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viernes, 27 de junio de 2008

El espiritu del guerrero, la espada.

Forjado de espadas.

Prácticamente hasta 1761, año en el que se fundo la fabrica de las espadas, todas las espadas tenían las hojas fabricadas totalmente en acero, pero a partir de esa fecha se construyeron con una parte central de hierra dulce, llamada “alma”, que se recubría por dos laminas de acero, llamadas “tejas”. El proceso de forja de una espada constaba de las siguientes etapas: el alma se obtenía a partir de callos de herradura, lo mismo que las tiras de hierro dulce con las que se fabricaban los cañones de alambre, y se introducía en un canal, existente entre ambas tejas; seguidamente, se comenzaba la forja desde la punta (labor conocida entre los antiguos espaderos por “dar la puntada”), luego se procedía al “tirado” o “estirado”, igualando y soldando el acero con el núcleo de hierro; después, alternando con cortas caldas, se lleva a cabo la operación de “batido”, tras lo cual comienzan a delimitarse las diversas mesas de cada cara y los filos. A continuación, se procedía a dar el temple a la hoja, mediante su inmersión en agua (que en el caso de Toledo procedía del Tajo, y se le atribuían cualidades especiales), tras haber sido calentadas previamente al rojo oscuro, con ello la hoja queda pavonada; seguidamente se eleva la temperatura hasta que toma un color rojo cereza y se vuelve a sumergir en agua, luego se extrae mostrando una tonalidad plateada y se somete a la operación de “revenido”, consistente en una serie de pequeñas caldas. Después, se desbasta mediante un pulido con piedras silíceas, se corrigen sus posibles defectos, “vicios”, se esmerila, lustra y acicala, y finalmente se estampa el cuño del fabricante. Las armas de lujo se siguieron fabricando con hojas exclusivamente de acero; las etapas de su fabricación son similares a las descritas, pero existen algunas modificaciones. Según Ramírez de Arellano:

“El maestro o artífice, que quiere hacer una hoja u hojas de espadas buenas y a toda prueba, ha de tener un gran conocimiento en escoger el acero, que quizá entre cuatro arrobas, no hallara dos de mediano, y de bueno pocas libras. Quando forja la hoja, ha de tener mucho cuidado, y prácticamente en la cantidad de acero, que pone a proporción de la disminución, que hay al caldearlo; observando metódicamente los defectos, que descubre, para quitarlos con el arte. En la preparación para el temple, se requiere mucha atención; pues consiste en el mas ó menos tiempo de fuego y agua; la que se aplica de diferentes maneras, y sirve para templar el acero, consolidar sus poros, y darle la elasticidad, mediante los accidentes de su liquidez; pues aun con agua de la mar se templa. Si la bondad del temple consistiera solo en esta operación, y las antecedentes, se podía dudar si contribuía la calidad del agua; pero aun faltan las principales operaciones: aun baxo todas las dichas, hechas con el mayor cuidadoso método, puede salir la hoja muy mala; pues en el revenirla , esta la mayor dificultad de acierto, que es en el modo de darla la cantidad de fuego que le corresponde, porque si es mucho sale blanda, si poco, vidriosa, peligrando el romperse.
Pende asimismo la perfección de las hojas, en la habilidad y prolixo trabajo de enderezarlas en los molinos, o muelas; en ellas se les da la formación, proporcionando gruesos, y filos, siendo un mecanismo laborioso y de habilidad, que da lugar a multiplicar el trabajo, y aumentar considerablemente su valor.”
Ornamentación de las armas blancas.

Las partes del hierro o acero de un arma blanca pueden estar adornadas mediante grabados, labores de damasquinado o de nielado, que vamos a comentar brevemente. Las armas modernas corrientes suelen tener la ornamentación a base de dibujos troquelados.
Grabado.- Esta técnica, normalmente, se puede llevar a cabo mediante la acción del buril o “al acido”. Este ultimo procedimiento básicamente consiste en dibujar sobre la pieza los adornos elegidos; si se desea que estos queden en relieve, se protegen mediante una capa de cera o barniz especial, dejando sin recubrir el fondo, que será atacado por una disolución de acido nítrico. Si se desea que los adornos queden deprimidos, dejamos a estos sin protección.
Damasquinado.- Previamente se procede al vaciado del dibujo por cualquier método. Luego, las zonas a decorar se recubren con un mordiente, que sirve como fijador, embutiéndose en él hilo de oro o plata para perfilar los dibujos. Las masas de los adornos perfilados se rellenan también con dicho hilo, o alambre, o con láminas de metal noble. Terminada esta operación, se procede a la oxidación o pavonado en oscuro de los fondos del trabajo, previa acción de la lima de hierro dulce y pulimentación con esmeril.
Esta artesanía, cuyo nombre deriva de la capital de Siria, fue muy cultivada en el Oriente medio, sobresaliendo las labores de Mosul, en el siglo XII, de donde se extendió a otros lugares. En el siglo XVI, el damasquinado era muy común en el territorio de Venecia y en Francia, donde Cursinet, armero de Enrique IV, lo utilizo como ornamentación de diferentes obras. En España el damasquinado era conocido con anterioridad, ya que fue una labor cultivada con gran esmero por los artífices musulmanes del Reino de Granada y que se siguió conservando, por la armería española, para engalanar tanto armas blancas como de fuego hasta nuestros días. Nielado.- Esta técnica también es de origen Oriental y consiste en rellenar los huecos, hechos por incisión, con una especie de esmalte de color negro (nigellum), que contiene 38 partes de plata, 50 de plomo, 72 de cobre rojo, mezcladas con 384 de azufre.
Mediante fusión con bórax se obtiene un polvo que se disuelve en agua engomada y se aplica en los dibujos.
Aunque en la Península Ibérica se han encontrado falcatas de la Edad de Hierro ornadas con niel, esta técnica arraigó en Europa en el siglo XVII, si bien la ciudad de Florencia destacaba en esta labor desde el siglo XV.