores y saqueadores; destructores de civilizaciones... y que por ser nómadas hedían a estiércol.